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La Nariz Engusanada O El Asunto De La Cebadilla.


Enviado por   •  13 de Abril de 2015  •  5.164 Palabras (21 Páginas)  •  148 Visitas

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LA NARIZ ENGUSANADA O EL ASUNTO DE LA CEBADILLA

"Por beneficio de Dios, ignoro los efectos de la envidia; miro con una grande indiferencia, todos los puestos, aún los más altos, y en esa atención jamás se verificará que por contemplación, por animosidad u otro motivo torpe, lisonjeé yo a la ignorancia: Esta es una hidra muy perniciosa, y a la que no basta cortarle la cabeza, porque le renacen inmediatamente otras siete: es necesario extirparla del todo, y para esto me he propuesto dos fines, publicar noticias importantes, y hacer frente a las falsas que se publicaren en perjuicio del progreso de las ciencias.

Mas antes de tratar de ellas me es indispensable aclarar un hecho: muchos juzgan que la Gaceta de Literatura no es parto propio, sino que se debe a tal o cual sujeto, y no falta quien añada que la compone una tertulia: pudiera ser así; pero la Gaceta de Literatura es enteramente mía ya se habrá visto la ingenuidad con que he procedido, publicando algunos papeles con los nombres de sus autores, no obstante de haberse me encargado los publicase anónimos: también es verdad que yo he compuesto uno u otro que tengo publicados como ajenos; mas el estilo no puede encubrir me y para libertarme del primer ímpetu de los criticados, uso de esta práctica, muy recibida en la república literaria: si los asuntos que expongo como propios son útiles atribúyase me su corto mérito; si infundados, castíguese me con la vara fuerte de una crítica juiciosa.

La adjunta carta es de mucha importancia, por lo que he creído publicarla antes de todo; su autor me disculpará el que me haya atrevido a borrarle ciertas expresiones, las que no entran en el plan de la curación, sino que solo manifiestan su inclinación a elogiarme, pues no puedo ser editor de mis alabanzas."

""Muy señor mío: el día 26 del próximo Agosto se me presentó Marcos Antonio, natural de Tacuba, vecino del barrio de la Magdalena, con un absceso situado en los conductos nasales, figurando una especie de saco, el que se prolongaba hasta el labio superior, formado de la membrana pituitaria, acompañado de insufrible fetidez. Determiné hacer una incisión, por la cual me prometía hallar porción de material: para esto apoyé los dedos sobre la nariz: al mismo instante percibí un movimiento vermicular, tan rápido, que me sorprendió por largo rato, y siempre que ejecutaba estas tentativas, igualmente se quejaba el paciente de agudísimo dolor. En el acto me acordé que a un muchacho vecino de la propia Villa extraje también del conducto nasal un gusano, cuya figura y magnitud me pareció extraordinaria.

En consecuencia de lo referido se me previno, podría ser igual el caso. Inmediatamente hice la incisión, por la que expelió seis gusanos robustos, con admiración del paciente y sus interesados. Intenté reconocer el conducto interiormente; mas las porciones de la membrana formaban un colgajo, el que me embarazaba totalmente; para quitar este obstáculo lo extirpé, y pude ver una innumerable acumulación de insectos que poblaban esta cavidad, tan adherentes a los cartílagos, huesos cuadrados y vómer, que para extraerlos por medio de pinzas, fue indispensable hacer un mediano esfuerzo, no sin dolor del enfermo, y algunas gotas de material sarnoso fétido. Cuarenta y cinco son los que pude extraer. Desembarazado el conducto por este medio, se manifestó el destrozo que estos habían ejecutado, pues a más de haber devorado la mayor parte de la membrana y partes contiguas a los cartílagos y huesos inmediatos, se manifestaban roídos, alterados, y solo cubiertos del tegumento, y este tan lívido, y casi extinguido el color natural, por lo que temí una pronta e irreparable gangrena. Para satisfacer la indicación que este accidente me presentaba, me pareció oportuno usar los anti-pútridos, caldos restaurantes, y vino aguado a pasto, por hallarse sumamente extenuado por la dilatada vigilia, continuados y excesivos dolores que sufrió en ocho días en los cuales me asegura no paró una onza de alimento, y menos durmió un cuarto de hora.

El 27 me manifestó tres gusanos, los que había arrojado por la nueva cavidad que se les franqueó perforando el cartílago, y por la dicha cavidad se presentaron aun en mayor número que el día anterior, y por la misma extraje siete gusanos rubicundos. En este estado, quise valerme de la cebadilla, cuya virtud acredita la feliz curación que Ud. nos comunica en la Gaceta de Septiembre de 1790 (N. 17, Tomo IV). Mandé preparar un cocimiento de este admirable vermífugo, con el que locioné por el mismo sitio que dichos insectos habían perforado. No es creíble la multitud que caía al contacto del cocimiento por ambos conductos, lo que hasta la presente no se había verificado por el siniestro.

El regocijo que tuve, al ver había hallado el mejor antídoto, no podré explicarlo, prometiendo me desde luego la ex terminación de estos, y el restablecimiento de mi pobre enfermo. Continué las lociones el tiempo que me pareció: preparé un cañoncito con los polvos de cebadilla, el que apliqué en el conducto nasal; y soplándole con ímpetu conseguí que los polvos ocuparan las celdillas o senos que dichos animales dominaban antes: después le provino nausea, a cuyo impulso arrojó por la boca cuatro gusanos, los que sin duda cayeron por los conductos posteriores; encargué la continuación de sorbos y gárgaras con el ya referido cocimiento.

El 28 recibí la funesta noticia de que a mi enfermo se le había administrado la Extremaunción, por creer sus interesados no amanecería, y que se sofocaba por instantes, a causa que estos insectos no pudiendo sufrir (según discurro) la irritación de los polvos, perforaron el hueso palatino siniestro, entre este, y los tegumentos que le tapizaban formaron otra bolsa o saco, el que le incomodaba por su volumen, e impedía celebrar las funciones más esenciales a la conservación de la vida, cuales son la inspiración, respiración, masticación y deglución. Accidente que puso a mi enfermo en los últimos periodos de la vida; de cuyo naufragio le liberté por otra incisión, por la cual extraje, ciento y ocho gusanos, los que conservo en una redoma y remito a Ud. para su inteligencia, verificación de lo expuesto y confirmación de los poderosos efectos de la cebadilla para matar los gusanos que acometen a los individuos de nuestra especie; y no dudo que esta contribuirá a el adelantamiento de las observaciones de M. Schmucker y a Ud. la gloria de ser el primero que en nuestra América ( a pesar del abogado del Dr. Rivera) dio a conocer tan excelente vermífugo, el que demuestra visiblemente lo importante que es presentar al público un medicamento adecuado al intento, nada costoso, y que con simplicidad efectúe la cura solicitada: satisface cumplidamente a los deseos de

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