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Cesar Vallejo-heraldos Negros


Enviado por   •  1 de Noviembre de 2014  •  7.471 Palabras (30 Páginas)  •  251 Visitas

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César Vallejo

(Perú, 1892-Paris, 1938)

Los Heraldos Negros

(1918)

LOS HERALDOS NEGROS

HAY GOLPES EN la vida, tan fuertes... Yo no sé.

Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,

la resaca de todo lo sufrido

se empozara en el alma... Yo no sé.

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras

en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.

Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;

o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,

de alguna fe adorable que el Destino blasfema.

Esos golpes sangrientos son las crepitaciones

de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como

cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;

vuelve los ojos locos, y todo lo vivido

se empoza, como un charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes ... Yo no sé!

PLAFONES AGILES

DESHOJACIÓN SAGRADA

LUNA! CORONA DE una testa inmensa,

que te vas deshojando en sombras gualdas!

Roja corona de un Jesús que piensa

trágicamente dulce de esmeraldas!

Luna! Alocado corazón celeste

¿por qué bogas así, dentro de copa

llena de vino azul, hacia el oeste,

cual derrotada y dolorida popa?

Luna! Y a fuerza de volar en vano,

te holocaustas en ópalos dispersos:

tú eres talvez mi corazón gitano

que vaga en el azul llorando versos!...

COMUNIÓN

LINDA REGIA! TUS venas son fermentos

de mi noser antiguo y del champaña

negro de mi vivir!

Tu cabello es la ignota raicilla

del árbol de mi vid.

Tu cabello es la hilacha de una mitra

de ensueño que perdí!

Tu cuerpo es la espumante escaramuza

de un rosado Jordán;

y ondea, como un lago beatífico

que humillara a la víbora del mal!

Tus brazos dan la sed de lo infinito,

con sus castas hespérides de luz,

cual dos blancos caminos redentores,

dos arranques murientes de una cruz.

Y están plasmados en la sangre invicta

de mi imposible azul!

Tus pies son dos heráldicas alondras

que eternamente llegan de mi ayer!

Linda Regia! Tus pies son las dos lágrimas

que al bajar del Espíritu ahogué,

un Domingo de Ramos que entré al Mundo,

ya lejos para siempre de Belén!

NERVAZÓN DE ANGUSTIA

DULCE HEBREA, DESCLAVA mi tránsito de arcilla;

desclava mi tensión nerviosa y mi dolor....

Desclava, amada eterna, mi largo afán y los

dos clavos de mis alas y el clavo de mi amor!

Regreso del desierto donde he caído mucho;

retira la cicuta y obséquiame tus vinos:

espanta con un llanto de amor a mis sicarios,

cuyos gestos son férreas cegueras de Longinos!

Desclávame mis clavos ¡oh nueva madre mía!

¡Sinfonía de olivios, escancia tu llorar!

Y has de esperar, sentada junto a mi carne muerta,

cuál cede la amenaza, y la alondra se va!

Pasas... vuelves... Tus lutos trenzan mi gran cilicio

con gotas de curare, filos de humanidad,

la dignidad roquera que hay en tu castidad,

y el judithesco azogue de tu miel interior.

Son las ocho de una mañana en crema brujo....

Hay frío....Un perro pasa royendo el hueso de otro

perro que fue....Y empieza a llorar en mis nervios

un fósforo que en cápsulas de silencio apagué!

Y en mi alma hereje canta su dulce fiesta asiática

un dionisiaco hastío de café....!

BORDAS DE HIELO

VENGO A VERTE pasar todos los días,

vaporcito encantado siempre lejos...

Tus ojos son dos rubios capitanes;

tu labio es un brevísimo pañuelo

rojo que ondea en un adiós de sangre!

Vengo a verte pasar; hasta que un día,

embriagada de tiempo y de crueldad,

vaporcito encantado siempre lejos,

la estrella de la tarde partirá!

Las jarcias; vientos que traicionan;

vientos de mujer que pasó!

Tus fríos capitanes darán orden;

y quien habrá partido seré yo...

NOCHEBUENA

AL CALLAR LA orquesta, pasean veladas

sombras femeninas bajo los ramajes,

por cuya hojarasca se filtran heladas

quimeras de luna, pálidos celajes.

Hay labios que lloran arias olvidadas,

grandes lirios fingen los ebúrneos trajes.

Charlas y sonrisas en locas bandadas

perfuman de seda los rudos boscajes.

Espero que ría la luz de tu vuelta;

y en la epifanía de tu forma esbelta,

cantará la fiesta en oro mayor.

Balarán mis versos en tu predio entonces,

canturreando en todos sus místicos bronces

que ha nacido el Niño-Jesús de tu amor.

ASCUAS

Para Domingo Parra del Riego

LUCIRÉ PARA TILIA, en la tragedia,

mis estrofas en ópimos racimos;

sangrará cada fruta melodiosa,

como un sol funeral, lúgubres vinos.

Tilia tendrá la cruz

que en la hora final será de luz!

Prenderé para Tilia, en la tragedia,

la gota de fragor que hay en mis labios;

y el labio, al encresparse para el beso,

se partirá en cien pétalos sagrados.

Tilia tendrá el puñal,

el puñal floricida y auroral!

Ya en la sombra, heroína, intacta y mártir,

tendrás bajo tus plantas a la Vida;

mientras veles, rezando mis estrofas,

mi testa, como una hostia en sangre tinta!

Y en un lirio, voraz,

mi sangre, como un virus, beberás!

MEDIALUZ

HE SOÑADO UNA fuga. Y he soñado

tus encajes dispersos en la alcoba.

A lo largo de un muelle, alguna madre;

y sus quince años dando el seno a una hora.

He soñado una fuga. Un “para siempre”

suspirado en la escala de una proa;

he soñado una madre;

unas frescas matitas de verdura,

y el ajuar constelado de una aurora.

A lo largo de un muelle...

Y a lo largo de un cuello que se ahoga!

SAUCE

LIRISMO DE INVIERNO, rumor de crespones,

cuando ya se acerca la pronta partida;

agoreras voces de tristes canciones

que en la tarde rezan una despedida.

Visión del entierro de mis ilusiones

en la propia tumba de mortal herida.

Caridad verónica de ignotas regiones,

donde a precio de éter se pierde la vida.

Cerca de la aurora partiré llorando;

y mientras mis años se vayan curvando,

curvará guadañas mi ruta veloz.

Y ante fríos óleos de luna muriente,

con timbres de aceros en tierra indolente,

cavarán los perros, aullando, ¡un adiós!

AUSENTE

AUSENTE! LA MAÑANA en que me vaya

más lejos de lo lejos, al Misterio,

como siguiendo inevitable raya,

tus pies resbalarán al cementerio.

Ausente! La mañana en que a la playa

del mar de sombra y del callado imperio,

como un pájaro lúgubre me vaya,

será el blanco panteón tu cautiverio.

