América latina y otras dudas
asesino96062 de Agosto de 2012
10.729 Palabras (43 Páginas)710 Visitas
yo solo quiera mi tareasEnsayo sobre Democracia, desarrollo,
América latina y otras dudas.
Ugo Pipitone
1. La salida del atraso: régimen político y calidad
del Estado.
¿Cuáles son las formas políticas que acompañan los procesos
exitosos de salida del atraso? ¿Puede la democracia, con las
tensiones y conflictos que le son propios, cohabitar con los
gigantescos esfuerzos que se requieren para movilizar los
recursos humanos y técnicos necesarios para superar las
segmentaciones propias del subdesarrollo? ¿Puede considerarse el
desarrollo como la materialización de políticas económicas
correctas, como piensan a menudo los economistas, o debe ser
visto como un proceso histórico de mucha mayor amplitud en el
cual convergen, con pesos específicos siempre variables,
actitudes y valores individuales y colectivos, momentos
específicos de la tecnología y el comercio internacionales,
voluntades políticas y actos de orgullo nacional? ¿Es sostenible
la democracia en situaciones prolongadas de crisis del
crecimiento económico? A complicar cualquier intento de respuesta
a estas preguntas intervienen dos factores. En primer lugar,
nuestro insuficiente conocimiento histórico de una multiplicidad
de experiencias nacionales (exitosas y fallidas) de salida del
atraso cuyo análisis comparativo está en gran parte por hacerse.
En segundo lugar, la imprecisión misma de conceptos como
desarrollo, democracia, subdesarrollo, etc. cuyo uso analítico
está inexorablemente entretejido con deseos y matices específicos
que cada tiempo y autor da a estas expresiones. Y sin embargo, en
medio de lagunas de conocimiento y dificultades analíticas
varias, responder a estas preguntas se vuelve urgente en un
contexto de la economía mundial en el que muchas señales apuntan
a una fragmentación creciente entre desarrollo y subdesarrollo en
el mismo ciclo histórico en que se fortalecen aquellas
interdependencias entre naciones, mercados, empresas y culturas
que han terminado por sintetizarse en la idea de globalización.
Recordemos los grandes números, usando clasificaciones y
datos del Banco Mundial. En 1965 los países de menores ingresos
del mundo producían 8.3 por ciento del PIB mundial contra los
países de mayores ingresos que aportaban el 69.3 por ciento
Treinta años después, en 1995, los datos respectivos son 4.9 y
80.7 por ciento. Dicho en síntesis, a mediado de los 60 la brecha
entre naciones pobres y ricas del planeta era de 8.3 veces, tres
décadas después la brecha se amplía a 16.5 veces. Y, en realidad,
las cosas están peor de lo que los datos globales indican ya que en el grupo de los países pobres está incluida China que en las
últimas décadas ha incrementado considerablemente su aporte a la
producción mundial y las condiciones de vida de su población. Tal
vez nunca como en este final del siglo XX la polarización de la
riqueza mundial alcanzó niveles tan elevados. Digámoslo
rápidamente: el 56 por ciento de la población mundial controla el
5 por ciento de la riqueza mundial, mientras en el otro extremo
el 16 por ciento de la población controla el 81 por ciento de la
riqueza. Por paradójico que sea, integración y desintegración
mundiales avanzan simultáneamente.
Intentaremos retomar en este ensayo algunas de las preguntas
mencionadas inicialmente, haciendo referencia al desarrollo
económico latinoamericano de la última década y media. Y
contrastaremos el análisis coyuntural con algunas reflexiones
acerca de las razones que impiden ver la situación actual de la
región como fase inicial de un proceso firme de salida del
atraso. A diferencia de otras regiones del mundo en las cuales,
aún en medio de tribulaciones e incertidumbres (Asia oriental,
para mayores señas), las cosas marchan en una dirección de
eficiencia productiva creciente y mejora sustantiva de los
indicadores de bienestar social, en esta América Latina
finisecular el camino en el cual estos dos objetivos puedan ser
conseguidos simultáneamente está aún lejos de haber sido
encontrado - o, mejor dicho, construido.
