CRIMINALIDAD Y GLOBALIZACIÓN

CRIMINALIDAD Y GLOBALIZACIÓN

Globalización y crisis del DP.

Criminalidad “global” o “globalizada”, en el sentido de que la misma, por los actos realizados o por los sujetos implicados, no se desarrolla solamente en un único país o territorio estatal, sino, a la par de las actividades económicas de las grandes corporations multinacionales, a escala transnacional o incluso planetario.

Las nuevas formas de criminalidad transnacional son el efecto de una situación e general anomia, en un mundo cada vez más integrado e interdependientes y confiado a la ley salvaje del más fuerte.

Todo esto es efecto y causa de una crisis profunda del Derecho, bajo dos aspectos. Por un lado, la credibilidad del derecho, los hombres son hoy, incomparablemente más iguales, en Derecho, que en el pasado.

Por otro lado, la importancia del Derecho; incapacidad para producir reglas a la altura de los nuevos desafíos abiertos por la globalización.

2. La nueva cuestión criminal.

Criminalidad del poder, la de los poderes criminales, es el crimen organizado: terrorismo por un lado y la gran criminalidad de las mafias y las camorras por otro.

La segunda forma de criminalidad del poder es la de los grandes poderes económicos transnacionales: diversas formas de corrupción, de apropiación de los recursos naturales y de devastación del ambiente. Es el tipo de criminalidad que refleja el efecto más directo de la globalización. Tiene como única regla el beneficio y la auto-acumulación.

No son ya los Estados los que ponen a competir a las empresas, sino las empresas las que ponen a competir a los Estados, decidiendo colocar sus inversiones en los países que están mayormente dispuestos a consentir impunemente devastaciones ambientales, daños a la salud de la población, explotación de los trabajadores y de los recursos naturales, ausencia de derechos y de garantías en materia laboral y ambiental.

Por último, la tercera forma de criminalidad del poder es la que, operando también ella organizada, se pone en acción por los poderes públicos.

En todos los casos, los elementos que hacen masivamente amenazadoras estas nuevas formas de criminalidad son su carácter organizado y el hecho de que sean practicadas, o por lo menos sostenidas y protegidas, por poderes fuertes, ocultos, a veces subversivos.

Las verdaderas “clases peligrosas” no son ya las clases pobres, sino sobre todo las elites dirigentes, tanto económicas como políticas. La tradicional delincuencia de subsistencia de los marginados es cada vez más subalterna de la gran criminalidad organizada, que directa o indirectamente la alimenta o por lo menos la instrumentaliza y explota.

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