Se habrá hecho de noche en tus miradas;

y sufrirás, y tomarás entonces

penitentes blancuras lanceradas.

Ausente! Y en tus propios sufrimientos

ha de cruzar entre un llorar de bronces

una jauria de remordimientos!

AVESTRUZ

MELANCOLÍA, SACA TU dulce pico ya;

no cebes tus ayunos en mis trigos de luz.

Melancolía, basta! Cuál beben tus puñales

la sangre que extrajera mi sanguijuela azul!

No acabes el maná de mujer que ha bajado;

yo quiero que de él nazca mañana alguna cruz,

mañana que no tenga yo a quién volver los ojos,

cuando abra su gran O de burla el ataúd.

Mi corazón es tiesto regado de amargura;

hay otros viejos pájaros que pastan dentro de él...

Melancolía, deja de secarme la vida,

y desnuda tu labio de mujer...!

BAJO LOS ÁLAMOS

Para Jose Garrido

CUAL HIERÁTICOS BARDOS prisioneros,

los álamos de sangre se han dormido.

Rumian arias de yerba al sol caído,

las greyes de Belén en los oteros.

El anciano pastor, a los postreros

martirios de la luz estremecido,

en sus pascuales ojos ha cogido

una casta manada de luceros.

Labrado en orfandad baja el instante

con rumores de entierro, al campo orante

y se otoñan de sombra las esquilas.

Supervive el azul urdido en hierro,

y en él, amortajadas las pupilas,

tranza su aullido pastoral un perro.

BUZOS

LA ARAÑA

ES UNA ARAÑA enorme que ya no anda;

una araña incolora, cuyo cuerpo,

una cabeza y un abdomen, sangra.

Hoy la he visto de cerca. Y con qué esfuerzo

hacia todos los flancos

sus pies innumerables alargaba.

Y he pensado en sus ojos invisibles,

los pilotos fatales de la araña.

Es una araña que temblaba fija

en un filo de piedra;

el abdomen a un lado,

y al otro la cabeza.

Con tantos pies la pobre, y aún no puede

resolverse. Y, al verla

atónita en tal trance,

hoy me ha dado qué pena esa viajera.

Es una araña enorme, a quien impide

el abdomen seguir a la cabeza.

Y he pensado en sus ojos

y en sus pies numerosos...

¡Y me ha dado qué pena esa viajera!

BABEL

DULCE HOGAR SIN estilo, fabricado

de un solo golpe y de una sola pieza

de cera tornasol. Y en el hogar

ella daña y arregla; a veces dice:

“El hospicio es bonito; aquí no más!”

¡Y otras veces se pone a llorar!

ROMERÍA

PASAMOS JUNTOS. EL sueño

lame nuestros pies qué dulce;

y todo se desplaza en pálidas

renunciaciones sin dulce.

Pasamos juntos. Las muertas

almas, las que, cual nosotros,

cruzaron por el amor,

con enfermos pasos ópalos,

salen en sus lutos rígidos

y se ondulan en nosotros.

Amada, vamos al borde

frágil de un montón de tierra.

Va en aceite ungida el ala,

y en pureza. Pero un golpe,

al caer yo no sé dónde,

afila de cada lágrima

un diente hostil.

Y un soldado, un gran soldado,

heridas por charreteras,

se anima en la tarde heroica,

y a sus pies muestra entre risas,

como una gualdrapa horrenda,

el cerebro de la Vida.

Pasamos juntos, muy juntos,

invicta Luz, paso enfermo;

pasamos juntos las lilas

mostazas de un cementerio.

EL PALCO ESTRECHO

MÁS ACÁ, MÁS acá. Yo estoy muy bien.

Llueve; y hace una cruel limitación.

Avanza, avanza el pie.

Hasta qué hora no suben las cortinas

esas manos que fingen un zarzal?

Ves? Los otros, qué cómodos, qué efigies.

Más acá, más acá!

Llueve. Y hoy pasará otra nave

cargada de crespón;

será como un pezón negro y deforme

arrancado a la esfíngica Ilusión.

Más acá, más acá. Tú estás al borde

y la nave arrastrarte puede al mar.

Ah, cortinas inmóviles, simbólicas...

Mi aplauso es un festín de rosas negras:

cederte mi lugar!

Y en el fragor de mi renuncia,

un hilo de infinito sangrará.

Yo no debo estar tan bien;

avanza, avanza el piel!

DE LA TIERRA

¿ ................................

—SI TE AMARA... qué sería?

—Una orgía!

—Y si él te amara?

Sería

todo rituario, pero menos dulce.

Y si tú quisieras?

La sombra sufriría

justos fracasos en tus niñas monjas.

Culebrean latigazos,

cuando el can ama a su dueño?

—No; pero la luz es nuestra.

Estás enfermo... Vete... Tengo sueño!

(Bajo la alameda vesperal

se quiebra un fragor de rosa.)

—Idos, pupilas, pronto...

Ya retoña la selva en mi cristal!

EL POETA A SU AMADA

AMADA, EN ESTA noche tú me has crucificado

sobre los dos maderos curvados de mi beso;

y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado,

y que hay un viernesanto más dulce que ese beso.

En esta noche rara que tanta me has mirado,

la Muerte he estado alegre y ha cantado en su hueso.

En esta noche de setiembre se ha oficiado

mi segunda caída y el más humano beso.

Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos;

se irá secando a pausas nuestra excelsa amargura;

y habrán tocado a sombra nuestros labios difuntos.

Y ya no habrán reproches en tus ojos benditos;

ni volveré a ofenderte. Y en una sepultura

los dos dos dormiremos, como dos hermanitos.

VERANO

VERANO, YA ME voy. Y me dan pena

las manitas sumisas de tus tardes.

Llegas devotamente; llegas viejo;

y ya no encontrarás en mi alma a nadie.

Verano! y pasarás por mis balcones

con gran rosario de amatistas y oros,

como un obispo triste que llegara

de lejos a buscar y bendecir

los rotos aros de unos muertos novios.

Verano, ya me voy. Allá, en setiembre

tengo una rosa que te encargo mucho;

la regarás de agua bendita todos

los días de pecado y de sepulcro.

Si a fuerza de llorar el mausoleo,

con luz de fe su mármol aletea,

levanta en alto tu responso, y pide

a Dios que siga para siempre muerta.

Todo ha de ser ya tarde;

y tú no encontrarás en mi alma a nadie.

Ya no llores, Verano! En aquel surco

muere una rosa que renace mucho...

SETIEMBRE

AQUELLA NOCHE DE setiembre, fuiste

tan buena para mí... hasta dolerme!

Yo no sé lo demás; y para eso,

no debiste ser buena, no debiste.

Aquella noche sollozaste al verme

hermético y tirano, enfermo y triste.

Yo no sé lo demás.. . y para eso

yo no sé por qué fui triste..., tan triste...!

