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Paro Cafetero


Enviado por   •  5 de Marzo de 2013  •  1.421 Palabras (6 Páginas)  •  1.019 Visitas

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2da NOTICIA DE ACTUALIDAD - MERCADO COLOMBIANO

INTEGRANTES: Mauricio Mercado Mancilla – Raul Rojas Rueda

Trago amargo a los cafeteros

Hay líos estructurales en el sector cafetero, la Federación ha perdido poder y no se sabe cómo salir de esta crisis.

02 de marzo 2013

El paro cafetero promovido por algunos productores del grano puso de presente dos grandes hechos. El primero y más notorio es que la crisis del sector es estructural. El segundo tiene que ver con la fragilidad de la Federación Nacional de Cafeteros. El gremio ya no es lo que era antes, cuando el café era el motor de la economía colombiana.

La verdad es que los tiempos han cambiado para esta industria. El grano cada vez pesa menos en la economía colombiana: hoy solo representa medio punto del PIB. A finales de los años setenta, este cultivo participaba con el 25 por ciento de toda la producción agropecuaria y hoy lo hace con el 7 por ciento.

Lo más preocupante es que la producción se vino abajo. A comienzos de los noventa, la cosecha alcanzó un techo histórico de 16 millones de sacos, pero se redujo a 12 millones en 2007 y hoy no supera los 8 millones. En las décadas de los setenta y de los ochenta, el café llegó a representar más del 50 por ciento de las exportaciones del país. Actualmente solo corresponde al 5 por ciento.

La pérdida de protagonismo en el escenario internacional cafetero también es notoria. Entre 1989 (cuando se rompió el Pacto Internacional del Café) y 2011, Colombia perdió siete puntos porcentuales de su tajada en la producción mundial, mientras que Brasil la aumentó en 13 puntos. Han surgido nuevos jugadores, como Vietnam e Indonesia, que ya desplazaron a Colombia del segundo lugar que ocupó por muchos años. Hoy ocupa la cuarta posición y Perú le pisa los talones.

Ante este crudo panorama hay que reconocer que los problemas que hoy enfrenta la caficultura colombiana no son solo de carácter coyuntural. Es decir, no se deben únicamente a la revaluación del peso –que sin duda es un tema grave- sino que tienen un componente estructural muy grande.

Un estudio de un grupo de economistas –entre ellos los codirectores del Banco de la República César Vallejo y Carlos Gustavo Cano– señala que la pérdida de la importancia económica de la caficultura en Colombia, tanto en el contexto nacional como en el internacional, se explica, principalmente, por la caída de la productividad; la lentitud de los procesos para adoptar nuevas tecnologías y variedades resistentes a las plagas, en especial la roya; y la baja fertilización, entre otros factores.

Para el exministro de Comercio Jorge Humberto Botero, dentro de los problemas estructurales del sector se encuentran también el encarecimiento de las tierras, el cambio climático, el aumento del salario mínimo y el exceso de intervención del mercado por parte de la Federación.

Todo lo anterior significa que la solución a la crisis cafetera no se puede reducir exclusivamente a los subsidios estatales, como exige el grupo de productores que están promoviendo el paro. En los dos últimos años, los cafeteros han recibido más de un billón de pesos en subsidios directos –no reembolsables– lo que representa la mitad de todos los apoyos que el gobierno le ha dado al sector agropecuario en su conjunto. El ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, señala que en ningún otro país cafetero en el mundo los gobiernos han entregado apoyos directos a los cultivadores, como lo ha hecho Colombia. El problema es que, además de que la chequera del Estado es limitada, el exceso de subsidios (pues en algunos sectores estratégicos no se deben descartar) genera inequidades con otros sectores del campo que también están en dificultades.

La petición de los cafeteros de que les garanticen un precio de sustentación de 800.000 pesos la carga desborda la capacidad del Estado. El ministro de Hacienda afirma que esto significaría desembolsar 1,5 billones de pesos adicionales, que no hay de dónde sacar. Aceptar esta petición tendría dos consecuencias muy delicadas: la primera es sentar un mal precedente frente a los otros sectores del agro, también en problemas, que quieren lo mismo. Y la segunda, que se manda el mensaje

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