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En Una Tarde De Otoño


Enviado por   •  2 de Mayo de 2013  •  575 Palabras (3 Páginas)  •  603 Visitas

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En un tarde de Otoño

En una tarde de otoño, aquellas que donde el frío acalambra hasta los más diminutos huesos de nuestro cuerpo, donde la brisa más pequeña se convertía en gran ventarrón, lleno de hojas color marrón claro, cual tierra recién regada con el roció de la lluvia que anunciaba este cambio de estación; con aquella brisa, los arboles parecían moverse como goma al enfrentar con sus ramas al gran ventarrón que se aproximaba y que solo a algunos deshojaba, porque otros todavía eran fuertes, sobre todo un árbol, un precioso y muy antiguo Nogal, el cual con sus radiantes hojas verde y algunas color mostaza, todavía se mantenían fuertes y fieles a sus ramas. El contraste de aquel Nogal, no tenía una descripción perfecta, porque era inexplicablemente hermoso y con una pequeña descripción no bastaría para captar aquella hermosa creación de Dios, en pequeñas palabras.

En aquella tarde, se empezaba a juntar el sol que parecía apagarse, hacia un dueto con el cielo, para no apagar su luz, ya faltaba poco para que esa gran actuación sucediera, cuando vi una silueta acercándose al lugar donde estaba yo, así que rápidamente corrí hacia un arbusto, atrás del nogal y me mantuve oculta. No tenía palabras para describir lo tan pensativa que me había puesto, al no saber quién era aquella persona.

De pronto descubrí, que ella no sabía que estaba ahí, oculta tras aquellos matorrales. Me parecía muy extraña, jamás la había visto. Dio unos pasos y se encontró frente a aquel hermoso Nogal, lo abrazo, como nunca, y esbozo una enorme sonrisa, pude ver que sus ojos podían brillar al verlo, que alumbraban aquellos cuartos oscuros sin luz. Comenzó a aguar sus pequeñas ventanas de luz resplandecientes y no cesaban después de haber caído aquel rocío de lágrimas por sus mejillas rosadas. Aun no entendía su expresión.

Se limpio el rocío de lágrimas, y se sentó sobre el césped a contemplar aquel gran acontecimiento que era pan de cada día, pero este tenía algo especial, era dulce, como la miel que sale recién de su panal, así era aquella tarde. Ella sacó un pequeño objeto, era una flautín, para ser más precisos.

Una hermosa melodía empezaba a sonar en aquella tarde de otoño, parecía que se la dedicaba a alguien, ya que elevó sus ojos al cielo y levantó sus manos como diciendo “Aquí estoy y esta va para ti”. Con su bella música quedé endulzada, así que decidí acercármele, a preguntar en donde había aprendido a tocar, de pronto, una voz fina voz, rompió aquel sonido del flautín, parecía que se dirigía a ella, la llamó por su nombre: “Rose Rose, hija donde estas, ven aquí ya nos vamos” .

Ella se dirigió hacia la fina voz, que la llamaba. Parecía estar llena de felicidad, después de aquel rato sentada bajo aquel Nogal, que nuevamente abrazó y que dijo fuertemente:”Adiós papá te veré el próximo

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