Sólo esa noche de setiembre dulce,

tuve a tus ojos de Magdala, toda

la distancia. de Dios... y te fui dulce!

Y también una tarde de setiembre

cuando sembré en tus brasas, desde un auto,

los charcos de esta noche de diciembre.

HECES

ESTA TARDE LLUEVE como nunca; y no

tengo ganas de vivir, corazón.

Esta tarde es dulce. Por qué no ha de ser?

Viste gracia y pena; viste de mujer.

Esta tarde en Lima llueve. Y yo recuerdo

las cavernas crueles de mi ingratitud;

mi bloque de hielo sobre su amapola,

más fuerte que su “No seas así!”

Mis violentas flores negras; y la bárbara

y enorme pedrada; y el trecho glacial.

Y pondrá el silencio de su dignidad

con. óleos quemantes el punto final.

Por eso esta tarde, como nunca, voy

con este búho, con este corazón.

Y otras pasan; y viéndome tan triste,

toman un poquito de ti

en la abrupta arruga de mi hondo dolor.

Esta tarde llueve, llueve mucho. ¡Y no

tengo ganas de vivir, corazón!

IMPÍA

SEÑOR! ESTABAS TRAS los cristales

humano y triste de atardecer;

y cuál lloraba tus funerales

esa mujer!

Sus ojos eran el jueves santo,

dos negros granos de amarga luz!

Con duras gotas de sangre y llanto

clavó tu cruz!

Impía! Desde que tú partiste,

Señor, no ha ido nunca al Jordán,

en rojas aguas su piel desviste,

y al vil judío le vende pan!

LA COPA NEGRA

LA NOCHE ES una copa de mal. Un silbo agudo

del guardia la atraviesa, cual vibrante alfiler.

Oye, tú, mujerzuela, ¿cómo, si ya te fuiste,

la onda aún es negra y me hace aún arder?

La Tierra tiene bordes de féretro en la sombra.

Oye, tú, mujerzuela, no vayas a volver.

A carne nada, nada

en la copa de sombra que me hace aún doler;

mi carne nada en ella,

como en un pantanoso corazón de mujer.

Ascua astral... He sentido

secos roces de arcilla

sobre mi loto diáfano caer.

Ah, mujer! Por ti existe

la carne hecha de instinto. Ah mujer!

Por eso ¡oh, negro cáliz! aun cuando ya te fuiste,

me ahogo con el polvo;

y piafan en mis carnes más ganas de beber!

DESHORA

PUREZA AMADA, QUE mis ojos nunca

llegaron a gozar. Pureza absurda!

Yo sé que estabas en la carne un día,

cuando yo hilaba aún mi embrión de vida.

Pureza en falda neutra de colegio;

y leche azul dentro del trigo tierno

a la tarde de lluvia, cuando el alma

ha roto su puñal en retirada,

cuando ha cuajado en no sé qué probeta

sin contenido una insolente piedra.

Cuando hay gente contenta; y cuando lloran

párpados ciegos en purpúreas bordas.

Oh, pureza que nunca ni un recado

me dejaste, al partir del triste barro

ni una migaja de tu voz; ni un nervio

de tu convite heroico de luceros.

Alejáos de mi, buenas maldades,

dulces bocas picantes...

Yo la recuerdo al veros oh, mujeres!

Pues de la vida en la perenne tarde,

nació muy poco pero mucho muere!

FRESCO

LLEGUÉ A CONFUNDIRME con ella,

tanto ...! Por sus recodos

espirituales, yo me iba

jugando entre tiernos fresales,

entre sus griegas manos matinales.

Ella me acomodaba después los lazos negros

y bohemios de la corbata. Y yo

volvía a ver la piedra

absorta, desairados los bancos, y el reloj

que nos iba envolviendo en su carrete,

al dar su inacabable molinete.

Buenas noches aquellas,

que hoy la dan por reír

de mi extraño morir,

de mi modo de andar meditabundo.

Alfeñiques de oro,

joyas de azúcar

que al fin se quiebran en

el mortero de losa de este mundo.

Pero para las lágrimas de amor,

los luceros son lindos pañuelitos

lilas,

naranjas,

verdes,

que empapa el corazón.

Y si hay ya mucha hiel en esas sedas,

hay un cariño que no nace nunca,

que nunca muere,

vuela otro gran pañuelo apocalíptico;

la mano azul, inédita de Dios!

YESO

SILENCIO. AQUÍ SE ha hecho ya de noche,

ya tras del cementerio se fue el sol;

aquí se está llorando a mil pupilas:

no vuelvas; ya murió mi corazón.

Silencio. Aquí ya todo está vestido

de dolor riguroso; y arde apenas,

como un mal kerosene, esta pasión.

Primavera vendrá. Cantarás «Eva»

desde un minuto horizontal, desde un

hornillo en que arderán los nardos de Eros.

¡Forja allí tu perdón para el poeta,

que ha de dolerme aún,

como clavo que cierra un ataúd!

Mas... una noche de lirismo, tu

buen seno, tu mar rojo

se azotará con olas de quince años,

al ver lejos, aviado con recuerdos

mi corsario bajel, mi ingratitud.

Después, tu manzanar, tu labio dándose,

y que se aja por mí por la vez última,

y que muere sangriento de amar mucho,

como un croquis pagano de Jesús.

¡Amada! Y cantarás;

y ha de vibrar el femenino en mi alma,

como en una enlutada catedral.

NOSTALGIAS IMPERIALES

NOSTALGIAS IMPERIALES

I

EN LOS PAISAJES de Mansiche labra

imperiales nostalgias el crepúsculo;

y lábrase la raza en mi palabra,

como estrella de sangre a flor de músculo.

El campanario dobla... No hay quien abra

la capilla... Diríase un opúsculo

bíblico que muriera en la palabra

de asiática emoción de este crepúsculo.

Un poyo con tres patas, es retablo

en que acaban de alzar labios en coro

la eucaristía de una chicha de oro.

Más allá de los ranchos surge al viento

el humo oliendo a sueño y a establo,

como si se exhumara un firmamento.

II

LA ANCIANA PENSATIVA, cual relieve

de un bloque pre-incaico, hila que hila;

en sus dedos de Mama el huso leve

la lana gris de su vejez trasquila.

Sus ojos de esclerótica de nieve

un ciego sol sin luz guarda y mutila...!

Su boca está en desdén, y en calma aleve

su cansancio imperial tal vez vigila.

Hay ficus que meditan, melenudos

trovadores incaicos en derrota,

la rancia pena de esta cruz idiota,

en la hora en rubor que ya se escapa,

y que es lago que suelda espejos rudos

donde náufrago llora Manco-Cápac.

III

COMO VIEJOS CURACAS van los bueyes

camino de Trujillo, meditando...

Y al hierro de la tarde, fingen reyes

que por muertos dominios van llorando.

