Una salida para Siria

En nuestro planeta, hay millones de seres humanos que por diversos motivos, como guerras, la pobreza, los conflictos políticos, entre otros, han debido abandonar sus hogares y países, cruzando fronteras en busca de oportunidades e iniciar una nueva vida lejos de estos conflictos. Lamentablemente hay casos en que países fronterizos a estos conflictivos deciden cerrar sus fronteras con presencia policial y militar, causando el estancamiento de una gran cantidad de personas, quienes sufren diariamente sin un lugar en el cual establecerse y con las mínimas condiciones de higiene, salud y seguridad. Esta realidad y los eventos que se relacionaran más adelante, están plasmados en el documental de Ai Weiwei (2017), titulado “Human Flow” o “marea humana” en nuestro idioma, que da cuenta de la situación de los refugiados a lo largo y ancho del mundo, recorriendo más de 20 países y presentando distintas fronteras que reciben o no, a personas que deciden dejar sus hogares. En el caso de Siria, que presenta grandes cantidades de movimiento forzado de su población, ya que debido a los conflictos que han enfrentado, sus habitantes han decidido migrar por sus fronteras con Irak, Israel, Líbano, Jordania y Turquía, en las que algunos han podido cruzar, y otros sin la misma suerte, se les ha prohibido el ingreso negándole su derecho a la libertad de circulación, quedando desprotegidos y desprovisto de las condiciones básicas que se requieren para subsistir, quedando estos sin más opción que quedarse en campos esperando a ser acogidos por otro país o que les permitan el paso hacia otros países de Europa.

La guerra civil que se desata en siria ha provocado una de las más grandes emergencias humanitarias durante las últimas décadas y con ello, un desplazamiento forzoso de más de 7.5 millones de personas dentro de su territorio y alrededor de 3.2 millones hacia sus países fronterizos (Ghotme y García, 2016). Esta migración en un fenómeno que se vincula con el goce de los derechos humanos de las personas. Existen instrumentos internacionales como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la Convención Americana sobre Derechos Humanos y otros, reconocen el derecho de circulación y residencia como un derecho humano fundamental pero, a pesar de esto, el derecho de circulación y residencia representa uno de los derechos humanos que pueden ser restringidos en función de la nacionalidad de sus titulares, determinando que no todas las personas gocen de ese derecho de la misma manera (Terminiello, 2012).

El año 2016, y a pesar de que Turquía tiene sobre un millón de refugiados, siendo la mayoría provenientes de Siria, en conjunto con la Unión Europea cerraron sus fronteras con, impidiéndole el paso tanto a su país como a los países europeos. Quedando miles de familias, ancianos, jóvenes, mujeres y niños varados en la frontera. Solo algunos viven en campamentos provistos por el gobierno de Turquía, pero estos son solo el 10% de los refugiados que logran entrar, los demás sobreviven en la frontera en simples cosas construidas con sus propias manos, con condiciones higiénicas mínimas y sobreviviendo con la poca ayuda humanitaria que reciben, quedando

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