Nuestra América
jyvhnjkjlResumen22 de Febrero de 2019
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Lo que quede de aldea en América ha de despertar y los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos, aquellos que enseñan los puños, como hermanos celosos, que quieren los dos la misma tierra, o el de casa chica, que le tiene envidia al de casa mejor, han de encajar, de modo que sean una, las dos manos. Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes.
Porque aquellos que no tienen fe en su tierra son hombres de siete meses y como les falta el valor a ellos, se lo niegan a los demás y creen que la tierra fue hecha para servirle de pedestal, además acusan de incapaz e irremediable a su república nativa, porque no le dan sus selvas nuevas modo continuo de ir por el mundo de gamonal famoso.
Pero la incapacidad no está en el país naciente, sino en los que quieren regir pueblos originales, de composición singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en los Estados Unidos y de diecinueve siglos de monarquía en Francia. Hay que atender para gobernar bien; y el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos ya que el gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma de gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no debe ser más que el equilibrio de los elementos naturales del país.
Las repúblicas han purgado en las tiranías su incapacidad para conocer los elementos verdaderos del país y derivar de ellos la forma de gobierno y gobernar con ellos, formando pueblos compuestos de elementos cultos e incultos, donde los incultos gobernarán, por su hábito de agredir y resolver las dudas con su mano, y es allí donde los cultos no aprendan el arte del gobierno.
Por eso la pregunta es: ¿Cómo han de salir de las universidades los gobernantes, si no hay universidad en América donde se enseñe lo rudimentario del arte del gobierno, que es el análisis de los elementos peculiares de los pueblos de América? A adivinar salen los jóvenes al mundo, con antiparras yanquis o francesas, y aspiran a dirigir un pueblo que no conocen. Conocer es resolver, por ende conocer el país, y gobernarlo conforme al conocimiento es el único modo de librarlo de tiranías. Y los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos.
Por eso entró a padecer América, y padece, de la fatiga de acomodación entre los elementos discordantes y hostiles que heredó de un colonizador despótico y avieso, y las ideas y formas importadas que han venido retardando, por su falta de realidad local, el gobierno lógico. El continente descoyuntado durante tres siglos por un mando que negaba el derecho del hombre al ejercicio de su razón, entró, desatendiendo a los ignorantes que lo habían ayudado a redimirse, en un gobierno que tenía por base la razón; la razón de todos en las cosas de todos, y no la razón universitaria de unos sobre la razón campestre de otros. El problema de la independencia no era el cambio de formas, sino el cambio de espíritu.
La colonia continuó viviendo en la república; y nuestra América se está salvando de sus grandes yerros, por la virtud superior, abonada con sangre necesaria, de la república que lucha contra la colonia.
Estos países se salvarán porque, con el genio de la moderación que parece imperar, por la armonía serena de la Naturaleza, en el continente de la luz, y por el influjo de la lectura crítica que ha sucedido en Europa a la lectura de tanteo y falansterio en que se empapó la generación anterior, le está naciendo a América, en estos tiempos reales, el hombre real, porque éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la
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