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Prostitucion


Enviado por   •  25 de Abril de 2015  •  789 Palabras (4 Páginas)  •  185 Visitas

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La conocí como muchos de sus clientes lo hicieron, caminando por la calle de San Pablo, en el barrio de La Merced. Otros, más adinerados y de costumbres más bien noctámbulas, contrataron sus servicios por los rumbos de Sullivan. Ella emprendía sus labores alrededor de las tres de la tarde, cuando el bullicio peatonal es intenso en el centro de la ciudad. En el fragmento de calle que se encuentra entre Roldán y Jesús María, se asientan, en su mayoría, negocios de bicicletas, productos naturistas, cúmulos de vendedores ambulantes y, sobre todo, numerosas prostitutas. Ella estaba ubicada en la entrada de una tienda naturista, dejando entrever, a un lado suyo, los complementos vitamínicos y los tés chinos que se exhiben en un aparador de amplios vitrales. Su pose no era como el de las demás chicas, de frente hacia la calle, ostentándose plenamente ante los posibles clientes. Ella estaba de perfil, con la cabeza un poco inclinada y su larga y lacia cabellera cayéndole por las sienes, ocultándole levemente el rostro. En ese momento no le tomé mayor importancia a su peculiar postura, porque su espectacular silueta hizo que mi atención se posara en otras partes de su cuerpo. Y después de mirar a varios hombres, que se le acercaron para preguntarle por los costos de sus servicios, sin que se animaran a emplearla, fui en pos de su dirección. Lo hice no sin antes, pasar cuatro veces frente a ella sin que me atreviera a detenerme. Y así, con los nervios alborotados, porque sentía que toda la gente me veía, me animé a hablarle hasta la quinta vuelta. Después de acercarme con discreción, le pregunté apenas con un susurro, ¿cuánto cobras? Ella me acercó un poco su semblante para soltar: ¡¿Quéee?! Aclaré mi garganta y sin despegar mis ojos de los suyos para evitar los de los chismosos que nos miraban, volví a preguntar. ¿Qué cuánto cobras? Si lo quieres normal ciento cincuenta pesos, respondió. ¿Y anormal?, pregunté intrigado. Como era de preverse, me miró feo por la ocurrencia, pero aclaró el punto. El normal es de la cintura para abajo y con una sola pose, si quieres desnudo completo son cien pesos más y por cada posición que quieras de más, son cincuenta; incluye el hotel. ¿Cuánto tiempo?, pregunté. De quince a veinte minutos, dice un tanto fastidiada. ¿Tan poco?, apenas lo que me toma excitarme, protesté. No te preocupes, el minuto que te va tomar venirte no te lo cobro, reviró. Yo sonreí, ella no. Ahora que si quieres la media hora son quinientos. No dije nada, sentía un escozor en la espalda provocado por los ojos fisgones que pasaban a nuestro alrededor. De repente, me preguntó impaciente, ¿vas a ir? Me le acerqué un centímetro más para contestarle con otra pregunta. ¿Y qué es lo que incluye el servicio de los quinientos pesos? Desnudo, puedes acariciarme todo el cuerpo y te doy las poses que quieras. Regalado para una visita al paraíso, le dije mientras hacía cuentas mentales y rebuscaba

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