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El Dia Que Me Volvi Invisible


Enviado por   •  23 de Marzo de 2015  •  938 Palabras (4 Páginas)  •  317 Visitas

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El dia que me volvi invisible

No sé que día es; en esta casa no hay calendarios, y en mi memoria los días están hechos una maraña; me acuerdo de esos calendarios grandes, unos primores, ilustrados con imágenes de los santos, que colgábamos al lado del tocador.

Ya no hay nada de eso, todas las casa antiguas han desaparecido; y yo, yo también me fuí borrando sin que nadie se diera cuenta.

Primero me cambiaron de recámara, pues la familia creció; despues me pasaron a otra aún más pequeña, acompañada de una de mis biznietas; ahora ocupo el cuarto de los trebejos, el que está en el patio de atrás.

Prometieron cambiarle el vidrio roto de la "ventana" pero se les olvidó, y todas las noche por allí se cuela el vientecillo helado que aumenta mis dolores reumáticos.

Desde hace mucho tiempo tenía intensiones de escribir, pero me he pasado semanas buscando una pluma, y cuando al fín la encontraba, yo misma volví a olvidar en donde la había puesto.

A mis años, las cosas se pierden fácilmente; claro que es una enfermedad de ellas, de las cosas, porque yo estoy segura de tenerlas, pero siempre se desaparecen.

Cuando les hablo a mis nietos o a mis hijos, no me contestan; todos platican sin mirarme, como si yo no estuviera con ellos, escuchando atenta lo que dicen; a veces intervengo en la plática, segura de lo que voy a decirles no se le ha ocurrido a ninguno, y que les van a servir de mucho mis consejos.

Pero, no me oyen, no me miran, no me responden; entonces, llena de tristeza, me retiro a mi cuarto antes de terminar de tomar la taza de zafé; lo hago así, de pronto, para que comprendan de que estoy enojada, para que se den cuenta de que me han ofendido y vengan a buscarme y me pidan perdón; pero nadie viene.

El otro día les dije que cuando me muriera entonces sí que me iban a extrañar; el niño más pequeño dijo : "¿A poco tu estas viva, Abue?"; les cayó tan en gracia, que no pararban de reír.

Tres días estuve llorando en mi cuarto, hasta que una mañana entró uno de los muchachos a sacar unas llantas viejas y ni los buenos días me dió; fué entonces que me dí cuenta de que soy invisible, me paro en medio de la sala para ver si aunque estorbe pero mi hija sigue barriendo sin tocarme, los niños corren a mi alrededor, de un lado para otro, sin tropezar conmigo.

Cuando mi yerno se enfermó tuve la oportunidad de serle útil; le llevé un té especial que yo misma le preparé; se lo puse en la mesita y me senté a esperar a que se lo tomara; solo que siguió viendo la televisión haciendo como que no se daba cuenta de mi presencia; el té, poco a poco, se fué enfriando; mi corazón también.

Un viernes se alborotaron los chamacos y me vinieron a decir que al día siguiente nos iríamos todos de día de campo; me puse muy contenta; ¡ hacía tanto

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