Analisis De Edipo Rey
wzamaria11 de Abril de 2013
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Considero que en “Edipo rey” el poder es lo secundario de la trama; el eje central es la
“Verdad”, sus consecuencias y la sujeción a los valores éticos imperantes en una época. Las
lecturas adicionales de “Edipo en Colono” y de “Antígona” ayudan a esta conclusión.
Es oportuno tener presente que el mismo Foucault habla de esto a poco de iniciar su
exposición cuando dice: “La tragedia de Edipo es... la historia de una indagación de la verdad;
un procedimiento de investigación de la verdad que obedece exactamente a las prácticas
judiciales griegas de esa época”.
Como un documento comprobatorio de la validez de sus propias primeras palabras, cuando
dice: “Es probable que estas conferencias contengan una cantidad de cosas inexactas, falsas,
erróneas”, lo vemos luego centrar su insistencia en el tema del poder, colocándolo en el centro
de la escena. Esto nos obliga a recordar también su prudente consejo, muestra de gran
sensatez: “Prefiero exponerlas pues, a título de hipótesis para un trabajo futuro” -Primera
conferencia-.
Procuraré mostrar que la defensa que Edipo realiza no revela interés por el “poder”. Su
comportamiento es la respuesta previsible de cualquier persona honesta que ve amenazada su
forma de vida, que teme la alteración de su entorno habitual. En tal sentido, esto lo torna un
factor secundario en la trama de la obra, en tanto que se trata de algo inherente a cualquier
individuo más allá de su rango jerárquico.
No pasa lo mismo con la “Verdad” que es el elemento que, durante todo “Edipo rey”, ocupa el
interés de dioses, reyes, ciudadanos y esclavos.
En la tragedia de Sófocles, el deseo de alcanzar el conocimiento exacto de una “verdad” no es
aquel que afecta al filósofo o pensador interesado en profundizar su saber respecto de la
esencia de las cosas.
Se trata de una “verdad” sobre meros hechos terrenales cuyo develamiento supone un
inmediato efecto reparador de las dolencias de la sociedad.
El autor nos muestra a los pobladores de Tebas angustiados por la proliferación de una
epidemia mortífera que castiga al campo, a los rebaños y a los niños.
Para ellos estas desgracias son una clara manifestación de la furia de la divinidad.
En tales circunstancias, entendiendo agotadas las gestiones efectuadas hasta por los propios
sacerdotes que encabezan la manifestación, visitan a Edipo en actitud suplicante.
Uno puede leer en los primeros diálogos, exclamaciones tales como: “Yo, al que ustedes
llaman el eminente Edipo...” o “Poderoso Edipo que reinas en el país...”. Sin embargo, esto no
está incluido a efectos de resaltar expresamente el poder del personaje central. Son meras
fórmulas de tratamiento al rey de iguales características que las usadas hoy ante altos cargos,
por Ej.: excelentísimo señor presidente de tal, o su majestad el rey de cual. Sófocles refleja las
fórmulas en uso de su época, tal como otros autores.
Es importante darse cuenta, además, que el pedido popular ante Edipo no está motivado por
su condición de rey o su poder soberano.
La razón que lleva al sacerdote a acudir a Edipo es que se le considera el “salvador de la
ciudad” por su anterior intervención que los libró de la maldición de la esfinge. Es por este
antecedente, y confiados en que repetirá la acción salvadora, que se le pide que “busque
remedio” para estos nuevos males que asolan la ciudad de Cadmo.
Sófocles muestra al rey preocupado por el sufrimiento de su pueblo y ocupado, no en su
prestigio, sino en encontrar una respuesta que acabe con el mal. Por eso escucha lo que le dice
el anciano y por eso ya había dispuesto el envío de su cuñado Creonte al templo de Delfos para
conocer qué votos o sacrificios se debían realizar a fin de salvar a la ciudad.
Sófocles no da indicios que permitan sospechar un afán de gloria en Edipo. Muestra, más bien,
a un gobernante interesado en el bienestar de su pueblo, que hace público su ruego al dios
Apolo solicitándole que la corona de laureles que porta su cuñado, al que ve regresar, sea
señal de los buenos augurios que tanto espera.
La llegada de Creonte es el elemento que el autor utiliza para revelar la razón que, de acuerdo
a la creencia popular de su época, sería el origen de todos los males del presente.
El oráculo de Delfos le informó que el asesino de Layo, el anterior rey, se encuentra
conviviendo entre el pueblo y que debe ser localizado. Sólo su destierro o su muerte apagará la
peste.