En el muro de pie, pienso en las leyes

que la dicha y la angustia van trocando:

ya en las viudas pupilas de los bueyes

se pudren sueños qué no tienen cuándo.

La aldea, ante su paso, se reviste

de un rudo gris, en que un mugir de vaca

se aceita en sueño y emoción de huaca.

Y en el festín del cielo azul yodado

gime en el cáliz de la esquila triste

un viejo corequenque desterrado.

IV

LA GRAMA MUSTIA, recogida, escueta

ahoga no sé qué protesta ignota:

parece el alma exhausta de un poeta,

arredrada en un gesto de derrota.

La Ramada ha tallado su silueta,

cadavérica jaula, sola y rota,

donde mi enfermo corazón se aquieta

en un tedio estatual de terracota.

Llega el canto sin sal del mar labrado

en su máscara bufa de canalla

que babea y da tumbos, ahorcado!

La niebla hila una venda al cerro lila

que en ensueños miliarios se enmuralla,

como un huaco gigante que vigila.

HOJAS DE ÉBANO

FULGE MI CIGARRILLO;

su luz se limpia en pólvoras de alerta.

Y a su guiño amarillo

entona un pastorcillo

el tamarindo de su sombra muerta.

Ahoga en una enérgica negrura,

el caserón entero

la mustia distinción de su blancura.

Pena un frágil aroma de aguacero.

Están todas las puertas muy ancianas,

y se hastía en su habano carcomido

una insomne piedad de mil ojeras.

Yo las dejé lozanas;

y hoy las telarañas han zurcido

hasta en el corazón de sus maderas,

coágulos de sombra oliendo a olvido.

La del camino, el día

que me miró llegar, trémula y triste,

mientras que-sus dos brazos entreabría,

chilló como en un llanto de alegría.

Que en toda fibra existe

para el ojo que ama, una dormida

novia perla, una lágrima escondida.

Con no sé qué memoria secretea

mi corazón ansioso.

—Señora?... —Sí, señor; murió en la aldea;

aún la veo envueltita en su rebozo...

Y la abuela amargura

de un cantar neurasténico de paria

¡oh, derrotada musa legendaria!

afila sus melódicos raudales

bajo la noche oscura:

como si abajo, abajo,

en la turbia pupila de cascajo

de abierta sepultura,

celebrando perpetuos funerales,

se quebrasen fantásticos puñales.

Llueve..., llueve... Sustancia el aguacero,

reduciéndolo a fúnebres olores,

el humor de los viejos alcanfores

que velan tahuashando en el sendero

con sus ponchos de hielo y sin sombrero.

TERCETO AUTÓCTONO

I

EL PUÑO LABRADOR se aterciopela,

y en cruz en cada labio se aperfila.

Es fiesta! El ritmo del arado vuela;

y es un chantre de bronce cada esquila.

Afílase lo rudo. Habla escarcela...

En las venas indígenas rutila

un yaraví de sangre que se cuela

en nostalgias de sol por la pupila.

Las pallas, aquenando hondos suspiros,

como en raras estampas seculares,

enrosarian un símbolo en sus giros.

Luce él Apóstol en su trono, luego;

y es, entre inciensos, cirios y cantares,

el moderno dios-sol para el labriego.

II

ECHA UNA CANA al aire el indio triste.

Hacia el altar fulgente va el gentío.

El ojo del crepúsculo desiste

de ver quemado vivo el caserío.

La pastora de lana y llanque viste,

con pliegues de candor en su atavío;

y en su humildad de lana heroica y triste,

copo es su blanco corazón bravío.

Entre músicas, fuegos de bengala,

solfea un acordeón! Algún tendero

da su reclame al viento: “Nadie iguala!”

Las chispas al flotar lindas, graciosas,

son trigos de oro audaz que el chacarero

siembra en los cielos y en las nebulosas.

III

MADRUGADA. LA CHICHA al fin revienta

en sollozos, lujurias, pugilatos;

entre olores de urea y de pimienta

traza un ebrio al andar mil garabatos.

“Mañana que me vaya...” se lamenta

un Romeo rural cantando a ratos.

Caldo madrugador hay ya de venta;

y brinca un ruido aperital de platos.

Van tres mujeres.. ., silba un golfo... Lejos

el río anda borracho y canta y llora

prehistorias de agua, tiempos viejos.

Y al sonar una caja de Tayanga,

como iniciando un huaino azul, remanga

sus pantorrillas de azafrán la Aurora.

ORACIÓN DEL CAMINO

NI SÉ PARA quién es esta amargura!

Oh, Sol, llévala tú que estás muriendo,

y cuelga, como un Cristo ensangrentado,

mi bohemio dolor sobre su pecho.

El valle es de oro amargo;

y el viaje es triste, es largo.

Oyes? Regaña una guitarra. Calla!

Es tu raza, la pobre viejecita

que al saber que eres huésped y que te odian,

se hinca la faz con una roncha lila.

El valle es de oro amargo,

y el trago es largo..., largo...

Azulea el camino, ladra el río...

Baja esa frente sudorosa y fría,

fiera y deforme. Cae el pomo roto

de una espada humanicida!

Y en el mómico valle de oro santo,

la brasa de sudor se apaga en llanto!

Queda un olor de tiempo abonado de versos,

para brotes de mármoles consagrados que hereden

la aurífera canción

de la alondra que se pudre en mi corazón!

HUACO

YO SOY EL coraquenque ciego

que mira por la lente de una llaga,

y que atado está al Globo,

como a un huaco estupendo que girara.

Yo soy el llama, a quien tan sólo alcanza

la necedad hostil a trasquilar

volutas de clarín,

volutas de clarín brillantes de asco

y bronceadas de un viejo yaraví.

Soy el pichón de cóndor desplumado

por latino arcabuz;

y a flor de humanidad floto en los Andes,

como un perenne Lázaro de luz.

Yo soy la gracia incaica que se roe

en áureos coricanchas bautizados

de fosfatos de error y de cicuta.

A veces en mis piedras se encabritan

los nervios rotos de un extinto puma.

Un fermento de Sol;

levadura de sombra y corazón!

MAYO

VIERTE EL HUMO doméstico en la aurora

su sabor a rastrojo;

y canta, haciendo leña, la pastora

un salvaje aleluya!

Sepia y rojo.

Humo de la cocina, aperitivo

de gesta en este bravo amanecer.

El último lucero fugitivo

lo bebe, y, ebrio ya de su dulzor,

¡oh celeste zagal trasnochador!

se duerme entre un jirón de rosicler.

Hay ciertas ganas lindas de almorzar,

y beber del arroyo, y chivatear!

Aletear con el humo allá, en la altura;

o entregarse a los vientos otoñales

en pos de alguna Ruth sagrada, pura,

que nos brinde una espiga de ternura

bajo la hebraica unción de los trigales!

Hoz al hombro calmoso,

acre el gesto brioso,

va un joven labrador a Irichugo.

