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ELOGIO DE LOS JUECES

laurita510 de Abril de 2015

433 Palabras (2 Páginas)269 Visitas

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WORDEl aforismo tan estimado por los viejos

doctores según el cual res iudicata

facit de albo nigrum et de quadrato

rotundum (*) hace hoy sonreír; sin

embargo, pensándolo bien, debería

hacer temblar. El juez tiene, efectivamente,

como el mago de la fábula, el

sobrehumano poder de producir en

el mundo del derecho las más monstruosas

metamorfosis, y de dar a las

sombras apariencias eternas de verdades;

y porque, dentro de su mundo,

sentencia y verdad deben en definitiva

coincidir, puede, si la sentencia no

se adapta a la verdad, reducir la verdad

a la medida de su sentencia.

Sócrates en la prisión explica serenamente

a los discípulos, con una

elocuencia que jamás un jurista ha

sabido igualar, cuál es la suprema razón

que impone, hasta el último sacrificio,

obedecer la sentencia aunque

sea injusta: al adquirir fuerza de cosa

juzgada la sentencia es necesario que

se separe de sus fundamentos, como

la mariposa que sale del capullo, y resulta

desde aquel momento inaccesible

para ser calificada de justa o injusta,

puesto que está destinada a constituir

desde

entonces

en adelante el

único e inmutable

término de comparación

a que los hombres deberán

referirse para saber cuál

era, en aquel caso, la palabra oficial

de la justicia.

Por ello el Estado siente como

esencial el problema de la selección

de los jueces; porque sabe que les

confía un poder mortífero que, mal

empleado, puede convertir en justa la

injusticia, obligar a la majestad de las

leyes a hacerse paladín de la sinrazón

e imprimir indeleblemente sobre la

cándida inocencia el estigma sangriento

que la confundirá para siempre

con el delito.

Cuando el abogado, hablando ante el

juez, tiene la impresión de que la opinión

de éste sea contraria a la suya,

no puede afrontarlo directamente

como podría hacer con un contradictor

situado en el mismo plano. El abogado

se encuentra en la difícil situación

de quien, para refutar a su

interlocutor, debe primeramente

ablandarle; de quien para hacerle comprender

que no tiene razón debe

comenzar por declarar que está perfectamente

de acuerdo con él.

De este inconveniente deriva, en la

clásica oratoria forense, el frecuente

recurso a la preterición, figura retórica

de la hipocresía; la cual aflora por

fin en ciertas frases de estilo, como en

aquella tan torpe y de que tanto se ha

abusado, con la que el abogado, cuando

quiere recordar al juez alguna doctrina,

dice muy suavemente quererla

«recordar a sí mismo».

Típico es, como ejemplo de tal

expediente, el exordio de aquel

defensor que debiendo sostener una

determinada tesis jurídica ante una

Sala que había ya resuelto dos veces

la misma cuestión contradiciéndose,

comenzó su discurso así:

–La cuestión que yo trato no admite

más que dos soluciones. Esta Excelentísima

Audiencia lo ha resuelto ya

dos veces, la primera en un sentido, la

segunda en sentido contrario...

Pausa; después, con una inclinación:

–... y siempre admirablemente!

LEX NOVA ABRIL | JUNIO 2003 la revista

Los fragmentos e ilustraciones que se reproducen

han sido extraídos de:

CALAMANDREI, P.: Elogio de los Jueces escrito por un Abogado.

Traducción de Santiago Sentís y de Isaac

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