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O Votamos O Nos Callamos


Enviado por   •  20 de Marzo de 2012  •  2.670 Palabras (11 Páginas)  •  468 Visitas

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O VOTAMOS O NOS CALLAMOS

(Ensayo)

Ya la política no es cosa de hombres. Vemos mujeres comprometidas con los procesos políticos de nuestra nación, tanto a favor como en contra ¡Y ES JUSTO QUE SUCEDA! Pues la mujer es la madre fecunda, el apoyo y el valuarte de nuestros corazones.

Mujeres y hombres. Juntos, ni competitivismos ni protagonismos partidistas o populacheros debemos acudir a nuestros centros de inscripción electoral a alistarnos como guardianes de nuestra patria.

(Introducción o justificación) Cuando niño recordaba a mis padres preparándose para ir a votar. Hablaban de partidos de preferencias, candidatos preferenciales, colores particulares… que si debía de madrugar, que si el tarjetón… en fin, era el deber que como ciudadanos debían de ejercer cada cinco años.

En la actualidad, la dinámica de nuestra política ha transformado el Derecho al Voto en una práctica anual parecida a la costumbre de elaborar las hallacas (salvo en este año del 2008 en que se efectuaran las elecciones el 24 de noviembre), y así nos vemos en la mayor parte del año escuchando campañas para ir a votar o bien por referéndum, cargos municipales… la lista es larga.

Quizás la práctica recurrente a este mecanismo de opinión masiva; o la creciente desconfianza a nuestro árbitro electoral aunada al desencanto institucional que nos ha embargado ha propiciado un profundo desinterés en este deber cívico que nos compete a todos los venezolanos mayores de edad. Se “aprovecha” mejor el día en ir a la playa, descansar más o hacer una fiesta, en lugar de perder el tiempo en las largas colas en los centros de votación. A lo sumo, algunos prefieren “contemplar los toros de lejos” viendo el proceso por la televisión.

(Exposición del tema objeto del ensayo) ¡Cómo nos urge reflexionar sobre el mensaje que el mismo Mons. Rafael Arias Blanco, en su carta sobre El Derecho al Voto nos lega! “Justo y acertado encontramos el derecho del voto concebido a la mujer venezolana para la elección de Consejos Municipales, porque coloca a la mujer en el alto sitio de honor que por mil títulos les corresponde”. Una lectura inicial pareciera mostrarnos como a la mujer se le abre una puerta de opinión valiosa en la escogencia de sus líderes municipales. Era cierto, que, por los años 40, las mujeres ni opinaban ni se interesaban en esos temas de la política particular del país. “Cosas de hombres”, solían decir. Algo comprensible en el marco de una sociedad machista.

Sin embargo es notorio como esas palabras hoy cobran mayor sentido. Las mujeres no sólo tienen el derecho de elegir a nuestros representantes municipales, sino que algunas hasta se postulan como candidatas para alcaldías, consejos municipales, gobernaciones y, hasta la presidencia de la república, como fue el caso de nuestra bella Irene Saez.

Ya la política no es cosa de hombres. Vemos mujeres comprometidas con los procesos políticos de nuestra nación, tanto a favor como en contra. La vemos en la Asamblea Nacional defendiendo los derechos del pueblo, en las calles vociferando contra las deficiencias gubernamentales de su sector, opinando y analizando los puntos álgidos de nuestra política nacional… tomando las riendas del país. Hoy la política no es cosa de hombres.

¿Y cómo lo toman nuestras abuelas? En la época de Monseñor Rafael Arias Blanco, aquella carta escrita con el corazón en la mano podía interpretarse como algo fuera de este mundo. Es por eso que nuestro prelado justifica el derecho de la mujer a elegir argumentando: “¿No contribuye ella al engrandecimiento de la Patria con su admirable fecundidad? ¿No está en sus manos el porvenir de la nación el modelar en el hogar los corazones de los niños? ¿No hace ella el techo familiar dulce y grato, como en un oasis?, ¿No son también sus músculos creadores de riqueza en las fábricas y establecimientos? ¿No comparte con el hombre, a veces, la dura carga del sostenimiento del hogar?”

Pues nada más real que eso pues ¿Quién moldeó a un Chavez, o a un Bush, a un líder o a un animador político? Cada uno de nosotros no podemos negar la influencia de nuestras madres y mujeres en el desarrollo de nuestras vidas. No en vano está aquel adagio que reza “que detrás de cada gran hombre, siempre hay una gran mujer”. Mientras que por nuestros padres aprendemos el ejemplo de la responsabilidad, la masculinidad y el trabajo, de ellas tradicionalmente aprendemos la ternura, el sacrificio, la entrega, la generosidad, e incluso… nuestras concepciones del amor vienen cargadas del grado de afectos heredados en el hogar.

Para nadie es un secreto que la peor ofensa que se le puede hacer a un venezolano es, “mentarle la madre”, como dicen… pues “la madre es una santa”… título que bien ha ganado porque ella nos protegió durante los meses de nuestra gestación, nos amamantó, en nuestra primera infancia, nos alimentó, cuidó en nuestras enfermedades, nos abrazó y consintió cuando éramos unos niños, nos vistió… nos dio la primera y más importante prueba de amor, la cual no fue por ratos, y hasta a veces tampoco placentero, pero sí eterno y sólido como pocos.

En la época de Mons. Rafael A. Blanco eran algunas las mujeres que trabajaban en fábricas y empresas. ¿Adivinaría el obispo a que en nuestros tiempos a la mujer le competería no sólo trabajar en todos los campos del hombre sino, hasta a veces, tener la dura responsabilidad de llevar ella sola la carga del sustento del hogar, debido a que, en no pocos casos, la figura paterna desaparece del mismo?

Ante la crisis de la institución familiar por la que atravesamos no es extraño ver madres solteras que trabajan y van tirando lo mejor que pueden de su familia. Algo bien difícil de conseguir si no contase con el apoyo de familiares y amigos, por lo que su labor viene a ser más admirable.

Es singular, la apreciación que Mons. le da a la mujer en el campo social. “En cuanto a la preparación intelectual de la mujer, no obstante las muchas dificultades y prejuicios que obstaculizan y entorpecen, ¿no trabaja con buen éxito en los campos de la medicina, de la abogacía, de la farmacia, de la odontología y del comercio?, ¿No es ella la maestra insustituible de los niños?”

Estas frases bien sabias, encuentran eco en nuestra cultura. Vemos mujeres profesionales con una altura y valía moral dignas de elogiar.

Sin embargo, sin menospreciar la grandeza de estas damas valientes, no podemos obviar el peligro que nuestra época les ha traído consigo. En no pocos casos, la integración de la mujer en una sociedad machista y en la que tiene que luchar por abrirse campos, ha traído como consecuencia que los valores

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