Los Indicios De La Guerra
nabuzaradam10 de Julio de 2013
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la historia cultural, está la clara tesis
de que dicha cultura no es algo ni unitario ni homogéneo, sino más bien un
campo de fuerzas dividido y contradictorio, que se encuentra siempre conformado
por dos universos diferentes, el de la cultura hegemónica (y no sólo
“dominante”) y el de las múltiples culturas subalternas (y no sólo la cultura
“popular”). Porque siguiendo en este punto las importantes y decisivas lecciones
de Antonio Gramsci, Ginzburg va a concebir a la cultura de las clases
dominantes como cultura “hegemónica”, es decir como una cultura que no
sólo ejerce el dominio, por la vía de la imposición o el avasallamiento total,
sino también por la vía de la creación de un cierto “consenso” cultural, que a
la vez que la obliga a “apoderarse” de ciertos temas, motivos y elementos de
la cultura popular, para deformarlos y usarlos como arma de su propia legitimación,
la impulsa también a promover permanentemente distintos esfuerzos
de “aculturación” de esas clases subalternas, encaminados obviamente a
arraigar y a hacer aceptable dicha cultura hegemónica por parte de esas mismas
clases sometidas.
“culturas subalternas”, es decir
de múltiples culturas correspondientes a las diferentes clases y a los diferentes grupos sociales sometidos, que si bien se encuentran en dicha situación
de “subalternidad” y de sometimiento, no por ello dejan de afirmar su propia cultura, diferente de la cultura hegemónica, aunque se encuentre sometida y
subsumida por ella, pero que sin embargo y en virtud de esta condición de
cultura subalterna, mantiene su propia lógica específica y sus singulares expresiones
sólo típicas de ella misma, alimentando a la vez la resistencia cultural
de los oprimidos, y la necesaria renovación permanente de las iniciativas culturales
hegemónicas de las clases dominantes ya referidas.
Concepción que distingue claramente a dicha cultura hegemónica de las
culturas subalternas, que lleva a Carlo Ginzburg a la afirmación de una doble
tesis, sólo en apariencia paradójica: para el autor de El queso y los gusanos, el
espacio de la cultura es a un mismo tiempo un campo de batalla permanente,
donde se enfrentan sin cesar cultura hegemónica y cultura subalternas, pero
también y simultáneamente, un terreno marcado idénticamente por un movimiento
de circularidad constante, en donde ambas versiones culturales intercambian
todo el tiempo elementos, cosmovisiones, motivos y configuraciones
culturales, como parte de esa misma batalla cultural que los interconecta
y sobredetermina en general.
Pero también, y en el otro extremo, resulta claro que las clases subalternas
no aceptan nunca de manera pasiva y tranquila esa imposición cultural
hegemónica de las clases dominantes, sino que la someten persistentemente,
a una recodificación que, más allá de su vocación legitimadora del statu quo,
vuelve a filtrar las actitudes de resistencia y hasta de abierta rebeldía cultural,
apropiándose lo mismo de ciertos elementos de dicha cultura hegemónica
para utilizarlos en sus propias luchas cotidianas, que recreando y generando
constantemente nuevas figuras y elementos de cultura, aún no filtrados por
el código hegemónico, y que permanecen por algún tiempo como expresiones
genuinas de esa inagotable y siempre renovada cultura subalterna de múltiples
rostros y dimensiones1
las culturas
como bloques construidos de un solo material y en una sola colada, consideraban
a la cultura popular como mero conjunto de supersticiones
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