FUMAR EN LUGARES PUBLICOS

Reconocemos que existe la inquietud de que el humo de tabaco de otras personas pueda ser dañino, desagradable o molesto.

Sin embargo, opinamos que las pruebas científicas, tomadas en conjunto, son insuficientes para determinar que el humo de tabaco de otras personas sea una causa de enfermedad. Por consiguiente, las prohibiciones o restricciones de fumar en espacios públicos son desproporcionadas, innecesarias y no están justificadas sobre la base de la protección de la salud pública. No obstante, seguiremos manifestando nuestras inquietudes sobre el efecto negativo que pueden tener en los fumadores y en los lugares que deseen permitir que se fume.

Creemos que las inquietudes sobre fumar en lugares públicos se pueden resolver con sentido común y buena educación, y mediante soluciones prácticas como áreas debidamente ventiladas para fumadores y áreas para no fumadores en los lugares de trabajo, los restaurantes y otros espacios públicos.

Existen países que han introducido una normativa para dar cabida a los fumadores y a los no fumadores. Aunque no creemos que sea necesaria ninguna legislación, preferimos los enfoques que proporcionen un elemento de libertad y elección a los adultos.

Los estudios estadísticos de población (epidemiología) que han conducido a reivindicaciones de que el humo de tabaco de otras personas es un riesgo para la salud están sujetos a defectos sustanciales. Tomados en conjunto, los estudios no demuestran una diferencia en la incidencia de la enfermedad entre no fumadores que estén expuestos al humo de tabaco de otras personas y no fumadores que no lo estén. La combinación de los estudios mediante un proceso denominado metanálisis no resuelve ninguno de los defectos originales y añade otros nuevos.

De la misma manera que los fumadores son atentos con otros adultos, esta cortesía debería hacerse extensiva a los menores, que a menudo no tienen la capacidad de elección sobre el entorno que los rodea, a diferencia de los adultos.

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