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Literatura


Enviado por   •  11 de Noviembre de 2013  •  793 Palabras (4 Páginas)  •  208 Visitas

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Era un día gris y oscuro, lleno de inseguridades para los miles de taxistas, motorizados, y cualquier otro vehículo que transitara en las convulsionadas y rocosas calles de La Arenosa. La Ciudad, que es reconocida internacionalmente por ser “La Puerta de Oro De Colombia”, navegaba en un sinfín de mareas oblicuas e indefinidas que caminaban presurosas devorando todo lo que estuviera a su paso. Todos salían despavoridos de sus carros, buscando un lugar seguro, o quizás escapando a las turbulentas aguas que aparecen cada vez que el cielo abre sus ojos para llorar y descargar todo el daño que le hemos hecho durante décadas, y que agobian a sus ciudadanos desde épocas inmemorables. Esas mismas corrientes de caudaloso ímpetu que desengalanan la arquitectura de la ciudad, provocan en su paso, ese pensamiento de desidia y olvido al que tiene sometido todo político a sus habitantes.

Ese día Juan había salido de su casa lleno de optimismo porque dentro de su mente estaba ese ímpetu moral que se siente cada vez que se va a recibir la remuneración por el trabajo realizado, pero a la vez con ese sentimiento de sinsabor al saber que en sólo un día, quizás dos, o como máximo una semana, todo ese dinero se iba a esfumar, de la misma manera que le ocurría a sus amigos, compañeros, enemigos, compatriotas y personas que no conocía y que trabajaban miles y millares de horas por un miserable, irrisorio y lastimero salario, justo para el gobierno, pero injusto para las masas, que acompañado de sus inseguridades, miedos y deudas, veían como se desvanecía esa efímera ilusión y fugaz sentimiento de tener el anhelado oro verde.

Se desplazó por toda la acera con el típico traje de corbata que tenía desde su fiesta de graduación y los zapatos de charol untados de la resina derivada del petróleo, para que pudieran brillar y resplandecer a todo lugar en que se encontrara. Caminaba con paso lento y desgarbado y una sonrisa disimulada ante todo vecino con él que se encontrara. Quería ocultar, tal vez, la vida tan vacía y lastimera que había llevado conforme a sus expectativas de vida. Prosiguió con su paso y unas dos cuadras más arriba, se dispuso a esperar el bus que lo llevaría a su humilde trabajo de auxiliar contable.

Pasaron cinco eternos minutos. Ningún medio de transporte se avecinaba por el panorama, debido a una marcha de buses que protestaban por la inseguridad y los continuos robos de los que venían siendo víctimas. En 2 semanas habían asesinado a 5 choferes de estas rutas por negarse a pagar la popular “vacuna” que les habían impuesto de manera temeraria los hijos herenciales de los paramilitares, que en la jerga policial, judicial, militar y hasta popular se hacían llamar las BACRIM. La popular avenida circunvalar, la calle 30 y las afueras del Estadio Metropolitano eran el epicentro de esta agitada marcha. Media ciudad se encontraba paralizada y miles de personas, independientemente

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