Y en cada brazo que parece yugo

se encrespa el férreo jugo palpitante

que en creador esfuerzo cuotidiano

chispea, como trágico diamante,

a través de los poros de la mano

que no ha bizantinado aún el guante.

Bajo un arco que forma verde aliso,

¡oh cruzada fecunda del andrajo!

La zagala que llora

su yaraví a la aurora,

recoge ¡oh Venus pobre!

frescos leños fragantes

en sus desnudos brazos arrogantes

esculpidos en cobre.

En tanto que un becerro,

perseguido del perro,

por la cuesta bravía

corre, ofrendando al floreciente día

un himno de Virgilio en su cencerro!

Delante de la choza

el indio abuelo fuma;

y el serrano crepúsculo de rosa,

el ara primitiva se sahúma

en el gas del tabaco.

Tal surge de la entraña fabulosa

de epopéyico huaco,

mítico aroma de broncíneos lotos,

el hilo azul de los alientos rotos!

ALDEANA

LEJANA VIBRACIÓN DE esquilas mustias

en el aire derrama

la fragancia rural de sus angustias.

En el patio silente

sangra su despedida el sol poniente

El ámbar otoñal del panorama

toma un frío matiz de gris doliente!

Al portón de la casa

que el tiempo con sus garras torna ojosa,

asoma silenciosa

y al establo cercano luego pasa,

la silueta calmosa

de un buey color de oro,

que añora con sus bíblicas pupilas,

oyendo la oración de las esquilas,

su edad viril de toro!

Al muro denla huerta

aleteando la pena de su canto,

salta un gallo gentil, y, en triste alerta,

cual dos gotas de llanto,

tiemblan sus ojos en la tarde muerta!

Lánguido se desgarra

en la vetusta aldea

el dulce yaraví de una guitarra,

en cuya eternidad de hondo quebranto

la triste voz de un indio dondonea,

como un viejo esquilón de camposanto.

De codos yo en el muro,

cuando triunfa en el alma el tinte oscuro

y el viento reza en los ramajes yertos

llantos de quenas, tímidos, inciertos,

suspiro una congoja,

al ver que la penumbra gualda y roja

llora un trágico azul de idilios muertos!

IDILIO MUERTO

QUÉ ESTARÁ HACIENDO esta hora mi andina y dulce Rita

de junco y capulí;

ahora que me asfixia Bizancio, y que dormita

la sangre, como flojo cognac, dentro de mí.

Dónde estarán sus manos que en actitud contrita

planchaban en las tardes blancuras por venir;

ahora, en esta lluvia que me quita

las ganas de vivir.

Qué será de su falda de franela; de sus

afanes; de su andar;

de su sabor a cañas de mayo del lugar.

Ha de estarse a la puerta mirando algún celaje,

y al fin dirá temblando: «Qué frío hay... Jesús!»

y llorará en las tejas un pájaro salvaje.

TRUENOS

EN LAS TIENDAS GRIEGAS

Y EL ALMA se asustó

a las cinco de aquella tarde azul desteñida.

El labio entre los linos la imploró

con pucheros de novio para su prometida.

El Pensamiento, el gran General se ciñó

de una lanza deicida.

El Corazón danzaba; más, luego sollozó:

la bayadera esclava estaba herida?

Nadal Fueron los tigres que la dan por correr

a apostarse en aquel rincón, y tristes ver

'los ocasos, que llegan desde Atenas.

No habrá remedio para este hospital de nervios,

para el gran campamento irritado de este atardecer! Y el General escruta volar siniestras penas

allá ................................

en el desfiladero de mis nervios!

ÁGAPE

HOY NO HA venido nadie a preguntar;

ni me han pedido en esta tarde nada.

No he visto ni una flor de cementerio

en tan alegre procesión de luces.

Perdóname, Señor: qué poco he muerto!

En esta tarde todos, todos pasan

sin preguntarme ni pedirme nada.

Y no sé qué se olvidan y se queda

mal en mis manos, como cosa ajena.

He salido a la puerta,

y me da ganas de gritar a todos:

Si echan de menos algo, aquí se queda!

Porque en todas las tardes de esta vida,

yo no sé con qué puertas dan a un rostro,

y algo ajeno se toma el alma mía.

Hoy no ha venido nadie;

y hoy he muerto qué poco en esta tarde!

LA VOZ DEL ESPEJO

ASÍ PASA LA vida, como raro espejismo.

La rosa azul que alumbra y da el ser al cardo!

junto al dogma del fardo

matador, el sofisma del Bien y la Razón!

Se ha cogido, al acaso, lo que rozó la mano;

los perfumes volaron, y entre ellos se ha sentido

el moho que a mitad de la ruta ha crecido

en el manzano seco de la muerta Ilusión.

Así pasa la vida,

con cánticos aleves de agostada bacante.

Yo voy todo azorado, adelante..., adelante,

rezongando mi marcha funeral.

Van al pie de brahmánicos elefantes reales,

y al sórdido abejeo de un hervor mercurial

parejas que alzan brindis esculpidos en roca

y olvidados crepúsculos una cruz en la boca.

Así pasa la vida, vasta orquesta de Esfinges

que arrojan al vacío su marcha funeral.

ROSA BLANCA

ME SIENTO BIEN. Ahora

brilla un estoico hielo

en mí.

Me da risa esta soga

rubí

que rechina en mi cuerpo.

Soga sin fin,

como una

voluta

descendente

de

mal...

soga sanguínea y zurda

formada de

mil dagas en puntal.

Que vaya así, trenzando

sus rollos de crespón;

y que ate el gato trémulo

del Miedo al nido helado,

al último fogón.

Yo ahora estoy sereno,

con luz.

Y maya en mi Pacífico

un náufrago ataúd.

LA DE MIL

EL SUERTERO QUE grita «La de a mil»

tiene no sé qué fondo de Dios.

Pasan todos los labios. El hastío

despunta en una arruga su yanó.

Pasa el suertero que atesora, acaso

nominal, como Dios,

entre panes tantálicos, humana

impotencia de amor.

Yo le miro el andrajo. Y él pudiera

darnos el corazón;

pero la suerte aquella que en sus manos

aporta, pregonando en alta voz,

como un pájaro cruel, irá a parar

adonde no lo sabe ni lo quiere

este bohemio dios.

Y digo en este viernes tibio que anda

a cuestas bajo el sol:

¡por qué se habrá vestido de suertero

la voluntad de Dios!

EL PAN NUESTRO

Para Alejandro Gamboa

SE BEBE EL desayuno... Húmeda tierra

de cementerio huele a sangre amada.

Ciudad de invierno... La mordaz cruzada

de una carreta que arrastrar parece

una emoción de ayuno encadenada!

Se quisiera tocar todas las puertas,

y preguntar por no sé quién; y luego

ver a los pobres, y, llorando quedos,

dar pedacitos de pan fresco a todos.

