MUERTE DE ANTONIO JOSE DE SUCRE
YEYOBARINAS4 de Junio de 2012
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MUERTE DE ANTONIO JOSE DE SUCRE
El 4 de junio de 1830, día viernes, muy temprano por la mañana, Antonio José de Sucre toma el camino de su cita final. En el sendero estrecho a Cabuyal, en las montañas de Berruecos, cuatro asesinos contactados por José María Obando lo esperaban. Ellos eran: Apolinar Morillo, venezolano, Andrés Rodríguez y Juan Cruz, peruanos, y Juan Gregorio Rodríguez, de Tolima, Colombia. Cuando pasa la comitiva, una voz grita: «¡General Sucre!». El joven General, de apenas 35 años de edad, voltea y en el acto suenan los disparos. Sólo pudo oírsele decir: «¡Ay balazo!». Y cayó muerto el novel General cumanés, víctima de las intrigas y las ambiciones.
Sucre era conocido en el ejército con los apodos de “Mulei” o “Mulengue”, alusión que hizo el general Luis Urdaneta, cuando escribe a Juan José Flores desde Tocaima 19 días antes del asesinato: “... A García, el diputado por Cuenca, le instruí de todo lo que debía decir a Ud. y ahora le añado que es preciso que Ud. redoble su vigilancia con el M...” Tres días antes del crimen, el periódico "El Demócrata" de Bogotá publicó el siguiente artículo: “Acabamos de saber con asombro, por cartas que hemos recibido por el correo del Sur, que el general Antonio José de Sucre ha salido de Bogotá... Las Cartas del Sur aseguran también que ya este general marchaba sobre la provincia de Pasto para atacarla; pero el valeroso general José María Obando, amigo y sostenedor firme del Gobierno y de la libertad, corría igualmente al encuentro de aquel caudillo y en auxilio de los invencibles pastusos. Puede que Obando haga con Sucre lo que no hicimos con Bolívar...”
Como se ve, el asesinato de Sucre fue como una “Crónica de una muerte anunciada”, ya que el mismo fue planificado y ejecutado en las Montañas de Berruecos, cerca de Pasto el 4 de junio de 1830 con alevosía, ensañamiento, ventaja y premeditación, allí permaneció su cadáver por más de 24 horas hasta que los pobladores de las localidades cercanas le dieran cristiana sepultura. Si el mariscal se hubiese ido por Buenaventura, allí lo esperaba el general Pedro Murgueitio para darle muerte; si optaba por la vía de Panamá lo acechaba el general Tomás Herrera, y desde Neiva lo vigilaba el general José Hilario López. El Libertador, que rara vez se equivocaba en sus sentencias, exclamó: “...Yo pienso que la mira de este crimen ha sido privar a la patria de un sucesor mío...” Bolívar que estaba enfermo en la costa del Atlántico, al conocer el luctuoso suceso, exclamó: "¡Santo Dios! ¡Se ha derramado la sangre de Abel!... La bala cruel que le hirió el corazón, mató a Colombia y me quitó la vida".
Durante mucho tiempo se corrió la noticia que fue el general Juan José Flores, compatriota y compañero de gestas independentistas quien había ideado el crimen, debido a la simpatía del pueblo quiteño al Mariscal y la posibilidad de éste, al radicarse en Quito con su esposa, la quiteña Mariana de Carcelén (Marquesa de Solanda y de Villarocha) y su hija, de convertirse en el primer presidente del Ecuador – como ocupó las presidencias de Bolivia y Perú –, cargo que ocupó Flores desde 1830. Simón Bolívar le escribe una carta a la viuda del Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre, doña Mariana Carcelén, agradeciéndole el ofrecimiento de conservar la espada de su esposo el 5 de noviembre de 1830. De esta manera la Marquesa de Solanda cumplió con una de las cláusulas del testamento de Sucre, sin embargo Bolívar en su propio testamento ordenó que la espada del prócer cumanés fuese devuelta a su esposa Doña Mariana Carcelén. Los restos mortales del Mariscal Sucre fueron llevados a Quito por su esposa, la marquesa de Solanda, y mantenidos en secreto en el Palacio de El Deán, una propiedad familiar ubicada en el Valle de los Chillos, en las afueras de Quito. En 1832 y cumpliendo
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