Prensa Amarilla

Cuando la supuesta prensa libre impone su agenda particular en maleficio de la audiencia

“Unos pocos pueden determinar lo que deben pensar, hacer, usar y decir millones y que incluso lleguen a creer que piensan y hacen todo lo demás porque lo quieren, porque pueden o le parece que pueden escoger”

Hebert Schiller

Quizá para muchos les pueda parecer curioso que cada cierto tiempo, los medios de comunicación social locales-que se autotitulan defensores de la democracia-conviertan un trascendido de noticia en una catástrofe como es el caso de las amenazas de bombas y en días que se recuerda la captura de cierto líder senderista y que sus efectos nos hagan sentir atormentados de hasta pensemos en el lugar común del rebrote senderista acompañado de videos de Tarata y entrevista a un ex jefe de la DINCOTE.

Pero una lectura atenta y sin prejuicio del hecho, devela la oculta intención del medio: “domesticar al rebaño”, como diría Chomsky, es decir al ciudadano de a pie, hasta distraerlo en otra cosa y que solo sea “espectador de la función”. Y tras ello, deformar su facultad opinativa y buscar que se encuentren aislados “sería cuestión que los sujetos se queden en casa, viendo partidos de fútbol, culebrones o películas violentas, aunque de vez en cuando se les (…) convoque a corear eslóganes (…) hay que hacer que conserven un miedo permanente (psicosociales de terremotos, fin del mundo. El paréntesis es mío) para que no piensen por sí mismos” refiere el lingüista y politólogo y vaya que acierta.

A veces esta manipulación deformadora se agota en una semana, dependiendo de lo que se quiere ocultar al ciudadano, pero en otras puede llegar a meses con el mismo truco. Ejemplo de aquello fue la epidemia de Pistachos del Huallaga, tres años atrás, que sirvió de cortina para ocultar los escuadrones de la muerte en Trujillo. Un rumor inflado que se fue a la cresta cuando una periodista fue al lugar de los hechos y desmintió la invasión pistaquera.

En otros casos, el truco se vale de elementos inexactos. Tal es el caso de la ola de secuestros el 2003 que empezó con el rapto del niño Ausejo y del que se construyó toda una novela que una investigación de Eduardo Dargent desmitificó en un informe y que arrojo que medios como El Comercio, Perú 21, Correo y La República basaron su ola de secuestros en “estadísticas de la policía que según Dargent son poco científicas”.

¿Será el caso Ciro Castillo y en algunos momentos, la recientemente capturada Abencia Meza y la novela Fefer, caballitos de batalla que deben ser utilizados por esta prensa para llenar los huecos que no deben ser ventilados?

¿Nos encontramos ante una democracia del espectáculo (2) ofrecida por los medios? ¿Buscará esta prensa que el dominado o manipulado se sienta feliz de serlo? ¿Acaso una felicidad de la esclavitud

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