El arte en la comida.

Toda expresión del arte posee un complejo proceso de desarrollo, así como también lo refleja en la gastronomía. Todas sus gracias le son íntegramente conservadas, esencialmente la capacidad de transmitir sensaciones a través de una idea. Sin embargo, aquello yace localizado en una dimensión espectral, sin contacto inmediato con nuestras vidas, puesto como entre paréntesis y virtualizado.

Pareciera una pérdida que sufrimos al intentar espectar y valorar estéticamente algo en que, solemos confundir como principal sentido de percepción con el sabor en vez de concebirlo como una idea compleja que emana arte; porque no se advierte la gigantesca ganancia que lograríamos de solo intentarlo. En la actualidad, la existencia cobra una inmensa variedad de planos, se hace profunda, de hondas perspectivas y nos hace querer ver las cosas desde una óptica distinta. La condición de ello será que sepamos mirar desde otro foco. Es ilusorio creer que la situación artística de hoy –o de cualquier época- depende sólo de la voluptuosidad puramente estética, ya que aquella estética surge a partir de una idea, la cual por medio de la comida atraviesa sensaciones con no solamente su espectacular presentación, sino su sazón.

En los amores y odios de la vida, del arte y la gastronomía; interviene todo el resto de las condiciones espirituales del tiempo. En donde, éstas últimas, se desenvuelven a través de una apropiación gastronómica en las siguientes fotografías de primer plano, el cómo han llegado platos foráneos y ancestrales a nuestra cultura paterna para posicionarse sobre la misma gracias a ideas reconocidas socialmente como brillantes. Así, en nuestra nueva distancia al pasado colabora el advenimiento plenario del sentido histórico, germinando en zonas del alma ajenas al arte, lejanas a los aromas y degustación alguna. Dejándose caer en la embocadura misma de lo que significa la historia.

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