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My Little Dashie (Español)


Enviado por   •  13 de Septiembre de 2014  •  11.080 Palabras (45 Páginas)  •  221 Visitas

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Mi Pequeña Dashie

Escrito por: ROBCakeran53 (http://robcakeran53.deviantart.com)

Título original: My Little Dashie

Editado por: SirPeppermintJam (http://sirpeppermintjam.deviantart.com)

Basado en: http://img269.imageshack.us/img269/5121/happybirthdayrd1.jpg | Por http://oppositebros.deviantart.com

Para fan-art y fan-fics adicionales, y otros trabajos: http://robcakeran51.deviantart.com/favourites/46446902

Traducido por: T-553412 (http://t-553412.deviantart.com)

Vivo mi vida, un día a la vez. Una buena parte de esos días no son especiales, siempre cayendo en la misma rutina: me despierto, camino al trabajo, trabajo, camino a casa y mato el tiempo hasta que me voy a dormir. A veces me reúno con mis pocos amigos, otras veces sólo juego videojuegos o veo My Little Pony: Friendship is Magic. De vez en cuando, algo nuevo e interesante ocurre: me encuentro con un viejo amigo, hallo un dólar en el suelo, o soy perseguido por un perro callejero.

Vivir en una ciudad moribunda no es muy divertido o interesante. Una vez, esta ciudad estaba llena de vida y color pero ahora…ahora la mayoría de casas se caen a pedazos, los negocios están vacíos y abandonados, y existen campos devotos de vida dónde alguna vez estaban las fábricas que ayudaban a la economía. Nunca vi a la ciudad en esos tiempos en persona, pero he visto imágenes. Mi madre y padre vivieron felices, y sólo deseaban lo mismo para mí mientras creciera.

Por desgracia, no puedo decir que he cumplido con el deseo de ambos.

He caído en la misma rutina: despertar, trabajar, dormir, repetir. Tengo mis momentos de felicidad, pero las dificultades diarias que debo enfrentar opacan los pocos momentos de gozo que tengo. My Little Pony me ha ayudado, pero es sólo otra cosa en la que depositar mis esperanzas. Cada vez que veo el programa, o a uno de los ponis en un fansite, retrocedo un poco por los colores brillantes, las expresiones joviales de cada poni, y la pacífica ambientación de su mundo. Es tan difícil ver ese hermoso mundo, tan cerca de mí, que me acerco para tocar sus colores cálidos y los sonrientes rostros de los ponis.

Sólo para ser detenido por el monitor de mi ordenador.

Vuelvo a la realidad. Llego al punto en el que apago mi ordenador y salgo a caminar. Hago eso muy a menudo, desde la muerte de mis padres. Caminar. Si me siento triste, camino. Si estoy cansado, camino. Si me siento con ganas de caminar…camino. En cierta forma, caminar se ha convertido en mi segunda vida; paso al menos la mitad de mi día entre suburbios abandonados y edificios colapsando.

He visto gente ir y venir. He visto edificios viniéndose abajo, quemándose hasta los cimientos, o con tantos grafitis en sus paredes que su color original es irreconocible. Raramente me encuentro con otras personas durante mis caminatas. La mayoría no desean ver a su una vez hermosa ciudad, a sus viejos puestos de trabajo u hogares. No los culpo. De hecho, los envidio. Vieron este sitio con sus propios ojos, con sus edificios alzándose orgullosamente, los jardines arreglados y las veredas y calles aún intactas.

La única cosa que se acerca a esos momentos son las pinturas de mi madre, cada una imágenes de un mundo de concreto lleno de color. Comenzó a pintar una vez que las cosas comenzaron a venirse abajo, haciendo que la triste realidad frente a ella luciera hermosa. Su pieza maestra retrata un campo verde, antes un estacionamiento. Y sobre él, un hermoso arcoíris. Mi imagen favorita. Tal vez por ello es que Rainbow Dash es mi poni favorita, entre todas las otras. Sus colores, el increíble Arcoíris Sónico…todo me recuerda a esa imagen.

Hubieron ocasiones en las que deseaba tener mi propia Rainbow Dash, o más realistamente un peluche de ella, para poder acurrucarme con ella durante la noche. Incluso “convertí” un peluche de Simba en un reemplazo temporal, hasta que ahorre lo suficiente para comprar un peluche de calidad. En cierta forma, ayuda. Es como si hiciera que mis heridas, mi dolor y mi sufrimiento se sanaran. Mis pies, tras muchas horas de caminata en zapatos viejos, palpitan bajo mi sábana, mientras me aferro al peluche mucho más que una madre protegiendo a su hijo. Es la única cosa en la que puedo ver y sentir alegría, aun cuando no es la Rainbow Dash que deseo.

Hoy, como siempre, caminé al trabajo. La misma mierda de siempre, sólo un diferente día, viendo a la misma gente ingresando a la tienda, tomar su mercancía y pagar, marchándose con bolsas a cuestas. Mi turno terminó tras varias horas de lo mismo. Registré mi salida, y comencé mi camino a casa. Decidí tomar una nueva ruta, para cambiar el ritmo, algo distinto a la misma ruta que usaba. De todas, esta parte de la ciudad fue la más afectada por la crisis, con unas pocas casas aún de pie, y ninguna ocupada. Es un triste espectáculo, para ser honesto. Por otra parte, es realmente la única vista que tengo. La única que siempre veré.

O eso pensaba.

Me detuve por algo inusual, una solitaria caja de cartón a la mitad de la vereda. Viviendo en esta zona de la ciudad, veo basura todo el tiempo. Cajas, copas de McDonald’s y bolsas de plástico llenan las calles y campos vacíos, pero raramente veo una caja de cartón que no esté aplastada o golpeada de una u otra forma. Me di cuenta de esta caja en particular porque está precisamente en mi camino. Cuando era joven, hice lo que pude por ayudar a la comunidad. Recogía la basura que podía, e intentaba ayudar a mis vecinos. Una batalla perdida. Ahora, he perdido toda esperanza de limpiar esta ciudad, y mucho menos mi vecindario. Ahora, sólo dejo que la basura sea llevada por la brisa o se descomponga en algún sitio. Dejo que lo que queda de la “gente” haga sus propias cosas, dado que a la mayoría no les importa nadie salvo ellos mismos ¿Por qué debería ser yo diferente?

Rodeo la caja, apenas dándole una mirada. Nada me llamó la atención, en ese momento. Continué, mi hogar no tan lejos ahora. Al llegar, me senté y jugué algunos juegos, intentando quitarme a la caja de la cabeza. Con poca suerte, pues de algún modo permaneció en mi mente, pronto dándome ganas de tomar una caminata. Salí de la casa, dirigiéndome por mi ruta habitual, cuando paré ¿Qué había en esa caja que captó mi atención? Me di la vuelta, pasando mi casa, y comencé a caminar un camino que recorro una vez en luna azul, buscando además algunas respuestas.

Pocos minutos más tarde, encontré la caja en el mismo sitio de antes, triste y sola entre concreto roto y pasto descuidado. No se movía, no tenía nada que la marcara de especial. Una simple, ordinaria y marrón caja de cartón. No quería sentir que vine hasta aquí por nada, así que me acerqué. A medida que la distancia se reducía, comencé a

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