Y saquear a los ricos sus viñedos

con las dos manos santas

que a un golpe de luz

volaron desclavadas de la Cruz!

Pestaña matinal, no os levantéis!

¡El pan nuestro de cada día dánoslo,

Señor...!

Todos mis huesos son ajenos;

yo talvez los robé!

Yo vine a darme lo que acaso estuvo

asignado para otro;

y pienso que, si no hubiera nacido,

otro pobre tomara este café!

Yo soy un mal ladrón... A dónde iré!

Y en esta hora fría, en que la tierra

trasciende a polvo humano y es tan triste,

quisiera yo tocar todas las puertas,

y suplicar a no sé quién, perdón,

y hacerle pedacitos de pan fresco

aquí, en el horno de mi corazón...!

ABSOLUTA

COLOR DE ROPA antigua. Un julio a sombra,

y un agosto recién segado. Y una

mano de agua que injertó en el pino

resinoso de un tedio malas frutas.

Ahora que has anclado, oscura ropa,

tornas rociada de un suntuoso olor

a tiempo, a abreviación... Y he cantado

el proclive festín que se volcó.

Mas ¿no puedes, Señor, contra la muerte,

contra el límite, contra lo que acaba?

¡Ay, la llaga en color de ropa antigua,

cómo se entreabre y huele a miel quemada!

Oh unidad excelsa! Oh lo que es uno

por todos!

¡Amor contra el espacio y contra el tiempo!

Un latido único de corazón;

un solo ritmo: ¡Dios!

Y al encogerse de hombros los linderos

en un bronco desdén irreductible,

hay un riego de sierpes

en la doncella plenitud del 1.

¡Una arruga, una sombra!

DESNUDO EN BARRO

COMO HORRIBLES BATRACIOS a la atmósfera,

suben visajes lúgubres al labio.

Por el Sahara azul de la Substancia

camina un verso gris, un dromedario.

Fosforece un mohín de sueños crueles.

Y el ciego que murió lleno de voces

de nieve. Y madrugar, poeta, nómada,

al crudísimo día de ser hombre.

Las Horas van febriles, y en los ángulos

abortan rubios siglos de ventura.

¡Quién tira tanto el hilo: quién descuelga

sin piedad nuestros nervios,

cordeles ya gastados, a la tumba!

Amor! Y tú también. Pedradas negras

se engendran en tu máscara y la rompen.

¡La tumba es todavía

un sexo de mujer que atrae al hombre!

CAPITULACIÓN

ANOCHE, UNOS ABRILES granas capitularon

ante mis mayos desarmados de juventud;

los marfiles histéricos de su beso me hallaron

muerto; y en un suspiro de amor los enjaulé.

Espiga extraña, dócil. Sus ojos me asediaron

una tarde amaranto que dije un canto a sus

cantos; y anoche, en medio de los brindis, me hablaron

las dos lenguas de sus senos abrasadas de sed.

Pobre trigueña aquella; pobres sus armas; pobres

sus velas cremas que iban al tope en las salobres

espumas de un marmuerto. Vencedora y vencida,

se quedó pensativa y ojerosa y granate.

Yo me partí de aurora. Y desde aquel combate,

de noche entran dos sierpes esclavas a mi vida.

LÍNEAS

CADA CINTA DE fuego

que, en busca del Amor,

arrojo y vibra en rosas lamentables,

me da a luz el sepelio de una víspera.

Yo no sé si el redoble en que lo busco,

será jadear de roca,

o perenne nacer de corazón.

Hay tendida hacia el fondo de los seres,

un eje ultranervioso, honda plomada.

La hebra del destino!

Amor desviará tal ley de vida,

hacia la voz del Hombre;

y nos dará la libertad suprema

en transubstanciación azul, virtuosa,

contra lo ciego y lo fatal.

Que en cada cifra lata,

recluso en albas frágiles,

el Jesús aún mejor de otra gran Yema!

Y después... La otra línea...

Un Bautista que aguaita, aguaita, aguaita...

Y, cabalgando en intangible curva,

un pie bañado en púrpura.

AMOR PROHIBIDO

SUBES CENTELLEANTE DE labios y ojeras!

Por tus venas subo, como un can herido

que busca el refugio de blandas aceras.

Amor, en el mundo tú eres un pecado!

Mi beso es la punta chispeante del cuerno

del diablo; mi beso que es credo sagrado!

Espíritu es el horópter que pasa

puro en su blasfemia!

El corazón que engendra al cerebro

que pasa hacia el tuyo, por mi barro triste.

Platónico estambre

que existe en el cáliz donde tu alma existe!

¿Algún penitente silencio siniestro?

¿Tú acaso lo escuchas? Inocente flor!

... Y saber que donde no hay un Padrenuestro,

el Amor es un Cristo pecador!

LA CENA MISERABLE

HASTA CUÁNDO ESTAREMOSesperando lo que

no se nos debe... Y en qué recodo estiraremos

nuestra pobre rodilla para siempre! Hasta cuándo

la cruz que nos alienta no detendrá sus remos.

Hasta cuándo la Duda nos brindará blasones

por haber padecido!...

Ya nos hemos sentado

mucho a la mesa, con la amargura de un niño

que a media noche, llora de hambre, desvelado...

Y cuándo nos veremos con los demás, al borde

de una mañana eterna, desayunados todos!

Hasta cuándo este valle de lágrimas, a donde

yo nunca dije que me trajeran.

De codos

todo bañado en llanto, repito cabizbajo

y vencido: hasta cuándo la cena durará.

Hay alguien que ha bebido mucho, y se burla,

y acerca y aleja de nosotros, como negra cuchara

de amarga esencia humana, la tumba...

Y menos sabe

ese oscuro hasta cuándo la cena durará!

PARA EL ALMA IMPOSIBLE DE MI AMADA

AMADA: NO HAS querido plasmarte jamás

como lo ha pensado mi divino amor.

Quédate en la hostia,

ciega e impalpable,

como existe Dios.

Si he cantado mucho, he llorado más

por ti ¡oh mi parábola excelsa de amor!

Quédate en el seso,

y en el mito inmenso

de mi corazón!

Es la fé, la fragua donde yo quemé

el terroso hierro de tanta mujer;

y en un yunque impío te quise pulir.

Quédate en la eterna

nebulosa, ahí,

en la multicencia de un dulce no ser.

Y si no has querido plasmarte jamás

en mi metafísica emoción de amor,

deja que me azote,

como un pecador.

EL TÁLAMO ETERNO

SÓLO AL DEJAR de ser, Amor es fuerte!

Y la tumba será una gran pupila,

en cuyo fondo supervive y llora

la angustia del amor, como en un cáliz

de dulce eternidad y negra aurora.

Y los labios se encrespan para el beso,

como algo lleno que desborda y muere;

y, en conjunción crispante,

cada boca renuncia para la otra

una vida de vida agonizante.

