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Decentralizacion

elbaderico16 de Enero de 2014

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y de manera vertical, siguiendo un orden piramidal en cuanto a la cadena de mando.

La concepción de "Estado" como lugar de articulación de las clases sociales choca radicalmente con otras interpretaciones del mismo, choca en especial con la concepción del Estado como una representación directa y única de una clase que es, por definición, la clase dominante, aún en la versión atenuada de esta concepción mediante la aceptación del concepto de "autonomía- relativa", concepto que ha sido atribuido a las regiones como base para lograr un posible desarrollo. Dicha autonomía relativa a traído marcadas diferencias a nivel de gobierno, es decir, cuando se está enmarcado dentro de un régimen autoritario o semi-autoritario.

Pues bien, en términos que abarcan la planificación regional y con ella el desarrollo, encuadrado éste como resultado directo de las acciones tomadas por los planificadores, en el ejercicio perfecto de la profesión, sería conveniente indicar que el resultado del "desarrollo" es que una minoría privilegiada ha incrementado grandemente sus fortunas, mientras que aquellos que realmente necesitan ayuda quedan más desamparados que antes. Claro está, si el propósito del desarrollo es brindar ayuda a aquellos que más la necesitan, cada "región" o "distrito" dentro del país necesita su propio desarrollo. Esto es lo que se quiere decir por un enfoque "regional", es decir, buscar la manera de no ser tan dependientes del Estado central.

En este sentido, el Estado, como concepto histórico, ya no es el depositario del poder absoluto que una clase dominante le concede, sino que existe un poder compartido no sólo entre las clases sino entre fracciones de las mismas con intereses conflictivos. La administración no puede resolver los novedosos problemas que plantea la emergente organización social. La reproducción de la sociedad en base a los parámetros conocidos no sirve ante la crisis de articulación que reclama una transformación de las estructuras sociales.

Pero que papel juegan los planificadores regionales cuando hablamos de profundizar la democracia, cuando hablamos de mejorar el balance geográfico del desarrollo y a su vez de incrementar la confianza en las capacidades de la sociedad civil, en este caso es un poco más complicado el análisis, sin embargo y como apunta J. Borja y M. Castells. "..los procesos de democratización política y de descentralización del Estado revalorizaron durante la pasada década el papel de las ciudades y los gobiernos locales. Sin embargo las limitaciones de estos mismos procesos, los efectos sociales de las políticas de ajuste que se añadieron a las desigualdades y marginalidades heredadas, etc, han retrasado la emergencia de las ciudades como protagonistas...", ese atraso evidenciado en los gobiernos locales ha provocado ciertas diferencias y choques que se manifiestan en las políticas adoptadas por sus gobernantes, introduciendo de manera radical lo que hoy podríamos llamar ingobernabilidad.

Pero introduciéndonos un poco más en el tema de la planificación, es cierto que es estudio propio de los planificadores el crecimiento demográfico, la extensión de la ciudad "no legal", el peso de la marginalidad social, el déficit de infraestructura moderna y la debilidad de los gobiernos locales, todo ello aunado a un condicionante como es la reestructuración o la reorganización de las estructuras regionales y locales.

Finalmente, la ciudad entendida no solamente como territorio que concentra a un importante grupo humano y una gran diversidad de actividades, sino también como un espacio simbiótico (poder político-sociedad civil) y simbólico (que integra culturalmente y da identidad colectiva a sus habitantes y que tiene un valor de marca o de cambio hacia el exterior) se convierte en un ámbito de respuesta posibles a los retos económicos, políticos y culturales de nuestra época; es por ello que los gobiernos regionales con una eficiente planificación debería dar respuestas integradas y no sectoriales a los problemas de empleo, educación, cultura, vivienda, transportes, etc., y crear por supuesto la configuración de nuevos espacios y mecanismos que estimulen la participación política, faciliten la relación entre administraciones y administrados y promuevan la organización de grupos sociales altamente preparados para desempeñar funciones dentro de un marco de estrategia regional.

B.- Proyecto Ciudad: ¿Utopía o una realidad de la planificación regional?.

La definición o la finalidad de un proyecto de ciudad a futuro sólo será eficaz si se movilizan desde hoy a los actores urbanos tanto públicos como privados y se concreta en actuaciones y medidas que puedan empezar a implementarse inmediatamente. Sólo así se verificará la viabilidad del plan, se generará confianza entre los agentes que lo promueven y se construirá un consenso ciudadano que derive en cultura cívica y patriotismo de ciudad.

