Ciudades democráticas

Ciudades democráticas.

El propósito de este ensayo es, manifestar mi inquietud sobre la realidad nacional y cómo se está abordando desde nuestra área de estudios. Para comenzar con una primera aproximación sobre el quehacer arquitectónico, pongamos por caso el objetivo de la Facultad de Arquitectura de la UNAM  “El objetivo fundamental de la Licenciatura de Arquitectura es atender los requerimientos de la sociedad en la que vivimos y la transformen para elevar su calidad de vida.  [… ] ” ^[1] . Sin embargo, con simple vistazo a la ciudad o ciudades de México, es notoria la falta soluciones que incrementen la calidad de vida en materia en materia de vivienda y urbanismo.

 Desde este somero punto de vista se pueden hacer ya varias reflexiones al respecto, ¿son las legislaciones institucionales y/o prácticas privadas las que someten al papel del arquitecto? O ¿es el mismo arquitecto que en aras de ejercer la profesión para obtener recursos económicos, trabaja para una minoría acomodada? ¿Acaso los egresados, en busca de algún cargo, tienen sólo esas dos opciones?

De manera general, existe una simbiosis dañina entre las autoridades públicas y los ciudadanos (inclúyase arquitectos, estudiantes de arquitectura o cualquier ocupación)  en donde ninguno de los dos desea cargar con la responsabilidad del conocimiento, es decir los primeros, ignoran la mayor parte de productos de investigación surgidos en las  681 públicas y 971 privadas IES del país^[2]; y los segundos limitan el conocimiento de sus investigaciones a esferas intelectuales, que en pocas ocasiones llegan a permear a sectores populares y menos aún a sectores políticos, obteniendo como resultado ciudades indiferentes, pues el grueso de la población sin acceso a derechos y educación son quienes resultan afectados .

La antítesis de una ciudad democrática es una ciudad sectorizada, donde el poder de elección de por ejemplo, vivienda, queda reducido a un pequeño grupo con los recursos necesarios para adquirirla, mientras las periferias quedan abandonadas en el conformismo donde el círculo se repite incesantemente.

Los arquitectos pueden dar en pequeña o gran medida, nuevas formas de abordar los problemas de las ciudades indiferentes; en primer lugar, cuando los arquitectos, se convierten en simples facilitadores de tecnologías y devuelven a la gente el poder de decisión, comienza un nuevo ciclo donde por el momento dos esferas de la sociedad se comunican y comparten conocimiento, es decir, existe una arquitectura participativa.

Con respecto a la arquitectura participativa existen ya varios proyectos y estudios, pero aún hay un campo extenso por explorar. El siguiente reto sería el de acercar a la sociedad y al gobierno con el fin de hacer políticas públicas y crear puentes de comunicación entre ambos que beneficien a un grupo más amplio de ciudadanos para que tengan el poder de ejercer su derecho a la decisión en todos sentidos, afectando directamente a nuestro campo de acción, en otras palabras, cabría la posibilidad reestructurar ciudades por los mismos habitantes según sus propias necesidades (Friedman 1978).

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