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El Amigo Del Ayer

vimazu12a2 de Mayo de 2013

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El amigo que se quedo en el ayer

Recuerdas los momentos nocturnos sentados en la vereda conversando de cómo sería nuestro futuro, chicos de 14 años tratando de ver el futuro cuando su presente podría quedarse en el pasado de inmediato

Éramos de unos barrios marginales, pobres en que la necesidad de sobrevivir era mas urgente que los parámetros de una vida decente

No juramos amistad de por vida y lo sellamos con sangre y para ello nos hicimos un corte en el brazo, pensamos que ello sería más fuerte que los avatares de la vida

El gordito Walter se nos unió, buena gente, no se metía con nadie en los pleitos diarios, ¿oye te acuerdas del mono blanco?, si aquel chiquillo salido recién de la correccional, venía del barrio de Lurigancho, se paseaba por el barrio como el bacán, luego de varios días, tu hermano Virgilio, el emperador de nuestro territorio, no podía permitir tremenda osadía, designo a varios de nosotros de su misma edad para que se agarre a golpes y lo botaran del barrio, como sabíamos de esto nos hicimos humo, el Meco y otros fueron demolidos por el mono blanco, era un tremendo mechador, hasta que un día el Emperador Virgilio te designó a ti para hacerle frente, se acercó, te escupió y volteando hacia donde estaba yo tratando de pasar desapercibido me escogió, de inmediato se armó la redondela con los muchachos del barrio que comprendía como cinco manzanas o más que siempre nos reuníamos, más aún sabiendo lo que estaba planeando El Emperador

Lo vi con temor, tenía contextura fuerte, de mi tamaño, lo había visto pelear contra Saúl, un chico menor que nosotros pero peleador de los malos, que le gustaba hacer daño como sea cuando se agarraba a trompadas, pero muy poco hábil peleando, sin embargo noté miedo en el mono blanco cuando los golpes no sólo iban al cuerpo sino cuando estos tenían destino peores que una simple pegada y por eso trataba que se terminara rápido. Nos enfrascamos en una pelea que ahora podíamos llamarla vale todo, usamos piedras, tierra, nos mordimos y luego de un tiempo que me pareció siglos el Emperador paró la batalla y la declaró empate, al día siguiente iba el desempate.

Reunidos los tres patitas, César, Walter y el demolido que era yo, también estaban los simpatizantes, mi hermano menor, Javier y Oscar, el hermano mayor de César, éste siempre le hacía la mancha al Emperador, es por eso que éste le ponía rivales fáciles de vencer, mientras la hermana de César, abastecida de algodón alcohol y otras medicinas trataba de curarme más o menos para ponerme presentable para ingresar a casa porque si mi padre se daba cuenta de lo sucedido recibía otra paliza por tonto

Menos mal que el famoso Mono Blanco no apareció más por el barrio, para alivio de mi machucado cuerpo.

Como ha pasado el tiempo, más de cuarenta años, si reconozco que fui un traidor a nuestra promesa de amistad eterna, no podía permitir que mi vida siguiera ese camino de peleas, robos menores pero que ya estaba siendo aceptado por nuestra secta LA SANGRE AMIGA, éramos reticentes a ingresar al grupo de los ilegales, pero tanto tú como Walter habían participado en algunos de estas cosas y discutíamos si había forma de tener la ropa y plata de que ellos disponían, como producto de sus fechorías, si a penas nuestros padres tenían para traer la comida diaria, menos para darnos lo que ellos poseían por lo cual se mofaban de nosotros.

Me triture el cerebro estudiando, Javier y yo ingresamos a los institutos militares, mi hermano a la U, Walter fue asesinado en una pelea callejera, Oscar ladrón de medio pelo y cachueleando por ahí, tu hermana se casó con un viejo que podría ser su abuelo y tu viviendo de los maricones, ahora que recuerdo te vi. en una oportunidad cuando estábamos sobre los cuarenta años, parecía que no llegabas a los treinta, supe también que eras proxeneta y vivías de los homosexuales, es por ello que traicioné ese juramento de sangre, tuve la fuerza de voluntad de salir de esa ratonera de vida con ayuda de mucha gente del barrio, de chicas y chicos que no querían tener el futuro de la mayoría de esas personas viejas y rendidas de miradas oscuras sin mañana. Que pena que algunos salimos y tu amigo te quedaste en el ayer.