Así queda claro que es la no expiación de un crimen cometido en el pasado la causa del mal. Se
muestra la dura mano de los dioses castigando la inacción de los hombres que no han hecho
justicia.
Esta escena deja ver a un Edipo que no tiene nada que ocultar y, sin temores, invita a Creonte
a hablar frente a todos.
Desconoce los pormenores del asesinato de Layo y se manifiesta preocupado y diligente en
conocer los antecedentes y aún en encontrar algún testigo que pueda aportar datos.
Incluso, consciente de la infausta suerte de su antecesor, teme que el asesino también lo mate
a él. No por temor a la perdida del poder sino de su propia vida ante un oculto asesino que
quizá lo mate por su sola condición de rey. Un temor similar al que vive un chofer de taxi
cuando se entera del asesinato de otro chofer de su misma compañía.
Termina la escena con un Edipo que se compromete públicamente a efectuar una
investigación que esclarezca el caso y haga justicia.
Esta será la “verdad” que dioses, realeza, sacerdotes, adivinos, ciudadanos y esclavos querrán
conocer para que se restablezca la calma y el bienestar en la ciudad.
Prosigue el desarrollo de la obra con una tristísima súplica a cargo del Coro que acentúa la
terrible desolación que devasta a la ciudad, amenazándola con la desaparición. Se clama a
todos los dioses pidiendo su intervención favorable.
Edipo, atento a este ruego y a su condición de rey ordena se le informe sobre el asesino, si es
que se sabe de él, sea nativo o extranjero.
Da su palabra de que, sea quien sea, hará justicia.
A todas luces, desconoce cuán trágicamente implicado está él en este asunto.
En una muestra más de su hombría de bien resalta que no debió ser necesario que un dios
pidiera justicia. Les reprocha que ellos mismo debieron haberla efectuado sin demora para no
dejar impune el crimen del más eminente de sus hombres y, además, su rey.
Finalmente profiere maldiciones contra el asesino y a cualquiera que le oculte.
En respuesta a estos dichos, en nombre del Coro, habla Corifeo informando que si no han
noticiado nada es porque nada saben y sugiere se procure la intervención de un famoso
adivino ciego, Tiresias.
Poco antes de cerrar la escena, Sófocles utiliza dos breves párrafos para resaltar el carácter
honroso de Edipo. Tomar nota de ello me parece vital para conocer el punto de referencia que
el autor parece desear que tengamos sobre el personaje central.
Luego de señalarle Corifeo al rey que el asesino, si estaba en el pueblo, seguramente se habrá
marchado tras escuchar las imprecaciones del monarca, éste le responde que “a quien no lo
asusta el crimen, tampoco lo intimidan las palabras”.
El significado de esto es claro: Se ve a Edipo consciente de la falta de valores que caracteriza a
las almas dispuestas al mal y, por este medio, se lo perfila como opuesto a esta condición. Él es
y será siempre respetuoso de los valores. Este análisis quedará totalmente confirmado cuando
se observe como el monarca cumple y ordena cumplir sobre su propia persona la pena que él
mismo había establecido para el culpable.
Sófocles nos pinta un hombre de palabra (quizá proponiendo un modelo) que pondrá la suya
propia como garantía de su acción, más allá que, luego de descubrirse culpable, bien pudiera
haberse escudado en frases como la pronunciada por él mismo en “Edipo en Colono”, cosa que
no hizo: “Si mi padre fue prevenido por los oráculos sobre que moriría asesinado por su hijo:
¿Con qué justicia se me puede imputar eso a mí que ni había sido engendrado por mi padre ni
concebido por mi madre, cuando aun no había nacido?”. En esta misma obra y casi
inmediatamente después de lo expresado, Corifeo le dice al rey Teseo, en alusión a Edipo:
“Vuestro huésped, Majestad, es honorable y merece ser defendido dado sus terribles
desgracias”.
El nuevo personaje que incorpora Sófocles es una pieza fundamental para el crecimiento de la
trama y del clima de sospecha. Por intermedio de Tiresias, el adivino ciego, una mezcla de luz y
tinieblas inundará la escena, obligando a todos los personajes a apurar el desenlace.
Cuando Edipo, que lo había enviado a buscar, advierte su llegada se alegra y, cargándolo de
elogios, le suplica que ayude a la ciudad.
Termina su discurso con una frase con la que, nuevamente, el autor dibuja el carácter moral
del monarca:
...