Un cuento, una realidad, un anhelo, un momento

Un cuento, una realidad, un anhelo, un momento:

Sin pensarlo… de repente oigo tu respiración, alargo el brazo para tocarte… mi mano titubea al toque de tu cuerpo, me frenas, yo aprieto tu muñeca, te atraigo contra mí, tú te vuelves y te acaramelas en mi pecho, percibo el dulce perfume que exhalan tus cabellos y busco tus labios, tú me evitas y te vuelves... te arrepientes y regresas el rostro; tu cuerpo tibio y vivo respira más fuerte, tu corazón se pone a latir más rápido bajo la palma de mi mano.

Te digo que quiero que mi barca se hunda. Tú dices que la barca ya está llena de agua. Te he abierto y he entrado en tu cuerpo húmedo. Suspiras y tu cuerpo se relaja, ya no hay tensión, sólo intensidad.

- Quiero que digas que eres pez.

- No lo soy.

- Quiero que digas que eres libre.

- No siempre... Ahora, en este momento, sí.

Quiero que te hundas y lo olvides todo. Dices que tienes miedo.

- No lo tengas, estamos juntos.

A continuación, están las mejillas ardientes, las lenguas de fuego danzarinas, tragadas al punto por las tinieblas; los cuerpos se retuercen. Me dices que no sea brusco, me tratas y nombras de bestia salvaje, pero no me apartas, al contrario. Te acorralo, te acoso... te sientes engullida.

Sientes obscuridad, una obscuridad densa y, por lo tanto, tangible; no hay cielo ni tierra, ni espacio ni tiempo, pero con un suspiro... no, con un aliento a tu oído vuelves a la luz.

Los ojos húmedos, los tuyos y los míos, los labios ardientes, los gritos guturales; el hombre y la bestia, la mujer y la princesa.

Las llamas han ascendido, lloras lanzando agudos gritos, la bestia te muerde, te succiona, ruge, estoy embrujado, brinco hacia adelante, doy vueltas alrededor de tu fuego. La luz es cada vez más clara, las llamas se han tornado ahora cambiantes, informes, y en la cueva de donde se elevan volutas de humo se entabla una lucha a muerte. Te precipitas al suelo y me arrastras contigo, lanzas gritos estridentes, y ahora eres tú quien brinca, ruges, estrangulas... me devoras. Nuevamente la antorcha penetra en la oscuridad y explota.

La antorcha decrece, la llama amaina y no es ya más que un pequeño punto vacilante. Se apaga.

¿Tienes miedo?, te pregunto.

Ya no, me dices.

...