Y cuando pienso así, dulce es la tumba

donde todos al fin se compenetran

en un mismo fragor;

dulce es la sombra, donde todos se unen

en una cita universal de amor.

LAS PIEDRAS

ESTA MAÑANA BAJÉ

a las piedras, oh las piedras!

Y motivé y troquelé

un pugilato de piedras.

Madre nuestra, si mis pasos

en el mundo hacen dolor,

es que son los fogonazos

de un absurdo amanecer.

Las piedras no ofenden; nada

codician. Tan sólo piden

amor a todos, y piden

amor aun a la Nada.

Y si algunas. de ellas se

van cabizbajas, o van

avergonzadas, es que

algo de humano harán...

Mas, no falta quien a alguna

por puro gusto golpee.

Tal, blanca piedra es la luna

que voló de un puntapié...

Madre nuestra, esta mañana

me he corrido con las hiedras,

al ver la azul caravana

de las piedras,

de las piedras,

de las piedras...

RETABLO

YO DIGO PARA mí: por fin escapo al ruido;

nadie me ve que voy a la nave sagrada.

Altas sombras acuden,

y Darío que pasa con su lira enlutada.

Con paso innumerable sale la dulce Musa,

y a ella van mis ojos, cual polluelos al grano.

La acosan tules de éter y azabaches dormidos,

en tanto sueña el mirlo de la vida en su mano.

Dios mío, eres piadoso, porque diste esta nave,

donde hacen estos brujos azules sus oficios.

Darío de las Américas celestes! Tal ellos se parecen

a ti! Y de tus trenzas frabrican sus cilicios.

Como ánimas que buscan entierros de oro absurdo,

aquellos arciprestes vagos del corazón,

se internan, y aparecen... y, habládonos de lejos,

nos lloran el suicidio monótono de Dios!

PAGANA

IR MURIENDO Y cantando. Y bautizar la sombra

con sangre babilónica de noble gladiador.

Y rubricar los cuneiformes de la áurea alfombra

con la pluma del ruiseñor y la tinta azul del dolor.

¿La Vida? Hembra proteica. Contemplarla asustada

escaparse en sus velos, infiel, falsa Judith;

verla desde la herida, y asirla en la mirada,

incrustando un capricho de cera en un rubí.

Mosto de Babilonia, Holofernes, sin tropas,

en el árbol cristiano yo colgué mi nidal;

la viña redentora negó amor a mis copas;

Judith, la vida aleve, sesgó su cuerpo hostial.

Tal un festín pagano. Y amarla hasta en la muerte,

mientras las venas siembran rojas perlas de mal;

y así volverse al polvo, conquistador sin suerte,

dejando miles de ojos de sangre en el puñal.

LOS DADOS ETERNOS

Para Manuel González Prada, esta emoción bravía y selecta, una de las que, con más entusiasmo, me ha aplaudido el gran maestro.

DIOS MÍO, ESTOY llorando el ser que vivo;

me pesa haber tomádote tu pan;

pero este pobre barro pensativo

no es costra fermentada en tu costado:

¡tú no tienes Marías que se van!

Dios mío, si tú hubieras sido hombre,

hoy supieras ser Dios;

pero tú, que estuviste siempre bien,

no sientes nada de tu creación.

¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!

Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,

como en un condenado,

Dios mío, prenderás todas tus velas,

y jugaremos con el viejo dado.

Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte

del universo todo,

surgirán las ojeras de la Muerte,

como dos ases fúnebres de lodo.

Dios míos, y esta noche sorda, obscura,

ya no podrás jugar, porque la Tierra

es un dado roído y ya redondo

a fuerza de rodar a la aventura,

que no puede parar sino en un hueco,

en el hueco de inmensa sepultura.

LOS ANILLOS FATIGADOS

HAY GANAS DE volver, de amar, de no ausentarse,

y hay ganas de morir, combatido por dos

aguas encontradas que jamás- han de istmarse.

Hay ganas: de un gran beso que amortaje a la Vida,

que acaba en el áfrica de una agonía ardiente,

suicida!

Hay ganas de... no tener ganas. Señor;

a ti yo te señalo. con el dedo deicida:

hay ganas de no haber tenido corazón.

La primavera vuelve, vuelve y se irá. Y Dios,

curvado en tiempo, se repite, y pasa:, pasa

:a cuestas con la espina dorsal del Universo.

Cuando, las sienes tocan su lúgubre .tambor...

cuando me- duele el sueño grabado en un puñal,

hay ganas de quedarse plantado en .este verso!

SANTORAL

(Parágrafos)

VIEJO OSIRIS! LLEGUÉhasta la pared

de enfrente de la vida.

Y me parece. que he tenido siempre

a la mano esta pared.

Soy la sombra, el reverso: todo va

bajo mis pasos de columna eterna.

Nada e traído por las trenzas; todo

fácil se vino a mí, como una herencia.

Sardanápalo. Tal, botón eléctrico.

de máquinas de sueño fue mi boca.

Así he llegado a la pared de enfrente;

y siempre ésta pared tuve .a la mano.

Viejo Osiris! Perdónote! Que nada

alcanzó a requerirme, nada, nada...

LLUVIA

EN LIMA... EN Lima está lloviendo

el agua sucia de un dolor

qué mortífero! Está lloviendo

de la gotera de tu amor.

No te hagas la que está durmiendo,

recuerda de tu trovador;

que yo ya comprendo.. . comprendo

la humana ecuación de tu amor.

Truena en la mística dulzaina

la gema tempestuosa y zaina,

la brujería de tu “sí”.

Mas, cae, cae el aguacero

al ataúd, de mi sendero,

donde me ahueso para ti...

AMOR

AMOR, YA NO vuelves a mis ojos muertos;

y cuál mi idealista corazón te llora.

Mis cálices todos aguardan abiertos

tus hostias de otoño y vinos de aurora.

Amor, cruz divina, riega mis desiertos

con tu sangre de astros que sueña y que llora.

Amor, ya no vuelves a mis ojos muertos

que temen y ansían tu llanto de auroral

Amor, no te quíero cuando estás distante

rifado en afeites de alegre bacante,

o en frágil y chata facción de mujer.

Amor, ven sin carne, de un Icor que asombre;

y que yo, a manera de Dios, sea el hombre

que ama y engendra sin sensual placer!

DIOS

SIENTO A DIOS que camina

tan en mí, con la tarde y con el mar.

Con él nos vamos juntos. Anochece.

Con él anochecemos, Orfandad...

Pero yo siento a Dios. Y hasta parece

que él me dicta no sé qué buen color.

Como un hospitalario, es bueno y triste;

mustia un dulce desdén de enamorado:

debe dolerle mucho el corazón.

Oh, Dios mío, recién a ti me llego

hoy que amo tanto en esta tarde; hoy

que en la falsa balanza de unos senos,

mido y lloro una frágil Creación.

Y tú, cuál llorarás..., tú, enamorado

de tanto enorme seno girador...

