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Como Hacer Un Ensayo


Enviado por   •  3 de Noviembre de 2014  •  1.653 Palabras (7 Páginas)  •  192 Visitas

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Escribir sobre nuestra vida también es adquirir una nueva comprensión de ella, a una edad en la que pensamos que nos conocemos muy bien. El novelista Stephen King dijo: “Escribo para averiguar lo que pienso”. Esto significa que hasta que no plasmamos una experiencia en el papel, hasta que no encontramos las palabras exactas para describirla, no podemos apreciarla o entenderla completamente. Al reunir nuestras experiencias en un relato, nos formamos una idea clara de nuestra existencia. Se trata de crear un legado que no tiene un valor económico, sino un valor sentimental y emocional mucho mayor para nuestros familiares y amigos.

Hay tantos tipos de memorias como de personas. Al igual que Walls y McCourt, podés escribir sobre tu infancia; sobre lugares que hayas visitado, como hizo Elizabeth Gilbert en sus exitosas memorias Eat, Pray, Love (comer, rezar, amar); sobre alguien que haya dejado honda huella en vos, como Lorna Kelly en The Camel Knows the Way, que relata los años que pasó con la madre Teresa y las Misioneras de la Caridad; sobre un delito o injusticia que hayas presenciado, como Mary-Ann Tirone Smith en Girls of Tender Age, que narra el asesinato de una compañera de escuela, o escribir tus recuerdos sobre cualquier otra cosa, por trivial o irrelevante que te parezca. Todos tenemos historias almacenadas en el inconsciente en espera de ser trasladadas al papel.

El desafío es empezar: hacer que surja la historia. La recompensa estará en su esfuerzo y no en el elogio público, así que no necesitás ser un escritor profesional ni tener contactos en la industria editorial. Simplemente podés escribir para vos mismo.

Lorna Kelly se dedicó casi 16 años a contribuir a la labor de la madre Teresa. Dejó el puesto que tenía en la casa de subastas Sotheby’s, en Manhattan, para trabajar en los barrios pobres de Calcuta y en otros lugares del mundo. “A veces, cuando estaba en los Estados Unidos daba conferencias”, refiere. “La gente me aconsejaba que escribiera mis experiencias. No me considero una escritora, pero me dijeron eso tantas veces que al final me convencí y empecé a escribir. Fui muy ingenua porque pensé que escribiría un libro y una semana después estaría ocupada en otra cosa. Al final, por supuesto, me dediqué de lleno a la escritura”.

Kelly publicó su libro por su cuenta; imprimió 10.000 ejemplares con fondos que obtuvo haciendo trabajos temporales (entre ellos uno como portera de un edificio). Gracias a la publicidad de boca en boca y a su propio empeño, reimprimió el libro y hasta ahora ha vendido 15.000 copias.

“El éxito no se mide por la cantidad de libros que uno llega a vender —dice—, sino por la satisfacción de producir algo tan personal y valioso”.

Mary-Ann Tirone Smith, en cambio, ya había publicado ocho novelas cuando decidió relatar una experiencia que la obsesionó durante décadas. Cuando tenía nueve años, una amiga suya llamada Irene fue violada y estrangulada; sin embargo, como eran los estoicos años 50, nadie comentó nada sobre el crimen. Mucho tiempo después Smith decidió “sacar el tapón del desagüe”, y los recuerdos empezaron a fluir. “Uno cree no poder recordar con detalle algo que pasó hace tanto tiempo —señala—, pero sólo hay que buscar un lugar tranquilo y ponerse a escribir. Entonces uno comienza a ver toda la escena delante de sus ojos. Es increíble”.

Una advertencia: algunos recuerdos pueden ser dolorosos. “Escribir tus memorias es como prepararte para la confesión”, dice McCourt, quien publicó “Las cenizas de Ángela” a los 66 años de edad. “Hay que hacer un examen de conciencia”. Y eso implica honestidad. No podrás escribir unas memorias sinceras si te preocupa lo que puedan pensar tus familiares o amigos. Aunque la verdad duela, si así sucedió, no hay otra manera de contarla. Por lo menos los lectores reconocerán tu valentía y te respetarán.

“Cuando uno es realmente honesto y revela todo, ayuda a los demás”, dice Lorna Kelly. “Se dan cuenta de que no están solos, de que no son anormales: alguien más se ha sentido exactamente igual que ellos o ha vivido sus sueños. Si se escatima la verdad, entonces se perjudica a los otros. La honestidad no es un regalo sólo para los demás; lo es también para uno mismo”.

El otro requisito para escribir memorias veraces es la retrospección. No basta con hacer una crónica de la propia vida como si uno fuera periodista de un diario. Las memorias exigen escribir sobre lo que se ha aprendido de las experiencias personales. Por ejemplo, Jeannette Walls al principio escribió sobre su infancia como si fuera una observadora imparcial, y el resultado, según su agente literario, fue una historia “envuelta en celofán”. Sólo cuando rememoró sus sentimientos y emociones de chica, el relato cobró fuerza y se volvió real.

“Cierta vez, un terapeuta me dijo que lo que yo había hecho en mi libro era justo lo que él trataba de que hicieran sus pacientes: encarar la verdad”, dice Walls. “Durante muchos años huí de ella, pero la verdad siempre nos alcanza, y escribir fue mi manera de encararla. Las cosas que nos persiguen,

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