En este sentido lo que queremos llamar como proyecto ciudad, que lejos de ser una utopía, pasa a convertirse en un plan estratégico, el cual debe tener como finalidad modificar la imagen que la ciudad tiene de sí misma y tiene en el exterior, aparte de mejorar la imagen como señalamos anteriormente, mejorar los problemas sociales que se derivan de la ineficiencia administrativa, es decir, el mal manejo de los presupuestos. En la medida en que este proyecto ciudad se lleve a cabo con formalidad y una excelente planificación, estaremos dando respuesta a las continuas sensaciones de crisis que prevalecen en nuestras ciudades y a su vez en las comunidades que habitan en ellas; lo que dicho proyecto promueve es el establecimiento de la comunicación y la capacidad de movilización y toma de decisiones de la ciudadanía.

Todo proyecto de ciudad altamente planificado se mueve, en consecuencia, entre las exigencias teóricas de la competitividad y las dinámicas prácticas generadas por la competencia entre grupos y territorios en la era de la globalización; de nuevo entra en juego el tema de la globalización, que sin poder escaparse de él, los gobiernos regionales parecen estar encaminados a continuar dando respuestas a este proceso. Hay, y existe sin embargo, una demanda de ciudad, la cual plantea según Borja y Castells tres tipos de exigencias: i) De Competitividad; ii) De calidad de vida y iii) La gobernabilidad; Dichas demandas de ciudad expresan también una demanda de democratización, de gobierno de proximidad (o subsidiariedad, entendida ésta como la tendencia favorable a la participación subsidiaria del Estado en apoyo de las actividades privadas o comunitarias), de descentralización y desburocratización, de participación cívica y de cooperación social. Los autores concluyen entonces que el objetivo principal de este proyecto ciudad o política urbana es hacer ciudad.

Claro está que el sólo hecho de hacer ciudad no es tarea fácil, es necesario que exista un proyecto económico planificado, que exista cohesión social, que haya sinergia entre los grupos, que el factor comunicación siempre esté presente en todos los procesos. Es por ello que al principio parece mostrar una imagen utópica del asunto sin menospreciar los esfuerzos que se han hecho en materia de planificación regional, es por ello que el papel que juegan los gobiernos nacionales en la política urbana tienden a cambiar de naturaleza formal, es decir, no se definen tanto por su competencia legal, así como por su competencia económica o política. Su relación con el gobierno local es más contractual que jerárquica.

Dentro de la planificación regional debe existir como finalidad última el hacer que estos proyectos de ciudad se conviertan en ejemplos para otras zonas geográficas, en donde prevalezca el factor asociativo, en donde otros territorios organizados, en forma libre, voluntaria y democrática, sometiendo la asociación al único requisito como lo es la proximidad geográfica (regiones contiguas), generen regiones de mayor tamaño, denominadas estas según Boisier regiones asociativas. El planteamiento de regiones asociativas nos permite entablar acuerdos con otras regiones, acuerdos de tipo económico, intercambio de tecnología, etc., lo que facilita el intercambio comercial sin tener que depender de la mano rectora del Estado central como regulador de la economía nacional y regional. Como conclusión es alcanzar la independencia regional y a su vez la independencia política, sin caer en las pretensiones de ser otro estado soberano.

A grandes rasgos esto de la independencia significa que el principal problema para toda región que desee acelerar su crecimiento o dar el salto cualitativo hacia el desarrollo, consiste en cómo romper su relación de dominación / dependencia, para reemplazarla por otras modalidades, y sólo por nombrar una, cooperativas. Esto de cooperatividad interregional conlleva al análisis previo de establecer los parámetros por los cuales las regiones pueden o deben tener autonomía política, es decir, si las regiones como tales poseen leyes que les permitan actuar dependiendo de las necesidades internas de cada una. En un primer intento por responder dicha afirmación, tenemos que pensar en la existencia de un proyecto nacional descentralizador, y en un segundo aspecto, sería mediante la creación de poder político, algo que se logra mediante el consenso político, el pacto social, la cultura de la cooperación y la capacidad de crear colectivamente un proyecto de desarrollo.

Para Boisier el problema de la autonomía política es bien clara: si los nuevos gobiernos regionales desean ser actores verdaderamente relevantes desde el punto de vista de un bien entendido desarrollo de sus propias regiones, deberán

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