Palas Y Aracné

PALAS Y ARACNÉ

Este cuento trata sobre Aracné, quien no era ilustre ni por su rango, ni por su linaje, era su arte lo que la había hecho famosa. Era hija de Idmón, su madre ya había muerto. Aracné había alcanzado una enorme reputación en toda Lidia a causa de su admirable habilidad. Las ninfas del monte Timolo solían abandonar sus viñas para admirar sus obras, así como las del río Pactolo se salían de sus aguas por idéntico motivo. Era un placer contemplar no solo las telas acabadas, sino incluso el proceso de su confección. Se echaba de ver a primera vista que era Palas quien la había enseñado aunque ella lo negara. Aracné solía repetir, “Que se atreva a competir conmigo, si me vence aceptaré cualquier condición que me impusiere”.

Palas se hace pasar por una mujer anciana y le dice: “Aspira a la fama de ser entre todas las mortales la más hábil en trabajar la lana; pero cede a una diosa y pide perdón, con voz suplicante, por tus palabras; ella te lo otorgará si se lo pides”. Aracné, no salía de su lugar y siempre se preguntaba, “¿por qué evita la competencia?, “¿por qué no viene ella misma?”, la diosa le dijo “Ella vendrá”, y al momento ella abandona la apariencia de la mujer anciana, mostrándose como Palas. Ambas preparan dos telares y extienden un fino estambre. Palas representa a los dioses olímpicos, mientras que Aracné se concentra en el mito de Europa. En esta competencia no había reproche de la obras, pero Palas le dio un toque un poco más divino y así consiguió la victoria. Aracné no soporto aquella situación y decidió ahorcarse, Palas suavizó el cruel destino de la misma, así que al marcharse, la rocía con jugos de una hierba de Hécate, y se convirtió en araña, y se dedicada , como antes, a tejer sus telas.

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