Pensamiento Humanista Y Social Latinoamericano
CarlosMBlancoMav31 de Octubre de 2012
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EL PENSAMIENTO HUMANISTA Y SOCIAL LATINOAMERICANO. ANTECEDENTES.
El estudio del socialismo se inicia a partir de la Revolución Francesa en 1789. Por lo general, hay la impresión de que todo socialismo o cualquiera de sus visos es marxismo. Los socialistas modernos han sido todos marxistas de alguna manera, pero ha habido socialistas antes y después de Marx que han participado de estas ideas de una u otra manera. Es un error concebir socialismo como igual a marxismo. Marxismo es simplemente una de las tantas formas del socialismo.
El socialismo antes de Marx
Entre los escritores anteriores a Marx que aportaron ideas de carácter socialista nos encontramos con Platón en sus “Leyes”, en sus “Diálogos” y en “La República”;o Aristóteles en alguno de sus escritos; a Santo Tomás Moro con su “Utopía”; o a Campanella con su “Ciudad del Sol”.
Durante la época comprendida entre los años de 1789 y 1848, podemos señalar como precursores del pensamiento marxista a: Claude Henri de Rouvroy, conde de Saint-Simon (1760-1825); a Fierre Joseph Praudhon; a Charles Fourier (1772-1837), y a Leblanc y Leroux en Francia. En Inglaterra a Robert Owen (1771-1858), y Étienne Cabet (1788-1856). En Alemania a Ferdinand La Salle; Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831), Anselm von Feuerbach (1775-1833). En Rusia a Mijaíl Alexándrovich Bakunin (1814-1876), y a los nihilistas.
El socialismo después de Marx
En 1864 y 1867 los socialistas ingleses y franceses se reunieron en Londres, evento al cual no fue invitado Marx. Sin embargo, el mensaje que envío un a esta reunión causó impacto entre los asistentes, quienes comenzaron a aglutinar a los partidarios del futuro. Para 1889 y 1904, después de la muerte de Marx, se reúnen nuevamente, ahora en Ámsterdam, estableciendo desde entonces las bases y postulados de casi todos los partidos socialdemócratas existentes en la actualidad. Luego se reúnen en Moscú entre los años de 1919 y 1921, a instancias de Lenin. Para los años de 1922 y 1923 se reúnen en Berlín, y luego en México en 1928, de donde arrancan los postulados revisionistas para la América Latina.
El socialismo en América
El socialismo criollo, aparte del caso especial de Cuba con Fidel Castro, tiene su máxima expresión en el sentimiento marxistoide en el partido Alianza Popular Revolucionario Americano (APRA), a cuya cabeza figuraba el doctor Víctor Raúl Haya de la Torre; o la Legión del Caribe, a la cual pertenecieron figuras destacadas como Jorge Eliezer Gaitán en Colombia, José Figueres en Costa Rica, Muñoz Marín y Teodoro Moscoso en Puerto Rico, Grau San Martín en Cuba, Juan José Arévalo en Guatemala y Juan Bosch en Santo Domingo. Todos estos movimientos, al igual que el APRA, fueron en un principio totalmente marxistas, anti-yanquis, anticatólicos, anticlericales y anti-españoles; pero después de haber derrocado a la mayoría de las dictaduras latinoamericanas se convirtieron en partidos políticos no del todo marxistas.
El socialismo en Venezuela
En 1917 surge la ideología del socialismo que alcanza su primera concientización mundial con la revolución rusa. La introducción de las ideas marxistas en Venezuela se realiza de manera clandestina por un grupo de intelectuales venezolanos quienes lanzan en 1931 el primer “Manifiesto del Partido Comunista de Venezuela (PCV”. En ese primer documento se encuentra planteada la idea revolucionaria de la clase obrera, propugnadora de una revolución socialista para eliminar “la explotación del hombre por el hombre” y construir una sociedad sin clases; se denuncia la explotación imperialista en nuestro país, y a las clases dominantes criollas como cómplices y socias del capital extranjero.
En general, puede afirmarse que el pensamiento latinoamericano en su trayectoria ha evidenciado una marcada tendencia progresiva de contenido humanista. Ese humanismo se ha hecho mucho más patente en momentos en que las circunstancias históricas lo han demandado en mayor medida. Esto pudo apreciarse desde sus orígenes en aquellos primeros momentos en que se debatió tanto la condición humana de los aborígenes de esta región, los argumentos en favor del respeto a sus derechos, así como la justeza o no de la importación de esclavos africanos o asiáticos.
