ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Anatomia.


Enviado por   •  29 de Abril de 2013  •  Informes  •  1.145 Palabras (5 Páginas)  •  301 Visitas

Página 1 de 5

sobre sus estudios del ovario humano. Aunque ya en ese entonces Leeuwenhoek era

muy huraño y desconfiado, permitió a Graaf que mirase por aquellos diminutas lentes,

únicas en toda Europa. Después de mirar por ellas, Graaf se sintió avergonzado de su

propia fama y se apresuró a escribir a sus colegas de la Real Sociedad:

«Hagan ustedes que Antonio van Leeuwenhoek les escriba sobre sus

descubrimientos.

Con toda la ingenua familiaridad dé un campechano que no se hace cargo de la

profunda sabiduría de los filósofos a quienes se dirige, Leeuwenhoek contestó al ruego

de la Real Sociedad. Fue una misiva larga, escrita en holandés vulgar, con digresiones

sobre cuanto existe bajo las estrellas. La carta iba encabezada así: «Exposición de

algunas de las observaciones, hechas con un microscopio ideado por Míster

Leeuwenhoek, referente a las materias que se encuentran en la piel, en la carne, etc.;

al aguijón de una abeja, etc.» La Real Sociedad estaba absorta. Aquellos sofisticados

y sabios caballeros quedaron embobados, y les hizo gracia; pero, sobre todo, la

Sociedad quedó asombrada de las maravillas que Leeuwenhoek aseguraba haber visto

a través de sus lentes. Al dar las gracias a Leeuwenhoek, el Secretario de la Real

Sociedad le dijo que esperaba que esa su primera comunicación fuera seguida de

otras. Y, lo fue, por cientos de ellas en el transcurso de cincuenta años. Eran unas

cartas en estilo familiar, saturadas de sabrosas comentarios sobre la ignorancia de sus

vecinos exponiendo las imposturas de los charlatanes y refutando supersticiones

añejas; entreveraba reportes de su propia salud, pero entre párrafo y párrafo de esta

prosa familiar, los esclarecidos miembros de la Real Sociedad tenían el honor de leer

descripciones inmortales y gloriosas de los descubrimientos hechos con el ojo mágico

de aquel tendero de Delft. ¡Y qué descubrimientos! Cuando se para mientes en ellos,

muchos de los descubrimientos científicos fundamentales nos parecen sencillísimos.

¿Cómo explicarnos que por miles de años los hombres anduvieran a tientas sin ver lo

que tenían ante sus ojos? Lo mismo sucedió con los microbios. Hoy en día casi no hay

nadie que no los haya contemplado haciendo cabriolas en la pantalla de algún

cinematógrafo; gentes de escasa instrucción los han visto nadar bajo las lentes de los

microscopios, y el más novato de los estudiantes de Medicina está en posibilidad de

mostrarnos los gérmenes de cientos de enfermedades. ¿Por qué fue tan difícil, pues,

descubrir los microbios?

Pero dejemos a un lado nuestra petulancia, y recordemos que cuando

Leeuwenhoek nació no existían microscopios, sino simples lupas o cristales de

aumento a través de los cuales podría haber mirado Leeuwenhoek, hasta envejecer,

sin lograr descubrir un ser más pequeño que el acaro del queso. Ya hemos dicho que

cada vez perfeccionaba más sus lentes, con persistencia de lunático, examinando

cuanta cosa tenía por delante, tanto las más íntimas como las más desagradables.

Pero esta aparente manía, le sirvió como preparación para aquel día fortuito en que, a

través de su lente de juguete, montada en oro, observó una pequeña gota de agua

clara de lluvia.

Lo que vio aquel día, es el comienzo de esta historia. Leeuwenhoek era un

observador maniático; pero ¿a quién, sino a un hombre tan singular se le habría

ocurrido observar algo tan poco interesante: una de las millones de gotas de agua que

caen del cielo? Su hija María, de 19 años, que

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (7 Kb)  
Leer 4 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com