Discurso: la importancia de los derechos de los niños y de los adolescentes

Buenos días:

Hoy mientras venía a clase un poco aturdido por el tráfico y el sonido de las bocinas de los vehículos, un mensaje llamo mucho mi atención, un mensaje que a simple vista no tendría nada especial sino fuera porque para muchos adultos no tiene ningún significado, pero para nosotros si es de gran importancia.

“Los niños ya conocemos nuestros derechos, solo falta que ustedes los adultos los respeten”, decía el mensaje.

Yo, al igual que muchos de ustedes tengo el privilegio de asistir a este gran colegio, de contar con una vivienda, con juguetes y otros beneficios.

Pero no estoy aquí para hablar de mí, ni de ustedes, ni de la desesperación de los padres por alcanzar el título en las olimpiadas,…sino para hablarles del respeto por los derechos de los niños, y sobre todo de esos niños que no tiene nada, que están desprotegidos, que los adultos transgreden sus derechos en forma reiterada.

Es necesario que las familias, el colegio, los políticos, la sociedad en general tome conciencia de la importancia de los derechos de los niños, niñas y adolescentes, no basta que nos llenen de cosas materiales, sino simplemente que respeten nuestros derechos para que podamos tener un adecuado desarrollo físico, mental y social, lo cual es un Derecho Universal y está por encima de todas las cosas.

No permitamos que se maltraten o utilicen a los niños, queremos vivir siempre alegres, que nada perturbe nuestro desarrollo, que nadie haga que tengamos que saltar etapas, no nos hagan adultos antes de tiempo, nosotros no tenemos la culpa de sus problemas, nosotros tenemos derecho a ser felices, a gozar cada etapa de nuestras vidas, nosotros los niños ya conocemos nuestros derechos, solo falta que ustedes los adultos los respeten.

Quiero terminar mi discurso con las palabras de Juan Pablo II, que pronunció en la alocución del 17, VIII, 1994, al señalar: “No podemos descuidar el papel de los niños en la iglesia. No podemos por menos de hablar de ellos con gran afecto. Son la sonrisa del cielo confiado a la tierra. Son las verdaderas joyas de la familia y de la sociedad. Son la delicia de la sociedad. Son los predilectos de Jesús, y de la Iglesia, y el Papa no puede menos de sentir vibrar en su corazón, por ellos, los sentimientos de amor del corazón de Cristo”.

Gracias.

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