El Arbol De Payandé

Hace algunos años, en una universidad pública, existía un enorme árbol de payandé; sus largas raíces nutrían su tronco y sus ramas daban sombra en los máscálidos días de verano.

Un joven disfrutaba de su sombra y se sentaba en sus raíces, el árbol era su compañía en días solitarios, su inspiración en días de hastío y su refugio en tiempos de tormenta.

El joven amaba el árbol y el árbol siempre generoso le amaba a él. Después de varios meses el joven consiguió nuevos amigos y dejó de ver al árbol.

Una tarde el joven se encontraba sin dinero y pensó que tal vez el árbol podía ayudarlo; fue así como el joven tomó las semillas del payandé e hizo manillas para venderlas. El árbol siempre generoso, no tuvo problema en darle las semillas al joven. El joven después de conseguir el dinero se olvidó del árbol.

El tiempo pasó y el joven nuevamente necesitó del árbol, esta vez, el joven le comentó al árbol que quería sorprender a su novia con un hermoso regalo, pero que como siempre no tenía dinero.

Así que el árbol de payandé le ofreció sus más hermosas flores y el joven muy contento las tomó para su novia.

Después de llover mucho, el joven llegó cierto día con algunos de sus amigos para jugar una partida de futbol, sin embargo se encontró con la desagradable sorpresa de que el barro que les llegaba hasta las rodillas les impedía moverse libremente.

Entonces todos se preguntaron que podrían hacer para que el barro no les impidiese volver a jugar y ahí fue cuando el joven señaló que sería bueno tener un suelo de concreto para que sin importar el clima pudiesen jugar.

Al día siguiente los muchachos regresaron con algunas máquinas y elementos que el árbol no podía reconocer, sacaron cuerdas y algunos trozos de metal que clavaron en algunas esquinas y luego vertieron una mezcla grumosa de color gris.

Una semana después, el joven junto con sus amigos empezó a frecuentar el lugar para recrearse, más el árbol estaba triste, pues veía al joven divertirse sin él.

Fue en un verano intenso cuando el sol azotaba los cuerpos sudorosos de los que jugaban en la cancha, cuando estos decidieron detener el juego y refugiarse bajo la sombra del árbol de payandé.

El árbol se sentía feliz de ser nuevamente útil para el joven. Mientras el tiempo transcurría, los jóvenes estaban repartiendo la merienda, cuando un viento fuerte hizo que las hojas del árbol cayeran sobre ellos y la comida.

El muchacho se enojó tanto que decidió trepar el árbol y cortar cada una de sus ramas, así las hojas no perturbarían la tranquilidad de las personas. Sin embargo, una tarde mientras jugaban futbol, el joven notó que los rayos del sol eran más y más intensos, por lo que pensó que sería una buena idea refugiarse bajo la fresca sombra del árbol, pero recordó que este ya no tenía ramas,

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