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Negovios Raros


Enviado por   •  16 de Septiembre de 2013  •  348 Palabras (2 Páginas)  •  173 Visitas

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Cuando vivía en Buenos Aires todo era curioso (Guía de Buenos Aires). Siempre había algo de lo cual sorprenderme (Análisis del cuento “La metamorfosis” de Franz Kafka).

Eso tal vez extraño un poco entre mis sierras y mi río (Poesía chilena), pero después comprendo que las sorpresas que los paisajes serenos provocan en el alma son más efectivas. O eternas. O espirituales (Inteligencia Espiritual y Educación Holista).

Me levanto y a veces miro picos nevados de montañas, o sólo montañas azules y es como si el corazón bebiera algún tónico beneficioso.

El mediodía se pone tibio y las montañas doradas, almuerzo en un halo dorado.

Y hasta duermo la siesta (Paseo entre los olmos de la poesía española).

Ya no espera nadie, ya nada me espera, pero sí el crepúsculo del día, otro misterio (Apuntes sobre Juan Martini y los no lugares).

Y la noche que puede tener luna. Y la luna que puede darme en la cara mientras duermo (Claves de luna).

En Buenos Aires todo sucede y pocas cosas quedan en pie, nada es montaña (Y el sentido de la vida). Pero yo solía registrar esos hechos en cuadernos que lentamente se convierten en cenizas. Copio un registro:

Negocios raros: la verdulería

El negocio de la esquina de mi casa solía ser uno de los lugares donde hallaba a menudo curiosidades, porque se había transformado en centro de reunión de personajes atractivos. Antes era una esquina en ochava donde se levantaba un edificio lánguido, pero no melancólico; vetusto, pero no antiguo, y algo patético pero nada trágico se respiraba al pasar por allí. Lo demolieron, vi una tarde que traía el alpiste fresco. También vi construir día a día, y a veces iba a ver sin tener que hacer ninguna diligencia, un local de diseño caprichoso, de vidrio las paredes que daban a la calle; vi cubrir con una alfombra que imitaba el césped recién cortado toda su superficie.

Estaba ansiosa por saber en qué se convertiría al fin esa estructura, hasta que un cartel luminoso, con marcas de agencia de publicidad, me permitió leer desde lejos: “El frenesí de las frutas”.

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