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LA INFLACION EN AGENTINA

malhuen25 de Junio de 2013

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lLas raíces de la inflación en la Argentina. Un análisis desde el marxismo

Como hace varios años, 2013 comienza con la inflación en el centro de las discusiones económicas. Según distintas estimaciones no oficiales (IPC-7 provincias, Inflación verdadera) la suba de precios fue de casi 26% en 2012. Hay indicios de una aceleración en los últimos meses; varios cálculos afirman sólo en enero rondó el 2,6%, y por el probable impacto del salto en el dólar paralelo (blue) y los ajustes tarifarios, los pronósticos de aumentos de precios para 2013 afirman que podrían llegar al 35% para 2013. Aunque el gobierno anunció en días recientes acuerdos de congelamiento de precios por 60 días con varias cadenas de supermercados, son pocos los que se atreven a augurar que esto podrían frenar los aumentos de precios. Más bien le pone fecha fija al próximo salto en el nivel de precios en lo que respecta a los bienes de consumo; para el propio gobierno no es mucho más que un ariete contra las expectativas de los trabajadores de lograr aumentos salariales mayores al 20% en paritarias.

Esta nueva aceleración inflacionaria descongeló nuevamente los habituales reclamos por una nueva devaluación que nunca deja de hacer la UIA, y que en esta oportunidad verbalizaron Roberto Lavagna y Francisco De Narváez. Todos argumentan que el dólar “caro” luego de la devaluación de 2002 se esfumó a causa de la inflación, y con él las ventajas competitivas que mejoraban las perspectivas exportadoras y protegían el mercado interno para los industriales.

Las causas de la inflación es uno de los motivos de fuerte contrapunto entre críticos y defensores de la política económica del gobierno nacional. Entre los primeros dominan ante todo interpretaciones de la inflación vinculadas a malas políticas: una emisión monetaria excesiva para financiar el gasto gubernamental y políticas que privilegian el consumo antes que la inversión serían lo que estaría empujando los precios. Desde el oficialismo oscilan entre desconocer la existencia de la inflación, o ligarla a la acción de agentes económicos privados, como es el caso con los mercados oligopólicos o la suba de precios internacionales. Aún los pocos oficialistas que admiten el flagelo eximen de responsabilidad primaria al gobierno con estos argumentos, señalando en el mejor de los casos que este tiene algunas falencias en el control de estas “fallas de mercado”.

El objetivo de este artículo es desarrollar una interpretación desde la teoría marxista del fenómeno inflacionario que está ocurriendo en el país, en discusión con las explicaciones más extendidas.

Viejas controversias y la teoría marxista

La explicación de la inflación actual opone a las corrientes que son expresiones modernas de una ortodoxia neoclásica y explicaciones de tipo estructuralista/keynesiano1.

Para la ortodoxia neoclásica, la inflación es un fenómeno estrictamente monetario: la causa de la misma es una expansión demasiado rápida de la cantidad de dinero con respecto a las necesidades reales de los negocios que ocasiona un exceso general o global de la demanda en los mercados de productos y servicios. Para este enfoque, apoyado en la teoría cuantitativa del dinero2, este exceso de demanda causado por un aumento de la emisión monetaria afecta exclusivamente los precios, ya que no puede tener un efecto en la economía real3.

Contra esta explicación hay quienes rescatan parcialmente algunos aportes de la corriente estructuralista, que en los años '60 desarrolló una explicación de la inflación que desafiaba los planteos de la ortodoxia neoclásica. Para esta corriente la inflación no tenía su origen en un exceso general de demanda creado por una política fiscal y monetaria expansiva, sino en rigideces de la oferta vinculadas a imperfecciones de los mercados, que impide que haya flexibilidad de precios. Julio HG Olivera planteaba que según este punto de vista

la verdadera causa de la inflación no debe buscarse en un desequilibrio global entre la oferta y la demanda, sino en desajustes sectoriales que afectan a productos determinados. La insuficiencia de la oferta de tales productos se traduce por alzas de precios individuales, que luego se generalizan por su influencia sobre el costo de producción de otros bienes o por su relación con el costo del nivel de vida y con la tasa real de salarios4.

1Los límites son en cierto modo difusos, ya que parte de quienes se reivindican keynesianos hoy, manejan alguna variante sintética de “consenso nuevo clásico- keynesiano” que adopta buena parte de los postulados neoclásicos (y monetaristas y de expectativas adaptativas o racionales) y se acerca más a la postura ortodoxa en el tema de la inflación.

