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octaviogc25 de Septiembre de 2013

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EL PERFIL DEL SER HUMANO

Mtra. Pilar Ramírez V.

piliramirezvarela@hotmail.com

Objetivo: Reflexionar sobre la esencia del ser humano desde el autoconocimiento y las diferentes maneras de interrelacionarse con las personas que le rodean

INTRODUCCIÓN

Históricamente, el ser humano siempre se ha preguntado ¿quién soy?, pues por naturaleza es un ser en búsqueda. Esta naturaleza se acentúa en Occidente en la época del florecer de la espiritualidad de San Agustín, quien motiva a los cristianos a practicar el autoexamen, a examinar su alma y a examinar su vida. La idea de que cada ser humano tiene su propia manera de ser a nivel particular y que esto motiva a una búsqueda interior, partía originalmente de una idea religiosa, pero cada vez más se vuelve una idea generalizada y fundamental.

Esta búsqueda tiene lugar a lo largo de toda la vida del ser humano, sin embargo, cuando es un proceso consciente, implica la base de un desarrollo mayor. Ya lo decía Abraham Maslow que, en un nivel superior, el ser humano se cuestiona, requiere de una autoafirmación a partir de un descubrir quién es. Específicamente, dentro de la conocida pirámide de las necesidades que aporta Maslow en su teoría humanista, el autoconocimiento es un aspecto fundamental de las necesidades de estima. Afirma el autor que el autoconocimiento hace a la persona más sabia, rica, fuerte, evolucionada, madura; es, pues, una necesidad inherente del ser humano, dentro de lo que él llama “metanecesidades”. Es necesario ejercitar el valor de autoconocernos para ampliar nuestras perspectivas e intereses, para encontrar sentido a nuestras vidas y cultivar otros aspectos de nuestro ser. En general, el autoconocimiento es base para desarrollarnos plenamente como seres humanos.

El autoconocimiento es base del desarrollo integral y, a pesar de ser una necesidad real que surge inherente a la propia naturaleza del ser humano, suele ser el gran ausente en el proceso de evolución de las personas.

Al preguntarnos por qué no siempre se da el autoconocimiento, podríamos mencionar varias posibilidades. Una situación común es que hayan limitaciones para autoconocerse debido a la manera misma en que se da la educación en el hogar, niñas y niños que tienden a querer saber más de sí mismos, empezando por el descubrimiento y reafirmación corporal hasta planteándose dudas profundas que les surgen y que no siempre son escuchadas o respondidas por el adulto. La necesidad natural de autoconocerse se va limitando, y el niño va perdiendo el hábito de indagar en su persona. Es posible que, más adelante, no se satisfagan las necesidades básicas de la persona y el nivel de desarrollo de su conciencia no le permita acceder a procesos de interiorización.

Independientemente de estas situaciones que siempre han existido, las circunstancias en las que actualmente vivimos nos dan el panorama de un contexto social que nos aleja mucho de la búsqueda personal de nuestra esencia. Víctor Frankl lo abordó extensamente al explicar el vacío existencial que predomina en nuestra sociedad, un fenómeno que inicia en el siglo XX (Frankl, 2001, p. 149). Más recientemente, Elizabeth Lukas, seguidora de Frankl, confirmará: “El bullicio cotidiano limita nuestra facultad para escuchar y el diario trajín merma nuestra capacidad de detección” (2001, p. 48).

En este sentido, la necesidad de que el ser humano se conozca a sí mismo no sólo es inherente a él, si no que es básica para poder desarrollarse y trascender. El autoconocimiento es una solución a esta situación, pues conocer quiénes somos no sólo nos favorece para tener un concepto personal y para poder valorarnos, si no que nos ayuda a vislumbrar cuál es el camino que debemos seguir en la búsqueda de un futuro mejor para nosotros y los que nos rodean.

Conocer quién soy, conocer las potencialidades de mi persona, es el inicio necesario que me conduce a un crecimiento personal, social y espiritual. Escudriñar en mi propia dinámica personal ayudará a que refleje ante los demás lo mejor de mi esencia, pues desde que la descubro, es luz. Es un proceso que Anthony de Mello describiría así: “El observarte a ti mismo es estar atento a todo lo que acontece dentro y alrededor de ti...” (1988, p.42)

Se trata de traspasar lo que normalmente los demás ven en nosotros, o lo que vemos de nosotros a simple vista, ya que suelen ser características superficiales de nuestro yo; en el fondo, tenemos una cantidad de cualidades que no siempre sacamos a la luz, y que son parte básica de nuestra personalidad. No son suficientes los datos generales que obtenemos a diario sobre nuestra persona, sino que es necesario detenernos a reflexionar sobre todo lo que se refiere a nuestra personalidad. Ya lo decía el célebre autor de El Principito, Antoine de Saint-Exupery: “Lo esencial es invisible a los ojos” (1998, p.101)

