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Enviado por   •  2 de Junio de 2014  •  749 Palabras (3 Páginas)  •  156 Visitas

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ENSAYO “EL PLACER QUE NO TIENE FIN”

Extraído del libro “La Decadencia de los Dragones” de William Ospina

Poeta, crítico, novelista, ensayista, periodista colombiano, William Ospina es hoy uno de los máximos referentes de las letras colombianas y latinoamericanas, también destacado por su conocida militancia al frente del único partido alternativo al poder del ex presidente Uribe y del actual, Santos: el Polo Democrático Alternativo, de tendencia socialdemócrata de izquierda.

William Ospina quiere hacerle una analogía al lector entre el arte, la música y la literatura. Nos hace ver cómo el arte comparte un misterio con la naturaleza, un secreto que la esencia nos cuenta con sus atardeceres y la hermosura de sus paisajes, la tranquilidad de sus seres. Pienso que de allí proviene el verdadero y más puro arte, la inmensidad y la perfección de la madre tierra, la que, a través de su contacto con nosotros -quizás a veces escépticos- nos incita a soñar, a imaginar y vivir lo inconcebible.

Nos hace preguntarnos sobre la industria cinematográfica y sus diarios esfuerzos para hacernos más digeribles las ideas. Empresas que dedican millonarios esfuerzos para construir soñados espectáculos, olvidando que en la antigüedad las historias adquirían esa atmosfera mágica sólo con alguien que supiese contarlas.

El relato, a diferencia de las pantallas animadas que hemos fabricado para que nos cuenten historias, -“esas magnificas máquinas de sueños para tanta humanidad necesitada de soñar”-, aviva la imaginación, al igual que los Libros: “Los más curiosos inventos que la humanidad ha creado para compartir y transmitir sus historias”; “a pesar de ser objetos, logran transmitir la calidez a las personas, establecen un dialogo, influyen sin abrumar, relatan sin subyugar la conciencia, saben hablar y callar…”.

Por medio del lenguaje, que es abstracto, los libros nos exigen imaginar escenarios, sonidos, olores, características de los personajes, etc. Los libros nos retan a entrometernos en el laberinto de la imaginación, que no es más que memoria; nos hacen crear mundos subjetivos y surreales, nos hacen vivir como nuestras aquellas fantasías, nos alimentan el espíritu y la capacidad de soñar, de usar todos nuestros sentidos para comprender el lenguaje y el don de la fantasía de una forma más lenta que el cine por ejemplo, pero más eficaz que la malsana costumbre de ver televisión, el vicio del ocio, una prótesis de compañía, una supuesta salida del tedio de la vida diaria, un aparato que garantiza entretenimiento con poco esfuerzo: sólo oprimir el botón del control remoto y suprimir de la cabeza la capacidad de imaginar.

William da una diferencia clara y concisa a la que me adhiero respecto al cine y a la lectura, afirma que el primero es un arte de la percepción mientras

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