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Narracion


Enviado por   •  22 de Marzo de 2015  •  481 Palabras (2 Páginas)  •  171 Visitas

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Una noche hubo una fiesta en casa de Mr. Barnard, y, al final de ella, Augustus y yo estábamos bastante mareados. Como de costumbre, en casos semejantes, preferí quedarme a dormir allí a regresar a mi casa. Augustus se acostó muy tranquilo, a mi parecer (era cerca de la una cuando se acabó la reunión), sin hablar ni una palabra de su tema favorito. Llevaríamos acostados media hora, y ya me iba a quedar dormido, cuando se levantó de repente y, lanzando un terrible juramento, dijo que no dormiría ni por todos los Arthur Pym de la cristiandad, cuando soplaba una brisa tan hermosa del sudoeste. Me quedé más asombrado que nunca en mi vida, pues no sabía lo que intentaba, y pensé que el vino y los licores le habían trastornado por completo. Mas siguió hablando muy serenamente, diciendo que yo me imaginaba que él estaba borracho, pero que jamás en su vida había tenido más despejada la cabeza. Y añadió que tan sólo estaba cansado de estar echado en la cama como un perro en una noche tan hermosa, y que había decidido levantarse, vestirse y salir a hacer una travesura en mi barca. No sé decir lo que pasó por mí; mas apenas había acabado de pronunciar sus palabras, cuando sentí el escalofrío de una inmensa alegría y de una gran excitación, y aquella idea loca me pareció la cosa más deliciosa y razonable del mundo. Soplaba un viento fresco y hacía frío, pues estábamos a últimos de octubre, pero salté de la cama en una especie de éxtasis, y le dije que yo era tan valiente como él y que estaba tan harto como él de estar en la cama como un perro, y que me hallaba tan dispuesto a divertirme o cometer cualquier locura como cualquier Augustus Barnard de Nantucket.

Nos vestimos sin pérdida de tiempo y corrimos a donde estaba amarrada la barca. Se hallaba en el viejo muelle, cerca del depósito de maderas de Pankey & Co., dando bandazos contra los toscos maderos. Augustus saltó dentro y se puso a achicar, pues la lancha estaba medio llena de agua. Una vez hecho esto, izamos el foque y la vela mayor, las mantuvimos desplegadas y nos metimos resueltamente mar adentro.

Como he dicho antes, soplaba un viento fresco del sudoeste. La noche estaba despejada y fría. Augustus se puso al timón y yo me situé junto al mástil, sobre la cubierta del camarote. Surcábamos las aguas a gran velocidad, sin decirnos palabra desde que habíamos soltado las amarras en el muelle. Al fin, le pregunté a mi compañero qué derrotero pensaba tomar y cuándo calculaba que estaríamos devuelta. Se puso a silbar durante unos instantes, y luego me dijo secamente:

- Yo voy al mar; tú puedes irte a casa, si te parece bien.

Fragmento extraído de la novela La narración de Arthur Gordon Pym (Edgar Allan Poe 1983)

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