Yo te consagro Dios, porque amas tanto;

porque jamás sonríes; porque siempre

debe dolerte mucho el corazón.

UNIDAD

EN ESTA NOCHE mi reloj jadea

junto a la sien oscurecida, como

manzana de revólver que voltea

bajo el gatillo sin hallar el plomo.

La luna blanca, inmóvil, lagrimea,

y es un ojo que apunta... Y siento cómo

se acuña el gran Misterio en una idea

hostil y ovoidea, en un bermejo plomo.

Ah, mano que limita, que amenaza

tras de todas las puertas, y que alienta

en todos los relojes, cede y pasa!

Sobre la araña gris de tu armazón,

otra gran Mano hecha de luz sustenta

un plomo en forma azul de corazón.

LOS ARRIEROS

ARRIERO, VAS FABULOSAMENTE vidriado de sudor.

La hacienda Menocucho

cobra mil sinsabores diarios por la vida.

Las doce. Vamos a la cintura del día.

El sol que duele mucho.

Arriero, con tu poncho colorado te alejas,

saboreando el romance peruano de tu coca.

Y yo desde una hamaca,

desde un siglo de duda,

cavilo tu horizonte y atisbo, lamentado,

por zancudos y por el estribillo gentil

y enfermo de una “paca-paca.”

A1 fin tú llegarás donde debes llegar,

arriero, que, detrás de tu burro santurrón,

te vas...,

te vas...

Feliz de ti, en este calor en que se encabritan

todas las ansias y todos los motivos;

cuando el espíritu que anima al cuerpo apenas,

va sin oca, y no atina a acesbtrar

su bruto hacia los Andes

oxidentales de la Eternidad.

CANCIONES DE HOGAR

ENCAJES DE FIEBRE

POR LOS CUADROS de santos en el muro colgados

mis pupilas, arrastran un ¡ay! de anochecer;

y én un temblor de fiebre, con los brazos cruzados,

mi ser recibe vaga visita del Noser:

Una mosca llorona en los muebles cansados

yo no sé qué leyenda fatal quiere verter:

una ilusión de Orientes que fugan asaltados;

un nido azul de alondras que mueren al nacer.

En un sillón antiguo sentado está mi padre.

Como una Dolorosa, entra y sale mi madre:

Y al verlos siento un algo que no, quiere partir.

Porque antes. de la oblea que es hostia, hecha de Ciencia,

está la hostia, oblea hecha de Providencia.

Y la.visita nace, me ayuda a bien vivir...

LOS PASOS LEJANOS

MI PADRE DUERME. Su semblante augusto

figura un apacible corazón;

está ahora tan dulce...

si hay algo en él de amargo, seré yo.

Hay soledad en el hogar; se reza;

y no hay noticias de los hijos hoy.

Mi padre se despierta, ausculta

la huida a Egipto, el restañante adiós.

Está ahora tan cerca;

si hay algo en él de lejos, seré yo.

Y mi madre pasea allá en los huertos,

saboreando un sabor ya sin sabor.

Está ahora tan suave,

tan ala, tan salida, tan amor.

Hay soledad en el hogar sin bulla,

sin noticias, sin verde, sin niñez.

Y si hay algo quebrado en esta tarde,

y que baja y que cruje,

son dos viejos caminos blancos, curvos.

Por ellos va mi corazón a pie.

A MI HERMANO MIGUEL

In memoriam

HERMANO, HOY ESTOY en el poyo de la casa.

Donde nos haces una falta sin fondo!

Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá

nos acariciaba: “Pero, hijos...”

Ahora yo me escondo,

como antes, todas estas oraciones

vespertinas, y espero que tú no des conmigo.

Por la sala, el zaguán, los corredores.

Después, te ocultas tú, y yo no doy contigo.

Me acuerdo que nos hacíamos llorar,

hermano, en aquel juego.

Miguel, tú te escondiste

una noche de agosto, al alborear;

pero, en vez de ocultarte riendo, estabas triste.

Y tu gemelo corazón de esas tardes

extintas se ha aburrido de no encontrarte. Y ya

cae sombra en el alma.

Oye, hermano, no tardes

en salir. Bueno? Puede inquietarse mamá.

ENEREIDA

MI PADRE, APENAS

en la mañana pajarina, pone

sus setentiocho años, sus setentiocho

ramos de invierno a solear.

El cementerio de Santiago, untado

en alegre año nuevo, está a la vista.

Cuántas veces sus pasos cortaron hacia él,

y tornaron de algún entierro humilde.

Hoy hace mucho tiempo que mi padre no sale

Una broma de niños se desbanda.

Otras veces le hablaba a mi madre

de impresiones urbanas, de política;

y hoy, apoyado en su bastón ilustre

que sonara mejor en los años de la Gobernación,

mi padre está desconocido, frágil,

mi padre es una víspera.

Lleva, trae, abstraído, reliquias, cosas,

recuerdos, sugerencias.

La mañana apacible le acompaña

con sus alas blancas de hermana de la caridad.

Día eterno es éste, día ingenuo, infante

coral, oracional;

se corona el tiempo de palomas,

y el futuro se puebla

de caravanas de inmortales rosas.

Padre, aún sigue todo despertando;

es enero que canta, es tu amor

que resonando va en la Eternidad.

Aún reirás de tus pequeñuelos,

y habrá bulla triunfal en los Vacíos.

Aún será año nuevo. Habrá empanadas;

y yo tendré hambre, cuando toque a misa

en el-beato campanario

el buen ciego mélico con quien

departieron mis sílabas escolares y frescas,

mi inocencia rotunda.

Y cuando la mañana llena de gracia,

desde sus senos de tiempo,

que son dos renuncias, dos avances de amor

que se tienden y ruegan infinito, eterna vida,

cante, y eche a volar Verbos plurales,

jirones de tu ser,

a la borda de sus alas blancas

de hermana de la caridad, ¡oh, padre mio!

ESPERGESIA

YO NACÍ UN día

que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,

que soy malo; y no saben

del diciembre de ese enero.

Pues yo nací un día

que Dios estuvo enfermo.

Hay un vacío

en mi aire metafísico

que nadie ha de palpar:

el claustro de un silencio

que habló a flor de fuego.

Yo nací un día

que Díos estuvo enfermo.

Hermano, escucha, escucha...

Bueno. Y que no me vaya

sin llevar diciembres,

sin dejar eneros.

Pues yo nací un día

que Díos estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,

que mastico... Y no saben

por qué en mi verso chirrían,

oscuro sinsabor de féretro,

luyidos vientos

desenroscados de la Esfinge

preguntona del Desierto.

Todos saben... Y no saben

que la luz es tísica,

y la Sombra gorda...

Y no saben que el Misterio sintetiza...

que él es la joroba

musical y triste que a distancia denuncia

el paso meridiano de las lindes a las Lindes.

Yo nací un día

que Dios estuvo enfermo,

grave.

...

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