Viaje al Centro de la Tierra

Nudo

Después de la tarde en que Brendan lo supo, las cosas fueron un tanto difíciles para él y para su familia. Como se habrán dado cuenta, la mentalidad de un niño al estar más cerca del horizonte no es lo mismo que con un adulto. Sin embargo, podía notar en su dulce carita que las cosas las tomaba con optimismo, sin siquiera forzarlo. Me preguntaba a cada rato “¿Cuándo iremos a la playa para volarlos por los aires” con una feliz sonrisa que me llegaba en lo más profundo de mi corazón. Yo sólo le respondía: “Muy pronto, pequeño. Esos cometas surcarán los cielos como los piratas lo hacían en aquella historia que te conté antes de dormir ¡Será fantástico!”. Los viajes en el auto eran muy agradables con sus pláticas espontáneas.

Su imaginación no tenía límites, buscó, de todos los libros que le había regalado, el de “Viaje al Centro de la Tierra”, decía que los espacios se encuentran por debajo de nuestros pies, que no eran exclusivos del cielo. La vez que simulamos tener una nave especial para cavar al fondo e ir hasta donde estaban las poderosas criaturas que Verne había descrito, se grabó las descripciones de él y me las explicaba detalle a detalle (añadiendo una que otra seña más). Brendan, al igual que el viaje que simulábamos, era indefinible en sus momentos de imaginación. Pronto, de la gran caja en la que estábamos tomamos una cuerda que se encontraba adentro.

-¡Átalas a las piedras que están por allá!- Señalando a un sillón – Nuestro viaje termina aquí.

En ese momento no sólo até un nudo al sillón. También fue en mi garganta. El tiempo se detuvo, y al ver su rostro tan feliz, compartí su felicidad conmigo. Era una extraña conmoción. En ese momento me convertí en un hombre, sin lágrimas, llorando de dolor y alegría.

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