2La teoría cuantitativa afirma que, dados la producción y el nivel de transacciones que se realiza con cada billete, un aumento de la oferta de dinero tiene un efecto proporcional en el nivel de precios, sin cambiar ninguna variable real. Es decir MV=PT siendo M la cantidad de dinero, V su velocidad de circulación, es decir la cantidad de operaciones que una cantidad x de dinero realiza en un plazo determinado, P el nivel de precios y T la cantidad de transacciones que realiza la economía en el plazo fijado; como V está dado tecnológica y/o institucionalmente, y T se considera dado también, entonces la variación de M sólo puede afectar a P. La determinación va de la cantidad de dinero a los precios.

3Como señala Julio HG Olivera, esta interpretación “también es compatible con el método de análisis keynesiano cuando el sistema se encuentra en plena ocupación o próximo a ella” (Olivera, Julio HG, “Inflación estructural y política financiera”, Anales de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, Serie 3ª –VOL. X, Buenos Aires, 1965).

4Ídem.

Algunas explicaciones actuales se apoyan en versiones algo vulgares de este segundo tipo de interpretación, con eje casi excluyente en la estructura oligopólica de los mercados5.

Ambas posiciones sostienen verdades a medias. Por ejemplo, varios elementos confirman la tendencia a una elevada concentración en la venta minorista (7 grandes firmas controlan el 58% del total de alimentos y bebidas vendidos) con la capacidad que esto conlleva de manipular precios. También es cierto que la política oficial mete una presión creciente en el financiamiento del Banco Central para sostener el gasto público que se dilapida en subsidios y el pago de deuda y que alimenta la desvalorización del peso. Pero para alcanzar una explicación del fenómeno es necesario trascender estas posiciones.

Desde la teoría marxista, no tiene sentido considerar que la inflación tenga exclusivamente un origen monetario y de demanda, ni tampoco uno exclusivamente estructural o de costos. La teoría del capitalismo de Marx aborda las esferas de la oferta y la demanda (o “producción” y “consumo”) como una unidad diferenciada en el proceso de acumulación de capital, en el que “factores tales como el proceso de innovación tecnológica, las tendencias a la acumulación del capital fijo, la competencia en el mercado y el grado de desarrollo de la oferta en el sector productivo influyen, por sí mismos, sobre la inflación”6. A la vez estas contradicciones “son mucho más fuertes en las economías dependientes, que están sujetas a restricciones de oferta muy severas (por ejemplo, la restricción del sector externo)”7.

Varios autores marxistas han ofrecido alternativamente explicaciones que se enfocan en las raíces monetarias y de demanda, o en las estructurales. Negando la posibilidad de una explicación general de la inflación para todos los casos, estos distintos aportes analizan la conexión de distintos aspectos de la dinámica contradictoria que sigue la circulación del capital social global con la variación de los precios.

Emisión monetaria e inflación

Marx fue uno de los críticos más certeros de la conexión entre cantidad de dinero y precios que formula la teoría cuantitativa del dinero (ver nota 2). Marx no opinaba que el nivel de precios estuviera determinado por la cantidad de dinero en circulación; a la inversa, es el volumen de mercancías a realizar (cuyos precios están determinados por los tiempos de trabajo socialmente necesarios para producir cada una vis a vis el tiempo necesario para producir la mercancía dineraria) y la velocidad de circulación de dinero en un momento dado, lo que determina la masa de dinero que debe circular para realizar el

5Ver por ejemplo Zaiat, Alfredo, “Oligopolios y precios”, Página/12, 05/01/2013. Aunque menciona otros aspectos que estarían en la base de la inflación, su énfasis termina resultando prácticamente excluyente de los mismos.

6Gigliani, Guillermo, “La inflación en el capitalismo dependiente”, trabajo disponible en la página del IADE.

7Ìdem.

conjunto de las transacciones; si aumenta el volumen de las mercancías o disminuye la velocidad de circulación será necesario poner en circulación más dinero; si disminuye dicho volumen o aumenta la velocidad de circulación una parte del dinero dejará de circular. El metabolismo social de la circulación de mercancías, que se mueve al ritmo de la acumulación de capital, es el determinante primigenio de la masa de dinero en circulación.

Pero Marx realizaba una distinción muy importante entre la mercancía dineraria y los billetes, que en su teoría son un signo que representaba el valor de la mercancía dineraria, el oro. Para Marx los billetes, como signo de valor, se diferencian de la mercancía dineraria en el hecho de que no tienen un valor socialmente determinado por fuera de la circulación. El valor que expresa el billete

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