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El Origen De La Familia


Enviado por   •  22 de Enero de 2014  •  2.639 Palabras (11 Páginas)  •  257 Visitas

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ORIGEN DE LA FAMILIA, LA PROPIEDAD PRIVADA Y EL ESTADO a Orestes. Atenea escucha a ambas partes. Todo el litigio está resumido en la discusión que sostienen Orestes y las Erinias. Orestes dice que Clitemnestra ha cometido un doble crimen por haber matado a su marido y al padre de su hijo. ¿Por qué las Erinias le persiguen a él, cuando ella es mucho más culpable? La respuesta es sorprendente:

“Ella no era de la misma sangre del hombre a quien mató”.

El asesinato de un hombre con el que no se tienen lazos de sangre, incluso si es el marido de la asesina, puede expiarse y no concierne en nada a las Erinias. Su misión es perseguir el homicidio entre consanguíneos, y el peor de estos crímenes, el único imperdonable según el derecho materno, es el matricidio. Pero aquí interviene Apolo, el defensor de Orestes. Atenea somete el caso al areópago, el tribunal supremo de Atenas, y hay un empate entre la absolución y la condena. Entonces, Atenea, en calidad de presidente del tribunal, vota a favor de Orestes y lo absuelve. El derecho paterno obtiene la victoria sobre el materno, los “dioses nuevos” vencen a las Erinias, como ellas mismas admiten, que se resignan a ocupar un puesto diferente al que han venido ocupando y se ponen al servicio del nuevo orden de cosas.

Esta nueva y muy acertada interpretación de la Orestíada es uno de los más bellos y mejores pasajes del libro de Bachofen, pero al mismo tiempo es la prueba de que Bachofen cree, como en su tiempo Esquilo, en las Erinias, en Apolo y en Atenea, es decir, cree que estas divinidades

realizaron en la época heroica griega el milagro de echar

abajo el derecho materno y sustituirlo por el paterno. Es evidente que tal concepción, que estima la religión como la palanca decisiva de la historia mundial, se reduce a fin de cuentas al más puro misticismo.

Por ello, estudiar a fondo el voluminoso tomo de Bachofen es una labor ardua y en muchos casos poco provechosa. Sin embargo, lo dicho no disminuye su mérito como investigador que ha abierto una nueva senda, ya que ha sido el primero en sustituir las frases acerca de aquel ignoto estadio primitivo con promiscuidad sexual por la demostración de que en la literatura clásica griega hay muchas huellas de que, antes de la monogamia, existió entre los griegos y los pueblos asiáticos un estadio en el que no solamente el hombre mantenía relaciones sexuales con varias mujeres, sino que también la mujer mantenía relaciones sexuales con varios hombres, sin faltar por ello a los hábitos establecidos. Bachofen probó que este uso no desapareció sin PREFACIO DEL AUTOR A LA CUARTA EDICIÓN (1891) 19 dejar su huella bajo la forma de la necesidad, para la mujer, de entregarse por un tiempo determinado, entrega que era el precio a pagar por el derecho a la monogamia; que, por tanto, primitivamente la descendencia sólo podía considerarse matrilinealmente, de madre a madre; que esta validez exclusiva de la filiación femenina se mantuvo largo tiempo, incluso en el período de la monogamia con la paternidad establecida o, por lo menos, reconocida; y, por último, que esta situación primitiva de las madres como únicos progenitores ciertos de sus hijos les aseguraba a ellas, y por extensión a las mujeres en general, una posición social más elevada de la que han tenido desde entonces.

Es cierto que Bachofen no emitió esos principios con tanta claridad, por impedírselo el misticismo de sus concepciones, pero los demostró. Y ello, en 1861, fue toda una revolución. El voluminoso tomo de Bachofen estaba escrito en alemán, es decir, en la lengua de la nación que menos se interesaba entonces por la prehistoria de la familia contemporánea. Por eso permaneció casi ignorado.

El más inmediato sucesor de Bachofen en este terreno entró en escena en 1865, sin haber oído hablar de él jamás.

Este sucesor fue J. F. MacLennan, el polo opuesto de su predecesor.

En lugar de un místico genial, tenemos aquí a un árido jurisconsulto; en vez de una gozosa y poética fantasía, las plausibles combinaciones de un alegato de abogado. MacLennan encuentra en muchos pueblos salvajes, bárbaros y hasta civilizados de los tiempos antiguos y modernos, una forma de matrimonio en que el novio, solo

o asistido por sus amigos, está obligado a arrebatar su futura esposa a sus padres, simulando un rapto con violencia. Esta usanza debe de ser un vestigio de una costumbre anterior, por la cual los hombres de una tribu adquirían mujeres tomándolas realmente por la fuerza en

el exterior, en otras tribus. Pero, ¿cómo nació ese “matrimonio por rapto”? Mientras los hombres pudieron hallar en su propia tribu suficientes mujeres, no había ningún motivo para semejante procedimiento.

Por otra parte, con no menor frecuencia encontramos en pueblos no civilizados ciertos grupos (que en 1865 aún solían identificarse con las tribus mismas) en cuyo seno estaba prohibido el matrimonio, viéndose obligados los hombres a buscar esposas —y las mujeres, maridos— fuera del grupo. Mientras tanto, en otros pueblos la costumbre es que los hombres de un grupo tomen sus mujeres sólo

en el seno de su mismo grupo. MacLennan llama “tribus” exogámicas 20 EL ORIGEN DE LA FAMILIA, LA PROPIEDAD PRIVADA Y EL ESTADO a los primeros y “tribus” endogámicas a los segundos, y a renglón seguido y sin más circunloquios señala que existe una antítesis bien marcada entre ambas “tribus”. E incluso cuando sus propias investigaciones acerca de la exogamia le meten por los ojos el hecho de que en muchos casos, si no en la mayoría o incluso en todos, esa antítesis existe solamente en su imaginación, no por eso deja de tomarla como base de toda su teoría. Según ésta, las tribus exogámicas sólo pueden tomar mujeres de otras tribus, cosa que, dada la guerra permanente entre las tribus tan propia del salvajismo, sólo puede hacerse mediante el rapto.

MacLennan plantea más adelante: ¿De dónde proviene esa costumbre de la exogamia? En su opinión, nada tienen que ver con ella las ideas de la consanguinidad y del incesto, nacidas mucho más tarde. La causa pudiera ser la costumbre, muy difundida entre los salvajes, de matar a las niñas al nacer. Esto provocaría un excedente de hombres en cada tribu tomada por separado, siendo la inmediata consecuencia que varios hombres tendrían en común una misma mujer, es decir, la poliandria. De aquí se desprende, a su vez, que se sabía quién era la madre del niño, pero no quién era su padre. Por tanto, el parentesco no consideraba la línea paterna, sino sólo la materna (derecho materno). Y otra consecuencia de la escasez de mujeres en el seno de la tribu —escasez atenuada, pero no suprimida, por la poliandria—

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