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Julio Cortazar

soniacajamarcab20 de Agosto de 2013

786 Palabras (4 Páginas)299 Visitas

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ENSAYO DE CARTA A UNA SEÑORITA EN PARIS

JULIO CORTÁZAR

Carta a una señorita en París, en éste cuento hay pocos personajes, los cuales están poco descritos. Generalmente, se narra un hecho único “vertical”, con una introducción, un nudo y un desenlace. La temática de estos cuentos es producto de los sueños, por lo tanto muchos de ellos son fantásticos. Esa súbita introducción del elemento fantástico en un cuento que hasta aquel momento no lo es (ya que resulta creíble y realista) es una de las características de los cuentos de Julio Cortázar.

Ya desde el principio de la obra nos damos cuenta de que el personaje está en cierto conflicto: “yo no quería venirme a vivir a su departamento...”, pero en las páginas siguientes revela que había ido a la casa para descansar. Los síntomas de su conflicto, de su crisis, de su enfermedad moderna serían entonces: el cambio constante (cuando expresa que ha cerrado muchas maletas en su vida, y se ha pasado horas haciendo equipajes); la presión de su trabajo y todo lo que hacía en su tiempo libre (leer historia argentina por ejemplo), y a su vez, la mudanza (“esta mudanza me alteró por dentro”) a un ambiente ajeno, propiedad de una persona ausente y lejana (no sólo lejana físicamente, sino lejana en el sentido de que ella -Andrée - era de una clase social más alta, refinada y de cierto modo, inalcanzable). Asimismo, todas las cosas y objetos de la casa que él no puede tocar lo oprimen de alguna forma: “Y yo no puedo acercar los dedos a un libro...destapar la caja de música, sin que un sentimiento de ultraje y desafío me pase por los ojos como un bando de gorriones”.

El personaje no puede hacerlo, pero los conejos sí. El conflicto interno que tiene el personaje le provoca una reacción corporal, que es la de vomitar el primer conejo en el ascensor para poder subir e instalarse en el departamento; según él, este acto es “un anuncio de lo que sería mi vida en su casa” (por la casa de Andrée). Recordemos que él expresa en el comienzo del cuento que no quería ir a vivir al departamento porque “le duele ingresar en un orden cerrado, construido ya hasta en las más finas mallas del aire...”. De este modo, los conejos parecen una especie de vacuna contra el orden que tanto molesta al personaje dentro del departamento (“Ah, querida Andrée, qué difícil oponerse, aun aceptándolo con entera sumisión del propio ser, al orden minucioso que una mujer instaura en su liviana residencia”). Se van multiplicando cada vez más para “atacar” al orden que resultaba nocivo para el personaje: juegan entre los objetos que él no puede tocar y que pertenecen a esa clase más alta que resulta inaccesible para él mismo (el cuadro de Miguel de Unamuno, los libros del anaquel -que son roídos por los conejos-, entre otros). Se puede decir entonces que los conejos quiebran o alteran el orden del departamento y del mundo; también corrompen el tiempo, cambiando el día por la noche. Crean un nuevo mundo, su mundo interior, bajo la luz del “triple sol” de la lámpara que también roen. Juegan y hasta destruyen los objetos que marcan la cultura, por lo cual el protagonista no tiene ni siquiera tiempo para ocuparse de sus cosas, ya que debe arreglar lo que los animales han dejado roto, como por ejemplo la lámpara con el vientre lleno de mariposas y caballeros antiguos cuyo trizado debe recomponer con el cemento especial comprado en la casa inglesa. En conclusión, el personaje se termina integrando a la vida de los conejos (inconscientemente, o no): se queda con ellos, se adapta a sus horarios, los alimenta de trébol, los cuida y vigila. El personaje, quien anteriormente se siente molesto por el orden, luego termina por imponer un ritmo en su vida: “las costumbres son formas concretas de ritmo, son la cuota de ritmo que nos ayuda a vivir”. O sea, su vomitar de conejos en

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