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Historia De Siria

jorgonbra4 de Junio de 2013

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En la antigüedad, Siria era el nombre genérico de la región comprendida entre la península de Anatolia, Turquía y el Sinaí. El dominio de ese territorio fue un objetivo constante de las antiguas civilizaciones, desde los egipcios, que lo consideraban la puerta de entrada a su país, hasta los persas, que veían en él un puente hacia el imperio universal que proyectaban.

En la parte central de sus costas se desarrolló, entre los siglos XII y VII a.C., la civilización cananea –conocida por los griegos como fenicia–, una sociedad de marinos y comerciantes que crearon la primera economía mercantil del planeta. Las ciudades fenicias siempre fueron independientes, aunque una u otra ejerciese temporalmente cierta hegemonía sobre las demás.

Entre las realizaciones de estos cananeos se cuenta la invención del alfabeto –el primer sistema de escritura lineal o «proto-alfabeto» cananeo, data del 1600 a.C. y fue hallado en Ugarit, en la costa mediterránea de la actual Siria, en 1928, y cuenta con 30 signos. También construyeron embarcaciones adecuadas para mar abierto, fabricaron cerámicas y tejidos, ampliaron y sistematizaron los conocimientos geográficos y realizaron la primera circunnavegación de África. La difusión de esos elementos por todo el ámbito mediterráneo es el origen de lo que luego se llamaría «civilización occidental», cuyos principales exponentes fueron los griegos.

Tras la muerte de Alejandro Magno en el 323, el enorme imperio se dividió y Siria se convirtió en el centro del estado seléucida (por Seleuco, general de Alejandro), que se extendía hasta la India. En el período romano, ya perdida la parte oriental ante el avance de los partos, la provincia de Siria fue una frontera constantemente agitada por las guerras.

La arabización del territorio fue llevada a cabo por los califas Ummaia, que hicieron de Damasco la capital del imperio (ver historia de Arabia Saudita), entre los años 660 y 750, y sentaron las bases de un fuerte sentimiento nacional. Al derrotar a los Ummaias, los Abbas trasladaron la capital a Bagdad, donde los nuevos califas contaban con mayor apoyo. Si bien mantuvo su importancia económica y cultural, la pérdida de peso político de Damasco fue considerable y se tradujo en el siglo XI en la casi indiferencia con que los califas de Bagdad recibieron la invasión de los cruzados. La defensa quedó a cargo de los emires locales; sus rivalidades internas justificaron el triunfo y el sustento durante casi 200 años de una fuerza cristiana reducida, alejada de sus bases de apoyo.

Los egipcios iniciaron en el siglo XIII, el proceso de expulsión de los cruzados. Eso hizo de Siria una virtual provincia egipcia, teatro del enfrentamiento con los invasores mongoles y tártaros. En el siglo XVI los egipcios perdieron definitivamente el dominio del país, que quedó en poder del Imperio Otomano.

En la herencia de los cruzados se incluye el fortalecimiento de las comunidades cristianas en la región, especialmente la de los maronitas, que servirían de pretexto para las injerencias europeas a partir del siglo XVII. Cuando el jedive de Egipto Muhammad (Mehemet) Alí conquistó Siria en 1831, los pesados impuestos y el servicio militar causaron una rebelión popular en la que participaron cristianos y musulmanes. Las potencias europeas invocaron la represión contra los cristianos como pretexto para intervenir, detuvieron la ofensiva de Alí y delegaron a los franceses la «protección de los cristianos sirios». El proceso culminó con la retirada egipcia en 1840, la restauración del dominio otomano y la aceptación por los sultanes turcos de que se instalasen misiones y colegios cristianos subvencionados por los europeos.

En 1858, los maronitas, organizados en comunidades concentradas en la región montañosa entre Damasco y Jerusalén, rompieron con su clase dominante y abolieron el sistema feudal de tenencia de la tierra. Sus vecinos musulmanes, en particular los drusos, decidieron reprimir el movimiento antes de que se extendiese. El conflicto culminó con las llamadas «masacres» de junio de 1860.

Un mes después desembarcaban en Beirut tropas francesas que obligaron al gobierno turco a crear una provincia separada, el «Pequeño Líbano», que debía ser gobernada por un cristiano nombrado por el sultán pero aprobado por las potencias europeas, y tener una policía propia. En su territorio quedaban abolidos los privilegios feudales. Un conflicto social fue transformado así en enfrentamiento de grupos confesionales, lo que colocó a los cristianos del «Pequeño Líbano» en condiciones de preeminencia con relación a la población musulmana local.

