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PACO Y HUGO EN EL JARDIN DE LAS ESTATUAS


Enviado por   •  15 de Noviembre de 2012  •  740 Palabras (3 Páginas)  •  461 Visitas

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EL JARDÍN DE LAS ESTATUAS.

Hace mucho tiempo, existía un lugar mágico que guardaba grandes maravillas y tesoros del mundo. No era un lugar oculto, ni escondido, y cualquiera podía tratar y disfrutar de todo lo que allí había. Bastaba cumplir un requisito: ser una buena persona. Ni siquiera heroica o extraordinaria: “sólo buena persona”.

Allá fueron a buscar fortuna Paco y Hugo, dos pequeños amigos. Paco fue el primero en probar suerte, pues cada persona debía hacer sus pruebas forma individual. Pronto se encontró en medio de un bello jardín, adornado por cientos de estatuas tan reales, que daba la sensación de que en cualquier momento se pondría a caminar o a llorar. Porque su gesto era más bien triste y melancólico. Pero Paco no quiso distraerse de su objetivo, y conteniendo sus ganas de seguir junto a las estatuas, siguió caminando hasta llegar a la entrada de un gran bosque.

Esta estaba custodiada por dos estatuas de piedra gris muy distintas de las demás: una tenía el gesto enfadado, y la otra claramente alegre. Junto a la entrada se podía leer un letrero que decía: “La bondad de tu carácter deberás a las piedras contar”.

Así que Paco se estiró, aclaró la garganta y dijo en alta voz: - Soy Paco. Soy un niño muy bueno. A nadie le pego y nadie tiene queja de mí. Tras un silencio eterno, la estatua de gesto alegre comenzó a cobrar vida, y bajándose de su pedestal, dijo amablemente: - Excelente, tu bondad es perfecta para este sitio. Está lleno de estatuas como tú: ¡a nadie hacen mal, y nadie tiene queja de ellas! Y en el mismo instante, Paco sintió cómo todo su cuerpo se paralizaba completamente. Ni siquiera los ojos podía mover. Pero seguía viendo, oyendo y sintiendo. Lo justo para comprender que se había convertido en una más de las estatuas que adornaban el jardín.

Poco después Hugo quien disfrutaba de las maravillas del jardín. Al ver aquellas estatuas, y sus ojos tristes e inmóviles, le conmovieron hasta el punto de acercarse a tocarlas una por una, acariciándolas, con la secreta esperanza de que estuvieran vivas. Al tocarlas, sintió el calor de la vida, y ya no pudo apartar de su cabeza la idea de que todas seguían vivas, presas de alguna horrible maldición. Se preguntaba por sus vidas y por cómo habrían acabado allí. Corrió varias veces a la fuente para llevar un poco de agua con el que mojar sus labios. Y entonces vio a Paco, tan inmóvil y triste como los demás. Hugo, olvidando para qué había ido allí, hizo cuanto pudo por liberar a su amigo, y a muchos otros, sin ningún éxito.

Finalmente, vencido por el desánimo, se acercó a las estatuas que custodiaban la entrada al gran bosque. Leyó la inscripción, pero sin hacer caso de la misma, habló en voz alta: Otro día defenderé mis buenas obras. Pero hoy tengo un amigo atrapado por una maldición, y

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