La preparación ideológica de la independencia durante la ilustración latinoamericana requirió de un gran ingrediente de pensamiento humanista. Ya desde los albores de la expansión capitalista sobre estas tierras algunos pensadores de estas latitudes, que en algunos casos han llegado a ser considerados como una especie de socialistas utópicos -aunque no siempre fue el caso-, criticaron las injustas formas de vida que aquella sociedad engendraba. América Latina engendró también sus críticos tempranos al nuevo orden social, como por ejemplo Simón Rodríguez, quien dejó al respecto indudable huella en Bolívar. También comenzó a gestar un pensamiento socialista utópico como se aprecia en Esteban Echeverría en Argentina o Diego Vicente Tejera en Cuba con las añoranzas de la ilustración y los tintes románticos que el siglo XIX necesariamente le impregnaba, al poner mayor empeño en transformaciones educativas que en radicales o violentos movimientos revolucionarios. Posteriormente la recepción y desarrollo del marxismo en estas tierras se explicaría no sólo por la continuidad de aquellas ideas sino porque las nuevas condiciones sociales los engendraban.
Los presupuestos del humanismo socialista aun cuando eran comprendidos por un sector muy reducido de la intelectualidad latinoamericana, por lo general no eran compartidos por considerarse no solamente ilusos, sino ante todo distantes de los criterios de lo que se consideraba el derrumbe del «socialismo real». Sin embargo, la propia vida sociopolítica latinoamericana saturada de conflictos y dictaduras -fundamentalmente a partir de mediados del XIX-, junto a acontecimientos muy significativos como el auge el movimiento obrero y socialista, especialmente la Comuna de París, fueron paulatinamente sembrando la duda en las mentes más lúcidas sobre las razones que motivaban las críticas de anarquistas, socialistas, marxistas, &c., al orden social existente. Las miserables condiciones de existencia de la mayor parte de la población latinoamericana, en contraste con las ilusas proclamas de la doctrina liberal, condujeron a que los más altos exponentes del pensamiento humanista se conmovieran y hasta llegasen a reconsiderar sus criterios respecto al ideario socialista, aun cuando no compartieran totalmente sus propuestas. Este es el caso de la descollante personalidad de José Martí, en quien la constatación del desarrollo del capitalismo en su modalidad más avanzada en los Estados Unidos le permitió comprender mejor los motivos que animaban las ideas socialistas.
Otro caso es el de otros positivistas latinoamericanos destacados como José Ingenieros que tuvieron mayores aproximaciones al socialismo. Otros pensadores latinoamericanos de gran talla, que tampoco pueden ser caracterizados como marxistas o incluso revolucionarios, también se percataron de los fundados móviles que gestaban ideas subversivas respecto a la injusta sociedad capitalista y que en algún modo explicaban el auge de las ideas socialistas. Entre ellos se destacó José Vasconcelos, quien le dedicó gran atención a la crítica de los fundamentos filosóficos del marxismo y a las consecuencias de los traumáticos intentos de construcción del socialismo por el poder soviético.
Sin embargo, el influyente pensador mexicano, que dejó honda huella en varios intelectuales marxistas más allá de su país -como José Carlos Mariátegui o Carlos Rafael Rodríguez-, no sólo se destacó por revelar las oprobiosas formas de dominación de los Estados Unidos y las potencias europeas sobre los países latinoamericanos, sino que llegó a encontrar las causas que fundamentaban las aspiraciones del socialismo. Tal vez esa haya sido una de las razones que le llevaron diez años después a afirmar que «el socialismo es un humanismo».
Entre las grandes figuras de la filosofía en América Latina del presente siglo que sin militar en las filas del marxismo se destacaron por un mayor conocimiento y admiración por la obra de Marx estuvo el argentino Alejandro Korn.
La época posterior, en la que se sumarían nuevos experimentos como la expansión de gobiernos socialistas a Europa Oriental, China, Cuba, Vietnam, Corea y otros que parecían orientarse también en ese rumbo, provocaría reacciones diferentes y diferenciadas en las nuevas generaciones filosóficas. Y ante el reflujo del liberalismo, parece la historia repetirse para indicarle a los pueblos latinoamericanos que le exijan a sus pensadores y gobernantes evitarles tropezar de nuevo con la misma piedra.
La razón que en última instancia explica las confluencias de los más significativos y progresistas representantes del pensamiento latinoamericano con el ideario socialista, es la respectiva y consecuente imbricación en el pensamiento humanista universal.
Posteriormente a fines de la década del ochenta e inicios de los noventa a raíz de la conmemoración para unos y celebración para otros del debatido “descubrimiento” de América nuevamente el asunto recobró más fuerzas. Pero en sentido general durante toda la segunda mitad de este siglo el problema estuvo latente pues ha tenido que ver con el proceso de lucha por la soberanía de los pueblos latinoamericanos respecto a los Estados Unidos de América y actualmente frente a las transnacionales que constituyen una nueva modalidad de dominación imperialista bajo nombres y formas diferentes.
Es la sociedad capitalista la más interesada en diferenciar los pueblos,
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