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La pertinencia de los trabajos de " “Medea”, por Eurípides, y “La Vida es Sueño”, de Calderón de la Barcа

vaclav.esteparioResumen9 de Diciembre de 2014

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De obras que pudieron ser (y fueron)

Se habla de una libertad total, pero limitadísima. Requiere de la toma de decisiones entre caminos variados—limitados desde hace siempre, restringidos por veredas ya pre-supuestas: los parapetos de la vida. Sin embargo, si hablar de constantes tiene alguna validez, dentro del sistema ya estructurado, existe la posibilidad de moverse con libertad. Aun así, sería absurdo, pues, encasillar la sucesión de eventos a un destino prefabricado.

En las obras “Medea”, por Eurípides, y “La Vida es Sueño”, de Calderón de la Barca, los protagonistas se enfrentan a situaciones de “reacción” más que de “razón”. ¿Se puede, pues, adjudicar la prevalencia del cerebelo sobre el cerebro como predestinación inmutable? Se busca demostrar la negativa.

Lo concreto del canal de acto—la vida—no otorga premisas imperturbables. Tal vez (claro) hay reacciones ante situaciones concretas, no obstante el pensamiento puede proyectar variables; siempre y cuando no se sucumba ante lo visceral. Finalmente, si la obra alude a un Ser, una serie de argumentos intentará otorgarle sentido estrictamente metafórico, alegórico a la aseveración. De ahí en más, se juega con las palabras en esperanza de crear una verdad no tan falsa.

Por contextualizar un poco, en “La Vida es Sueño” no es común la situación: sumergido Segismundo—hijo de rey, protagonista y profetizado a gobernar de forma tirana—en irrealidad, la gente le dice estar proyectada desde el inconsciente en un sueño verosímil. “De los acentos de esta voz llamado a decirte que seas más apacible, si reinar deseas; y no, por verte ya de todos dueño, seas cruel, porque quizá es un sueño.” (De la Barca, Calderón). Mas con esta premisa surge un detalle: acaso la realidad es un supuesto.

Un caso particular gana relevancia. Bajo una realidad febril y precaria, son nulas las estancias absolutas. Se puede abogar por el pensamiento (Descartes lo hizo) como puente de certeza, sin embargo, incluso es posible aborrecer éste (George Berkeley negó cualquier tipo de existencia independiente; todo lo subyugó a la mente ilimitada de Dios).

Sobre conceptos, se entiende a la realidad como análoga al infinito: contenedora de todo. Si se adopta una existencia de la índole “destino” como meta-humana o meta-física, se sabe real. Sépase que si el conjunto totalizador carece de fundamentos, sería caprichoso dictaminar el actuar como sólo una ilusión, pues observar una ilusión a través de una óptica de irrealidad no genera ninguna conclusión válida.

Ya establecidas las pautas de la improbabilidad de un camino ya definido (o la realidad, pero a lo que se va), se sigue con ejemplos de las obras para ilustrar el accionar de los personajes.

Sale en Medea un coro con “¡También me hace gemir tu dolor, oh mísera madre, que vas á matar á tus hijos por culpa de tu lecho nupcial abandonado injustamente por tu marido, que se ha unido á otra mujer!” (Eurípides). Quizá hay causa: Medea es abandonada por su marido. Luego consecuencia: asesinar. Luego consecuencia: contra prudencias. Luego consecuencia: “llega una granjera a alimentar a un tierno pollo, aunque en realidad lo decapita”. Bertrand Russell advierte que no toda acción es producto de una anterior. De ser así, la causalidad—a veces ligada al hermetismo del destino—es algo de poco peso. Y no se ha experimentado jamás una cadena de acciones, sólo el hecho de que el hábito nos hace creer eso mismo. La posibilidad de Medea, santiguándose, de no blandir cuchillo y ser parricida es tangible, es real. Matar o no matar, finalmente, es dicotómico: si no es una, es la otra. Ante un azar equitativo, lo objetivo no tiene preferencias.

En otra instancia, la siguiente cita aparece “La deslumbrará el divino brillo del peplo y de la corona de oro artísticamente labrada, y va a ataviarse para

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