La idea es buscar la manera, basándonos en las propias potencialidades, de recuperar el proceso natural de autoconocimiento que alguna vez fue interrumpido. Nadie mejor que nosotros mismos para iniciar el viaje a nuestro interior, pues es un proceso personal, que ni pruebas psicológicas, ni doctores especialistas, podrán realizar por nosotros. El proceso de autoconocimiento es el camino hacia ese manantial personal que brota de nuestro interior, camino que sólo se logra dejando que fluya y llegue a nuestros sentidos, a nuestros sentimientos y a nuestros pensamientos. Es simplemente “despertar”, según Anthony de Mello (1988), quien lo explica maravillosamente:

Para despertarse, el único camino es la observación. El ir observándose uno a sí mismo, sus reacciones, sus hábitos y la razón de por qué responde así. Observarse sin críticas, sin justificaciones ni sentido de culpabilidad ni miedo a descubrir la verdad, es conocerse a fondo. (p. 41)

Cuando indagamos en nuestro interior, iniciamos un proceso de transformación que nos lleva a adquirir más confianza y seguridad personal. Se trata de profundizar en nuestra persona, atender los propios estados internos y cuestionarnos aspectos básicos relacionados con “quién soy”: de dónde vengo, cómo es mi familia y mi historia personal, cuáles son mis raíces, cómo es mi estructura corporal, a qué le tengo miedo, cómo son mis sentimientos, emociones, necesidades y motivaciones, a qué aspiro en la vida, qué me gusta y qué no me gusta, cómo me comporto ante los demás y qué realmente escondo de ellos; en fin, todo tipo de cuestionamiento personal que abstraiga de la rutina cotidiana para hacer que se entre más en uno mismo. “En esta conciencia autorreflexiva la mente observa e investiga la experiencia misma, incluida las emociones” (Goleman, 2004, pp. 67-68). Entre otras cosas, dar respuesta a las interrogantes personales, irá haciendo que el proceso de la autoestima esté bien fundamentado, puesto que el autoconocimiento es la base de la autoestima.

Por otro lado, el autoconocimiento ayuda a mejorar nuestras relaciones interpersonales, pues no podemos conocer realmente a nadie a menos que nos conozcamos a nosotros mismos. Si nos conocemos, desarrollamos una base de confianza personal para que nuestras relaciones sean más sinceras y abiertas; aprendemos a expresarnos y a convivir de manera más espontánea y cordial. El asumir nuestro verdadero yo hace que poco a poco vayamos también aceptando los verdaderos yo’s de los demás, con la posibilidad de ponernos en el lugar de los otros de manera empática en vez de juzgarlos, y de ser valientes para asumir nuestra esencia, y no la imagen que siempre han esperado de nosotros.

Conocernos, también, es la base para iniciar un desarrollo espiritual. Encontrarnos es una iluminación que conduce a la auténtica libertad personal en un nivel nunca experimentado antes. La práctica de la auto-observación unida a la comprensión de la personalidad, hacen que la presencia de esa realidad suprema esté en nosotros.

Una forma sencilla, y a la vez profunda, de autoconocimiento puede ser el eneagrama, un sistema de desarrollo humano integral que facilita el autoconocimiento y da pautas para que la persona pueda mejorar su forma de ser, sus relaciones interpersonales así como su camino mismo de trascendencia.

¿Qué es el eneagrama?

El Eneagrama es un sistema de autoconocimiento y transformación basado en nueve dinámicas y comportamientos de la naturaleza humana. Su nombre proviene del griego “enneas”, que significa “nueve” y “gramma”, que significa “punto”, y está relacionado con la figura de nueve puntos que lo representa.

El eneagrama está plasmado en un círculo, dentro del cual hay un triángulo equilátero y una hexada. Contiene, en su figura misma, una simbología muy interesante que básicamente representa nueve tipos de personalidad. Estos tipos de personalidad constituyen grupos de personas que se asemejan entre sí por características comunes, por una forma particular que los diferencia de los otros tipos, y que se basa en la percepción misma que las personas del tipo tienden a tener respecto del mundo, y en cómo enfrentan el día a día. Es importante señalar que el sistema del eneagrama es una realidad universal pues es aplicable a todos los seres humanos.

A pesar del hecho de trabajar nueve tipos de personalidad, el eneagrama no descarta el gran valor humano de la unicidad. Por el contrario, señala que a pesar de pertenecer a un grupo determinado de personas que comparten el mismo tipo de personalidad, seguimos siendo únicos e

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