Tu padre cantaba tangos en una estación de radio en un programa que intercalaban profesionales y aficionados, por sus presentaciones le daban algo de dinero y con esa platita traía su o sus pollos a la brasa, que en ese tiempo recién salía al mercado para su venta en esa modalidad, había una pollería cerca al barrio que presentaba al pollo en una canastilla y una jarra con agua y limones al costado, muchos se ahorraban la gaseosa. Creo que tu afición al canto viene por esa línea, tu jale con las chicas se originaba por esta cualidad, pero necesitabas tu guitarra, esta la conseguimos de varias formas, en esa época el canal 2 presentaba un programa de la nueva ola, eran los sábados a las 5 de la tarde, en ese programa se presentaban los mejores nueva oleros, Jorge Conti, Pepe Miranda y otros, el presentador era un chileno de esos que de lejos parecen y de cerca son como dice Phillips Batter cuando se refiere a Burga, el presidente de la Federación de Jutbol peruano, conociste a un “amigo” de este pata, y tratamos de que te metiera en su programa porque también se presentaban aficionados en un pequeño concurso dentro del mismo, oye verdad que también salió de ese programa concurso de canto Denis Valvi, interpretaba unas canciones bobas e insulsas, gran comentarista de televisión en tiempos recientes pero más loco que una cabra, no lograste cantar nunca en televisión pero llegaste ser pareja de este “amigo”, con la plata que lograste sacarle y con el producto de nuestro trabajo vendiendo aserrín a las muchas cantinas que abundaban en nuestro populoso barrio compramos la bendita guitarra, habían más cantinas que piedras de los cerros que rodeaban nuestro querido y recordado Ciudad y Campo, cerros cubiertos de casas, tipo casuarinas, pero sin luz, agua, ni siquiera caminos, y estas casas empezaban en el llano y terminaban en la punta del cerro, pobre aquel que se olvidaba de algo, jamás regresaba a traerlo, se quedaban sin el periódico del día con los grandes titulares de choques y muertos a grandes letras o de la jamonada para adornar los panes de la cena.

Estas piedras hacían que el camino se llenaran de caídas y pérdidas de dientes y te llenaban de adornos corporales, pero no tan profundas como los golpes directos al alma que daban las cantinas a sus indefensos concurrentes que las llenaban desde el día viernes hasta el domingo en la mañana, estos asiduos perdedores se llenaban el pecho gritando al mundo que “chuparon hasta que le echaron aserrín” este aserrín que vendíamos nosotros.

Mi padre tenía un pequeño taller de carpintería; confeccionábamos estuches de madera, hablo en plural porque ahí trabajaban toda la familia, mi viejita, hermanas y César de vez en cuando; él era uno de los que salían con aserrín en los pies, recuerdo algunas veces que se aparecía un domingo en medio de la calle en la hora que la gente regresa de misa y otros van o vienen del mercado, el caminaba en medio de la pista, al centro de ambas veredas, digo al centro para configurar la escena, porque en realidad caminaba de un lado al otro y no avanzaba nunca, las personas miraban con tristeza, con rabia, seguramente la mayoría con sonrisas equivocadas porque ese era su mundo diario. La escena se asemejaba a una película del oeste, el bandido al centro de la calle que apenas camina porque el joven de la película le había ganado el duelo y le había metido cincuenta y seis balazos en el cuerpo pero este bandido no tenía balas en el cuerpo sino cincuenta y seis botellas de cerveza, su difícil caminar estaba acompañada por su mirada verde transparente, no el verde transparente de sus pupilas sino que sus ojos eran un vacío de conciencia y de esperanza de perseguir una vida mejor.

Mi madre me ordenaba que lo trajera antes que se cayera tan largo era sobre el cochino suelo, la vergüenza cubría todo mi ser, era más grande que la sombra que proyectaba el edificio de nueve pisos ubicado al comenzar la calle, que hacía más real la calle polvorienta del oeste peliculero dándole la forma de un espejismo de penumbras y sol por los extremos, éste arte arquitectónico tenía una mayor inclinación que la torre Pisa, el dueño era un coronel retirado de la policía que por ahorrarse unos soles lo había construido con unos subalternos y con la ayuda de unos inexpertos obreros, solo estaba habitado por su esposa, hijos y unos pariente pobres tremendamente osados con genes anti sísmicos; pero este señor, mi padre, al llegar a casa pareciera haber ingerido una pócima hecha por el mejor chaman norteño le que quitaba la tranca y se volvía el hombre malo armando el gran lío familiar, hecho común en todas las familias del triste barrio dominguero.

Como pasa la vida, no se como te juzgas, pero creaste en nosotros muchas desdichas, pero sabes también que te perdoné. Los ruegos de las personas que te quisieron, los hubo, se que no fuiste malo de corazón, la vida no te dio oportunidades, no tuviste la fortaleza de superar los tropiezos de la vida dura, ruego que estos rezos te hayan acercado a Jesús y El con su bendita dulzura te tenga a su lado, bueno esta no es tu historia es la mía, te dejo con El.

La guitarra era mas vieja que abuela de dinosaurio, pero sonaba y jalaba público, tal es así que el policía juerguero que cada viernes o sábado que no estaba de servicio armaba unas encerronas festejando los cumpleaños del barrio, con el recorrimos kilómetros de

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