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La Luz Como

francisco_bu_771 de Diciembre de 2011

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La luz es como el agua...El poder de la imaginación.

Siguiendo en el tema, que por cierto..es de nunca acabar...recordé un cuento que recién leí que habla de el poder de la imaginación de los niños. Un cuento de dos niños hijos de Colombianos, viviendo en Madrid, en el séptimo piso de un edificio de departamentos, que le piden de regalo a sus papás, a cambio de obtener buenas calificaciones en sus correspondientes grados escolares, un bote para navegar y utensilios para buceo, veamos...

Gabriel García Márquez, en su libro "Doce cuentos peregrinos", nos regala ésta historia que plasma lo que para los niños es el pan nuestro de cada día, el poder de la Imaginación. Comparto con ustedes ésta hermosa historia, y una breve reseña de éste cuento-novela...

El poder de la imaginación, consiguiendo lo imposible, satisfaciendo los deseos, transfigurando lo cotidiano en poesía, en magia.

El poder de la imaginación, el mundo donde pocos adultos podemos tener acceso, o mejor dicho aún, donde pocos adultos queremos entrar, pero para Totó de 9 años y Joel de 7 es el mundo del día con día, donde lo rutinario se vuelve mágico y solo con el poder de lo que todos los humanos llevamos dentro: La Imaginación.

No desperdiciemos éste hermoso Don y cuando la rutina nos quiera poner "down", agarrémosla a golpes con el poder de la Imaginación y lleguemos a conseguir todo lo que queramos, como lo hacen los niños..quien nos lo impedirá?..Allí, donde todo se puede, donde todo se vale..donde todo es posible..el mundo de la imaginación.

"LA LUZ ES COMO EL AGUA

En Navidad los niños volvieron a pedir un botó de remos.

— De acuerdo — dijo el papá—, lo compraremos cuando volvamos a Cartagena.

Totó, de nueve años, y Joel, de siete, estaban más decididos de lo que sus padres creían.

— No — dijeron a coro—. Nos hace falta ahora y aquí.

— Para empezar — dijo la madre—, aquí no hay más aguas navegables que la que sale

de la ducha.

Tanto ella como el esposo tenían razón. En la casa de Cartagena de Indias había un patio

con un muelle sobre la bahía, y un refugio para dos yates grandes. En cambio aquí en

Madrid vivían apretujados en el piso quinto del número 47 del Paseo de la Castellana.

Pero al final ni él ni ella pudieron negarse, porque les habían prometido un bote de remos

con su sextante y su brújula si se ganaban el laurel del tercer año de primaria, y se lo

habían ganado. Así que el papá compró todo sin decirle nada a su esposa, que era la más

reacia a pagar deudas de juego. Era un precioso bote de aluminio con un hilo dorado en

la línea de flotación.

— El bote está en el garaje — reveló el papá en el almuerzo—. El problema es que no

hay cómo subirlo ni por el ascensor ni por la escalera, y en el garaje no hay más espacio

disponible.

Sin embargo, la tarde del sábado siguiente los niños invitaron a sus condiscípulos para

subir el bote por las escaleras, y lograron llevarlo hasta el cuarto de servicio.

— Felicitaciones — les dijo el papá— ¿Y ahora qué?

— Ahora nada — dijeron los niños—. Lo único que queríamos era tener el bote en el

cuarto, y ya está.

La noche del miércoles, como todos los miércoles, los padres se fueron al eme. Los niños,

dueños y señores de la casa, cerraron puertas y ventanas, y rompieron la bombilla

encendida de una lámpara de la sala. Un chorro de luz dorada y fresca como el agua

empezó a salir de la bombilla rota, y lo dejaron correr hasta que el nivel llegó a cuatro

palmos. Entonces cortaron la corriente, sacaron el bote, y navegaron a placer por entre

...

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