Sin Respuesta

Sin respuesta…

José Mario de la Garza Marroquín

A inicios del mes de febrero, pedí a mis alumnos universitarios (40) que realizarán una actividad. El ejercicio consistió en identificar el distrito electoral que les corresponde conforme a su domicilio y posteriormente determinar quiénes eran sus representantes, el diputado o diputada local, los federales y quiénes ocupaban los curules en el Senado por San Luis Potosí. Aunque este primer paso parece simple, la mayoría de los mexicanos no pueden identificar con precisión quiénes son “sus representantes” ante los poderes legislativos.

Tan es así, que ninguno de mis estudiantes universitarios sabía quiénes eran las personas que dicen representarlos. Hago un alto aquí para presentar una primera conclusión, si nos sabemos quiénes son nuestros “representantes”, como queremos pedirles que rindan cuentas. Esto es sumamente elemental, digamos básico en cualquier país que se presente como “democrático”. A quien exigirle, a quien demandar, a quien denunciar, si no conocemos los rostros de las personas que marcan el rumbo de nuestro país y que definen la forma en la que se gasta nuestro dinero.

Posteriormente mis alumnos tenían que obtener el correo electrónico de sus legisladores y pensar en alguna pregunta que conforme a sus intereses personales determinaran hacerles. Se enviaron 40 correos electrónicos a los diputados locales, a los federales y a los senadores. En todos los correos mis alumnos me marcaron copia para dar seguimiento a la actividad.

Ha transcurrido más de un mes y los universitarios siguen sin respuesta, ninguno de los correos electrónicos se ha contestado. A ningún “representante” le ha interesado dar respuesta a los planteamientos que hacen 40 jóvenes de aproximadamente 20 años (parece que no saben que conforme a los datos del IFE, los que definirán las elección son los jóvenes). No se han tomado la molesta de pedirle a su sequito de zalameros, besamanos, carga portafolios, ayudantes, secretarios, asesores, particulares, choferes, secretarias y asistentes, (pagados con nuestro dinero) que los “ayuden” a responder a este grupo de muchachos desorientados, ilusos y azuzados por su maestro, que no saben “nada” y que se dedican solamente a molestarlos con preguntas insidiosas y fuera de todo lugar y orden.

Este ejercicio demuestra con toda nitidez el país que tenemos. Por un lado los ciudadanos jugamos al avestruz, metiendo nuestras cabezas dejado de la tierra y por el otro quienes logran ocupar un cargo público, juegan con la soberbia que el país les ofrece, nos dan la espalda, se ríen de nosotros, nos consideran inferiores, el país es de y para ellos. Esa es nuestra realidad que nos empeñamos en mantener, esa es nuestra realidad de país bananero aunque no nos guste aceptarlo y

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