Análisis De Capítulo 68 Rayuela
DColmenares14 de Septiembre de 2013
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Escrito Seleccionado: Capítulo 68, Rayuela.
Autor: Julio Cortázar.
“Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.”
Análisis:
El análisis del Capítulo 68 debe comenzar por el particular lenguaje usado en el mismo: el gíglico. Este lenguaje, inventado por el propio autor, está basado en la misma sintaxis del español, pero con la sustitución de algunos verbos y sustantivos por palabras ininteligibles; lo que representa un desafío al lector que debe salir de la naturalidad y neutralidad de la lectura para convertirse en un personaje activo en la interpretación de las figuras que Cortázar trata de dibujar. Esto es sólo posible desde la aceptación de las imágenes sensoriales que pueden interpretarse –mas no describirse- en la narración.
Esta imperiosa necesidad de interpretación por parte del lector es lo que hace altamente interesante este capítulo y la presunta situación que describe. Sin embargo hay elementos que escapan de presunciones y gozan de cierta certeza, a saber: la participación de dos entes de sexos opuestos (él y ella) y la interacción entre éstos “Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso…”, así como la cronología de los sucesos “Y sin embargo era apenas el principio…” y la sensorialidad de la situación “…sintiendo cómo poco a poco…”. Estos elementos no presuntos son los responsables de crear un bosquejo de la situación que inmediatamente llevará al lector a presuponer o rememorar alguna situación conocida previamente.
Es desde este punto donde comienza la interacción del lector con el escrito; el primero buscará pistas -desde la sensorialidad- que pueda fácilmente adaptar a la idea que presupuso y que le van dando cuerpo, forma y sentido, hasta que la lectura pretenda una naturalidad que no necesariamente le corresponde. También es notable la genialidad de Cortázar al crear palabras que por sonoridad –y colocadas en momentos específicos del escrito- pueden asociarse a alguna palabra del español, como ejemplo clinón, utilizado para describir un punto álgido de la situación en su parecido con clímax; jadehollante, utilizado como adjetivo de una acción en su parecido a jadeante; resolviraba utilizado ya para el final de la descripción en su parecido con resolvía; carinias en su parecido con caricias.
Con los elementos descritos (certeros y supuestos por asociación) puede bosquejarse la intención oculta –y que parece funcionar- de Cortázar: una enumeración de características que apuestan a la creación de una imagen del acto sexual. Simplificando un poco la enumeración se tendrían dos personas, una interacción sensorial entre
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