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Ceguera


Enviado por   •  4 de Junio de 2013  •  Tesis  •  2.053 Palabras (9 Páginas)  •  166 Visitas

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'Ensayo sobre la ceguera', José Saramago nos invita a abrir los ojos

19 de septiembre de 2009 | 14:28 CET

Miguel Ortiz

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Ensayo sobre la ceguera es la décima novela de José Saramago, publicada en 1995, y junto a Todos los nombres, editada dos años después, supuso el salto de calidad definitivo que lo llevó a ser considerado merecedor del Premio Nobel de Literatura, honor que le otorgó la Academia Sueca en 1998.

‘Ensayo sobre la ceguera’ no es un ensayo, pero tampoco es una novela; al menos, no sólo una novela, sino un híbrido de ambos géneros que, fusionados, multiplican sus cualidades gracias al buen hacer del escritor luso. Aprovechando la cercanía entre el gallego y el portugués, escogí leerla en su idioma original, algo que aconsejo a todo el mundo, especialmente a mis paisanos: requiere cierto esfuerzo inicial y comenzar con lentitud, pero llegará un momento en que el cerebro te hará ‘click’ y a partir de ahí podrás disfrutar del inmenso placer de leer a Saramago en su lengua materna. La traducción española, publicada por Alfaguara en 2001, está llevada a cabo por Pilar del Río, mujer del escritor portugués.

La novela (que esta vez no os voy a destripar) aborda el caos producido por una inédita plaga de ceguera repentina que abate a una ciudad no identificada. Dicha “ceguera blanca” (así es como la definen los afectados, pues lo único que pueden ver es un infinito manto lechoso) es científicamente inexplicable, incurable y muy contagiosa. Al comienzo de la pandemia, el gobierno intenta tomar cartas en el asunto, poniendo a los enfermos en cuarentena. Allí acabarán todos nuestros protagonistas y, a medida que la catástrofe avanza y el Estado se ve desbordado, sus condiciones irán empeorando hasta convertirse en un auténtico drama humano.

Uno de los recursos estilísticos más destacados es la omisión de los nombres propios de los protagonistas, opción por la que también se decantará en La caverna (2000) y Ensayo sobre la lucidez (2004); así, los personajes son simplemente ‘la esposa del médico’, ‘la niña con los lentes oscuros’ o ‘el ladrón de coches’. Hay críticos y lectores que han visto en ello un intento de impersonalización pero yo no diría tanto: las exhaustivas descripciones físicas y psicológicas de los protagonistas los definen mucho más que cualquier nombre que pudieran tener.

En el plano formal, nos encontramos con una técnica que Saramago había creado para Levantado del suelo (1980) y que consiste en la construcción de estructuras sintácticas muy complejas, creando oraciones que son auténticos párrafos y, consecuentemente, párrafos que superan la página de extensión. Para ello, abusa de la subordinación y fuerza la puntuación, utilizando comas donde los demás creeríamos conveniente un punto y evita separar los diálogos como manda la ortodoxia, sino que los introduce uno tras otro, delimitados por comas y encabezados con mayúscula. Como no explicita quien habla, el lector vago puede perder el hilo de la conversación pero yo creo que, teniendo en cuenta el excelente retrato que el autor hace de los personajes, no es tarea difícil adivinar o al menos suponer quien tiene la palabra.

Como ha explicado el nobel portugués, su intención es marcar el ritmo de la lectura, aumentando el número de pausas cortas y reservándose los saltos de párrafo para destacar los cambios de tercio. Su narrador se introduce en la trama para reflexionar e incluso divagar sobre diferentes asuntos de toda naturaleza, siendo, obviamente, el propio Saramago quien nos deja verdaderas perlas de su personal modo de ver la vida.

Saramago utiliza la ceguera física de sus personajes ficticios para hablar de la invidencia mental de las personas reales. El individualismo, la insolidaridad y la corrupción moral en el que se ven sumidos los ciegos en su destierro forzoso es, en verdad, el diagnóstico que hace el escritor luso de la sociedad occidental contemporánea. Sus miserias son las nuestras, porque nosotros, teniendo la facultad de ver, nos hemos ido quedando ciegos. Como dice la cita del Libro de los consejos, del Rey Don Duarte, que aparece en la contraportada de la edición portuguesa:

Se puderes olhar, vê. Se podes ver, repara.

Aunque la novela tiene cierto aire coral, la trama sigue los pasos de la mujer del médico. Ella es la única persona no afectada por la ceguera y, empujada por el amor, sigue los pasos de su marido hasta el confinamiento al que son llevados los enfermos. Allí se ve moralmente obligada a hacerse cargo del bienestar de las personas con las que coincide, aceptando la responsabilidad de guiar a los que no ven. Sus primeros actos nacen de su bondad, de su altruismo, pero a medida que la situación en el edificio empeora, lo que al principio eran actos de nobleza más tarde se convierten en obligaciones, llegando a verse superada por algunas circunstancias. Aun así, cumplirá muy notablemente con la carga de ser la única que puede ver en un mundo de ciegos.

No creo, como he leído por ahí y escuchado a algunas personas con las que he hablado sobre la novela, que Saramago pretenda hacer un llamamiento a las élites políticas o culturales (aquellos que “pueden ver” lo que la mayoría no puede) para que saquen a la sociedad del pozo en el que nos hemos sumido. Para mí el llamamiento es una invitación al lector, al individuo, para que reaccione, se quite las vendas y mire a los ojos a la realidad, pues el mundo actual no necesita grandes héroes como los de antaño, sino pequeñas heroínas como la esposa del médico, personas anónimas que aporten su granito de arena en mejorar su vida y la de su entorno.

La adaptación cinematográfica de ‘Ensayo sobre la ceguera’, de Fernando Meirelles, aprobada y defendida por el propio Saramago, se quedó, en mi opinión, muy lejos de la talla mínima, como unánimemente juzgaron

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