Etica.

Toda persona busca acertar siempre. Ser eficaz, dar en el blanco, no fallar. Tomar decisiones no es fácil y a cada paso hay que hacerlo siempre en todos los momentos de la vida. Luego, a cada paso el ser humano se enfrenta al problema del equívoco a sabiendas que los errores producen consecuencias muchas veces lamentables. Un problema adicional es que nadie nace con el suficiente conocimiento para no errar. Los padres aprenden a serlo sobre la marcha porque no hay fórmulas, ellos van tras sus pequeños hijos cuidando cada cosa que hacen para evitar que incluso se hagan daños que en ocasiones son lamentables e irreversibles. Podría decirse que un papá aprende verdaderamente su oficio de padre cuando es abuelo.

En la tarea personal de vivir en sociedad ocurre lo mismo y, como con los niños, nadie viene con el conocimiento necesario para no equivocar el camino. Aprendemos con la experiencia de vivir nuestra propia vida. Sin embargo, repito, todos buscamos hacer las cosas bien siempre y desde el principio; nadie quiere equivocarse.

Las relaciones éticas son a veces sutiles y no tan claras a primera vista. Si en el centro comercial una anciana que va delante de nosotros deja caer su paraguas, ayudarla recogiéndoselo no demanda una reflexión ética. Podría suscitar cierta reflexión si no somos nosotros los que vamos detrás de la anciana sino otra persona y vemos que quien está detrás pasa de largo y no le ayuda. Sin embargo podría ser que la persona que juzgamos como indolente va distraída mirando para otro lado y no se dio cuenta del incidente, o que va urgente para el baño porque está enferma y nada lo puede detener, o tal vez está poniendo atención a su hijo pequeño que va a subir solo las escaleras eléctricas. Pero en el cúmulo de alternativas también podría ser que es indolente y egoísta.

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