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Roselyn Valentine


Enviado por   •  13 de Noviembre de 2018  •  Biografías  •  2.697 Palabras (11 Páginas)  •  313 Visitas

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Roselyn Valentine nació en Los Ángeles, California. Es la unigénita de una cálida y agradable familia; su padre era un cariñoso mecánico mientras que su madre laboraba como estilista en un salón de belleza.

La infancia de Roselyn no pudo ser más normal; cada año recibía una enorme cantidad de afecto de sus padres y obtenía sin ningún tipo de complicación los pocos regalos que pedía. Desde pequeña solía ser muy retraída, a diferencia de sus padres que parecían tener una energía inacabable. ¿Quién diría que aquellos eran los padres de Roselyn? El señor y la señora Valentine, decididos, aceptaron a su pequeña hija pese a que no fuera tan alborotadora y vivaz como ellos, e intentaron comprenderla hasta lo mínimo. Por suerte, nunca recibieron un comunicado de la escuela acerca de una pésima conducta, apenas se sentía en el salón de clases y casi nunca traía amigos a casa. Prefería quedarse leyendo un libro, escuchando música, viendo televisión o tocando su querida flauta, Mer. Apacible y serena, nunca alzó la voz a nadie ni se comportó de manera agresiva.

Roselyn vivió bajo los cuidados de sus padres hasta la edad de quince años. Cuando estalló el caos acerca de una infección aparentemente incurable, como el resto de la población, los padres de Roselyn trataron de mantenerse a salvo hasta hallar  información que respondiese  todas las interrogantes que les había surgido. Sin embargo, el tiempo transcurría y no había nada que les sirviese. El señor Valentine que se esforzó más de lo que podía por proteger a su esposa e hija, terminó muriendo tres meses después del brote. En ese entonces, Roselyn permaneció junto a su madre; ambas tenían menos conocimientos de lucha que su padre e indiscutiblemente carecían de la rudeza que él aparentaba. Para su suerte, pudieron establecerse de forma efímera en un refugio dirigido por un viejo conocido de la señora Valentine. Roselyn, todavía entristecida y más tímida que nunca, colaboró junto a su madre en las tareas que se les imponían en el refugio. Trató de cooperar tanto como pudo, siendo buena, considerada y obediente, demasiado como para serlo en un mundo que ya no era como el de antes. Ahora ser bueno tenía sus consecuencias.

Otros tres meses más adelante, la señora Valentine y Roselyn continuaban residiendo en aquel refugio que cada vez se tornaba más inseguro y peligroso. Las provisiones disminuían con el paso del tiempo, no habían todavía respuestas y la gente empezaba a impacientarse hasta que detonó la bomba que se veía venir: uno de los grupos que había en el refugio huyó con una gran parte de los pocos suministros que quedaban y debilitó tanto la fortaleza que ya nadie confiaba en nadie y cada quien se fue por su camino, a su suerte. La señora Valentine y Roselyn abandonaron lo que quedó del refugio con quien era el supuesto dirigente, convirtiéndose en el peor error que pudieron haber cometido. Poco tiempo más tarde, la señora Valentine estiró la pata después de que la persona que creyó que era su amigo, la utilizara como carnada para los infectados, quedando Roselyn desamparada y abatida, ésta vez en una ciudad que no conocía: Las Vegas. ¿Podrá Roselyn, una chica sumamente tímida y frágil, sobrevivir en este apocalipsis? ¿Será que saldrá de su caparazón cuando se dé cuenta de que ya no tiene a nadie más que a ella misma?  

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Roselyn temblaba con cada paso que daba entre las sombras; trató de mantenerse oculta, fuera de la vista de los infectados y de personas que quisieran hacerle daño para quitarle lo poco que tenía. Se deslizaba de manera cautelosa, como si de un ratero se tratase. A menudo tenía que distraerse con otras cosas para no pensar en sus perecidos padres, quienes quizá eventualmente desaparecerían para siempre de sus pensamientos. Mientras rebuscaba en su mochila una barra de chocolatina, un gemido cercano hizo que se le erizara la piel; había un muerto viviente demasiado cerca, tan cerca que la espantó y provocó que ésta corriese despavorida hasta caer torpemente delante de… ¿una chica con una bicicleta?

Impresionada por la ayuda que le brindó Liza al haber apuñalado al zombie, mantuvo entreabierta su boca durante unos segundos sin saber qué decir. Intercambió miradas con el cadáver y Liza, y finalmente, se reincorporaría para murmurar:

—Gracias…

Se levantaría del suelo después de haber aceptado la ayuda de Liza tímidamente. Estando junto a su lado, la observaría desde arriba abajo; por un momento se alegró de que ella hubiese aparecido. Por alguna extraña razón depositó su confianza en Liza. Si no fuese una buena persona, ¿por qué la habría salvado?

 S-sí, vamos… y… mi nombre es Ro-Roselyn Valentine.

Estuvo maravillada con el truco que realizó Liza con su navaja.

—N-no, no soy de… por aquí. —intentó ir a la par con Liza, para no quedarse atrás— Conozco muy… poco.

A medida que avanzaban juntas, le pesaba más su gigantesca mochila. Parecía como si ésta fuese más grande que Roselyn, quien apenas medía 1.48.

Echó un vistazo al mapa de Liza mientras la escuchaba con atención. En cuanto ella terminó de hablar, Rose preguntó:

—Y… ¿có-cómo haremos para pasar entre… ellos?

La miró con preocupación. Todo este tiempo se había estado escabullendo como un ratón y le atemorizaba ir andando por ahí al descubierto.

No pudo evitar que su comisura se curveara, emitiendo una breve y tierna sonrisa hacia ella. Sin embargo, tras haber escuchado lo último, desapareció su sonrisa. Se quedó viéndola sin decir nada, le avergonzaba comentarle que se la había pasado huyendo de los muertos vivientes y que no había matado ninguno salvo las pocas veces que su padre derribó a unos cuantos y ella les clavó débilmente un cuchillo.  

No pudo evitar sonreír junto a Liza. Aunque en su rostro prontamente desapareció aquella sonrisa.

Al cabo de varios minutos, Rose rompió el silencio.

—¿Qu-quieres una… barra de… chocolatina?

—Está… bien.

Asintió y en breves centró su mirada en la bicicleta que Liza llevaba a su lado. Miró en todas las direcciones, no sabía qué hacer para que la caminata no resultara más incómoda.

—¿De… de dónde vienes?

Miró ruborizada a Liza por su pregunta.

—No… no soy tartamuda, es sólo que… estoy un poco nerviosa.

...

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