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La Verdad


Enviado por   •  6 de Abril de 2014  •  437 Palabras (2 Páginas)  •  174 Visitas

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Abimelec, la insolencia lleva al desastre

Hijo del juez Gedeón que su concubina le dio a luz en Siquem. Después de la muerte de su padre, Abimélec, con presuntuosa desfachatez, procuró hacerse rey. Apeló con astucia a los terratenientes de Siquem por medio de la influyente familia de su madre, y cuando obtuvo su apoyo económico, alquiló a unos maleantes, fue a la casa de su padre en Ofrá y allí asesinó a sus medio hermanos sobre una piedra. De los setenta medio hermanos, solo escapó de la matanza Jotán, el más joven.

Abimélec fue proclamado rey, pero Jehová permitió que “se desarrollara un espíritu malo” entre los siquemitas y su nuevo “rey”, con el fin de vengar la culpa por derramamiento de sangre de todos los que tuvieron parte en la conspiración. Gaal organizó una revuelta, pero Abimélec la aplastó rápidamente, capturó y destruyó la ciudad de Siquem y la sembró de sal. Luego se dirigió contra la bóveda o cripta de la casa de El-berit (o templo de El-berit) y le prendió fuego, muriendo en aquel incendio unos mil de sus anteriores colaboradores, los terratenientes de la torre de Siquem que se habían refugiado allí. Abimélec quiso reforzar esa victoria con el ataque a Tebez, al norte, pero una mujer que estaba en la torre de la ciudad le arrojó sobre la cabeza una piedra superior de molino. El “reinado” de tres años de Abimélec terminó cuando el servidor que llevaba sus armas, cumpliendo con sus últimas palabras, lo atravesó con la espada para que no se pudiera decir que una mujer lo había matado. (Jue 8:30, 31; 9:1-57; 2Sa 11:21.)

Dado que Jehová puede ver los corazones, trata con consideración incluso a quienes no son creyentes. Fijémonos en el caso de Abimélec, rey de la ciudad filistea de Guerar. Ignorando que Sara estaba casada con Abrahán, la tomó con la intención de hacerla su esposa. Sin embargo, antes de que fuera más allá, Jehová le dijo en sueños: “He sabido que has hecho esto en la honradez de tu corazón, y también estaba deteniéndote de pecar contra mí. Por eso no te permití tocarla. Pero ahora, devuelve la esposa del hombre, porque es profeta, y él hará súplica por ti. Así que, sigue viviendo” (Gén. 20:1-7).

5 No hay duda de que, si lo hubiera querido, Jehová podría haber castigado con dureza a Abimélec, quien adoraba dioses falsos. No obstante, sabía que en esa ocasión el rey había actuado de buena fe. Por ello, a fin de que siguiera viviendo, le indicó misericordiosamente lo que debía hacer para recibir su perdón. ¡Qué placer adorar a un Dios así!

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