A través del acuerdo Sykes-Picot, París y Londres se dividieron la media luna fértil quedando Siria (con el Líbano) para Francia; mientras Inglaterra se quedaba con Palestina (incluida Jordania) e Irak. Desconociendo el acuerdo, el emir Faisal fue proclamado rey de Siria al estallar la rebelión árabe durante la Primera Guerra Mundial.

En 1920, Francia ocupó militarmente el país, obligando a Faisal a retirarse. Dos meses después Siria fue dividida en cinco estados: Gran Líbano (agregando otras regiones a la provincia del «Pequeño Líbano»), Damasco, Alepo, Djabal Druzay Alawis (Latakia). Las cuatro últimas volvieron a unirse en 1924.

Hasta 1932 el país vivió en relativa tranquilidad: en ese año fueron elegidos el presidente y el Parlamento, pero Francia dejó clara su intención de no permitir una gran autonomía interna. Esto generó enfrentamientos que en 1936 cesaron con un acuerdo donde los franceses reconocieron la justicia de los reclamos, el principal de los cuales era la reunificación con el Líbano. El gobierno de Francia nunca ratificó el acuerdo, lo que provocó más agitación que culminó en 1939 con la renuncia del presidente sirio y la suspensión de la Constitución de 1930, en Siria y Líbano, por parte de la administración francesa.

En 1941 fuerzas de Francia libre e Inglaterra ocuparon la región para desplazar a los colaboracionistas con el nazismo. Dos años después fueron elegidos presidentes Chikri Al-Quwatli en Siria y Bechara Al-Kuri en Líbano. Pero cuando este último propuso eliminar de la Constitución las cláusulas relativas al mandato francés, las tropas de este país lo tomaron prisionero junto con su gabinete. Comenzaron enfrentamientos internos en ambos estados, sumados a presiones británicas sobre el ejército francés, que finalizaron en marzo de 1946, cuando la ONU ordenó la retirada de las fuerzas europeas y determinó el fin del mandato de Francia.

En 1948 fuerzas sirias lucharon contra la partición de Palestina y en 1956 se solidarizaron con Egipto, agredido por Israel, Francia y Gran Bretaña, al nacionalizar Nasser el canal de Suez.

En 1958 Siria integró la República Árabe Unida, junto con Egipto. El ambicioso proyecto unificador de Nasser fracasó en 1961 y diez años más tarde volvió a ser impulsado, esta vez con mayor elasticidad en cuanto a los vínculos entre sus miembros, en la Federación de Repúblicas Árabes, de la cual también participó Libia.

En 1963 una revolución popular llevó al poder al Partido Baath Árabe Socialista, fundado en 1947 por el militante nacionalista Michel Aflaq, de origen cristiano. En noviembre de 1970 el general Hafez al-Assad asumió el poder e introdujo reformas en las estructuras económicas y sociales. El Quinto Congreso Regional del Partido el Baas definió a los países árabes como «regiones» de la Nación Árabe, nombró a Assad secretario general y propuso «acelerar las etapas hacia la transformación socialista en los diferentes campos». Esta orientación fue institucionalizada en la nueva Constitución, aprobada en 1973.

Siria participó activamente en las Guerras Árabe-Israelíes de 1967 y 1973, durante las cuales las fuerzas israelíes ocuparon la meseta del Golán. Integró junto con Argelia, Yemen y la OLP, el Frente de la Firmeza, que se opuso a la política estadounidense en la región y a los acuerdos de Camp David (ver Egipto). Sus tropas compusieron la mayor parte de la Fuerza Árabe de Disuasión, que en 1976 intervino para evitar una partición del Líbano.

En 1978, en virtud de un acercamiento de la fracción siria e iraquí del Baath, se avanzó hacia la creación de un estado único, pero el proyecto fracasó al intentar unificar las dos ramas del partido. A fines de1979 la rama siria censuró a la Hermandad Musulmana (un grupo integrista) tachando a sus miembros de «agentes sionistas».

En 1982 el gobierno lanzó una ofensiva a cargo del ejército; miles de miembros de la Hermandad murieron y el gobierno sirio acusó a Irak de haber armado a los rebeldes. En abril fue cerrada la frontera entre ambos países.

En 1980 se produjo una alianza entre Arabia Saudita, Irak y Jordania. El enfrentamiento entre

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