INTI

INTI

En una comunidad en la provincia de Mexicana, vivía Inti con toda su familia.

Las personas de la comunidad estaban muy ansiosas por la llegada del Inti Raymi; preparaban bailes, cantos, comida, cosechaban flores y frutas, es decir todo para dar un buen festejo al dios Sol. Inti también estaba muy emocionado por festejar al dios que le había dado su nombre y quería hacerle algo especial, pero el único problema era su posición económica, lo que le impedía la compra de cualquier regalo.

Sus padres no podían darle dinero porque apenas les alcanzaba para comer. Sin embargo, Inti no se resignaba a esto, pues cada día pensaba en el dios sol.

Las personas del pueblo por su parte le habían hecho un altar al símbolo del Sol, y ahí cada uno de los pobladores del pueblo iba y le colocaba sus ofrendas y regalos; estos eran poco, pues el pueblo en sí era muy pobre.

Inti estaba muy triste por no poder acceder a algo material, así que decidió hacerle una carta; en la que le expresaba su pena por su familia y por los del pueblo por que no tenían “ni donde caerse muertos” así mismo le agradeció por lo poco que tenían; demostrando con esto su humildad.

Al acercarse a dejar su carta una luz extraña iluminó una cueva cercana, una luz como un rayo. Inti intrigado no resistió la curiosidad y fue a ver dicha cueva. Entró y se abrió paso entre las ramas, hasta descubrir con mucho asombro que lo que estaban viendo sus ojos era un increíble lugar.

Había una cascada con un pequeño lago de agua turquesa, árboles frutales, animales hermosos e inofensivos y oro por doquier.

Inti asombrado acudió muy emocionado a sus padres, los mismos que llamaron al pueblo entero, para ver lo que su hijo había encontrado. Todos se reunieron y muy felices acordaron repartir igualitariamente el oro. Así, un pueblo que siempre llevo la felicidad a pesar de su pobreza; ahora era doblemente feliz. Lo único que lo resto decir a Inti fue: “Gracia Sol, siempre te veneraré”

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