Una de las mayores incógnitas es la relación entre democracia
y desarrollo. Echemos una mirada al escenario que nos ofrece la
historia del último siglo y medio, o sea, las experiencias
tardías de desarrollo económico. Con la más notable excepción del
Japón Meiji, el siglo pasado vio un número relevante de intentos
exitosos de desarrollo económico en condiciones que podríamos
definir genéricamente como democráticas, o por lo menos
crecientemente democráticas. Si por desarrollo económico
entendemos el proceso de consolidación de estructuras productivas
capaces de sostener incrementos de largo plazo en la eficiencia y
el bienestar de países que, en virtud de lo anterior, se
convierten en actores centrales de la economía internacional, es
evidente que los casos de Suecia, Estados Unidos, Australia,
Dinamarca, Italia y Alemania desde mediados del siglo pasado son
ejemplos claros de la recíproca compatibilidad entre pluralismo
político (rasgo ineludible de cualquier democracia) y procesos de
modernización económica acelerada. La experiencia del siglo XIX
parecería confirmar una especie de canon occidental en el que
desarrollo económico y democracia avanzan en formas que podríamos
decir convergentes - por lo menos en el largo plazo. Lo cual
parecería confirmar tendencias históricas aún más antiguas. Que
partamos de las oligarquías mercantiles del siglo XVII en las
Provincias Unidas o de la gentry rural inglesa que moderniza
antes sus propiedades y contribuye después a la modernización de
las instituciones nacionales, el signo más fuerte de la Edad
moderna en Occidente (pero, obviamente, no el único como las
recurrentes caídas autoritarias en España, Italia, Grecia,
Portugal, Rusia y Alemania enseñan) parece ser justamente la conexión indiscutiblemente conflictual, siempre in itinere, pero
no por esto inexistente, entre desarrollo económico y democracia.
Pero, regresando a los casos de desarrollo tardío, si saltamos de
un solo brinco de la segunda mitad del siglo XIX a la segunda
mitad del siglo XX, el escenario cambia radicalmente. Los pocos
casos de crecimiento económico de largo plazo que se encuentran
en tiempos recientes se concentran en Asia oriental presentando
aquí escasos o nulos rasgos democráticos. El autoritarismo
político se nos presenta, en esta parte del mundo, como la forma
política más idónea a organizar una exitosa movilización de los
recursos nacionales y a promover los cambios estructurales
requeridos en un contexto de disciplina social y estabilidad
política.
Sinteticemos. Si miramos a Occidente, la salida del atraso
económico fue, en el largo plazo, un proceso que convivió con una
progresiva ampliación de los derechos civiles, la afirmación de
la división de poderes del Estado y un pluralismo político que
terminó por ser rasgo definitorio de cualquier democracia
moderna. Si observamos, en cambio, la historia reciente de Asia
oriental, donde también asistimos a experiencias que apuntan al
éxito en términos de salida del atraso, el cuadro político
resulta invertido. Encontramos aquí regímenes políticos que no
obstante presenten en algunos casos formas institucionales
democráticas, encarnan situaciones de mando centralizado que
limitan seriamente los espacios de autonomía social que en
Occidente son consustanciales con la democracia. Para el
observador - estudioso, periodista o ciudadanos preocupado que
sea - la situación se vuelve así embarazosa. Tanto los regímenes
democráticos como los autoritarios tienen la historia (y, sobre
todo, la geografía) a su lado para avalar sus indiscutibles
éxitos económicos. Dejemos aquí a un lado la discusión acerca de
la declarada inevitabilidad de la democracia incluso en los
regímenes autoritarios que van consolidando clases medias cada
vez más amplias y capaces de presión política permanente sobre
las autoridades. En referencia al futuro es siempre impropio
decretar la realización inevitable de ensueños o pesadillas. Y de
cualquier manera no es nuestra tarea escoger aquí entre Orwell y
Lipset como mesías intelectuales para vislumbrar un futuro que es
en la actualidad, como casi siempre, nebuloso.
Una sola cosa es evidente y sobre ella un comentario, aunque
sea rápido, es oportuno: que el desarrollo económico en el actual
ciclo histórico asuma vestiduras democráticas o autoritarias,
siempre es capitalista. Si el siglo XX amaneció con la apuesta
...