Ana Teresa Parra Sanoja
superlulumiEnsayo25 de Abril de 2021
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Ensayo
Teresa de La Parra como escritora criollista
07/04/2018
Lucrecia Michelena
Ana Teresa Parra Sanoja, más conocida como Teresa de la Parra, nacida en 1889 en París, fue una de las escritoras más reconocidas de América Latina en su época y la primera escritora venezolana que obtuvo reconocimiento crítico fuera de su país. Teresa de la Parra (1891-1936) publicó su primera novela Ifigenia en 1924, Memorias de Mamá Blanca fue su segunda y última incursión en la literatura, publicada en 1929.
Inspirándose en recuerdos personales y en los sucesos de su propia familia, vividos largamente en una extensa y patriarcal hacienda de caña de azúcar antes de establecerse en Caracas, Teresa de la Parra escribe en Las memorias de Mamá Blanca, rememorando las anécdotas de la infancia de una niña y sus cinco hermanas en Piedra Azul. Su obra se caracteriza por la combinación de una prosa muy culta y el uso del idioma criollo, es decir venezolanismos, los cuales suelen describir además las costumbres de su pueblo.
Podemos enmarcar Memorias de… como una obra criollista, ya que refleja con sumo detalle la vida en las zonas rurales de la Venezuela de entonces, describiendo de manera casi paradisíaca la hacienda de Piedra Azul. Veamos ejemplos de ello:
La vida allí, en Piedra Azul, fluye natural, espontánea; las niñas tomaban leche recién ordeñada, se bañaban en un chorrerón cerca del trapiche, se subían a los árboles, y molestaban con sus preguntas a todos los peones, especialmente a Vicente Cochocho, que hacía de todo un poco, y a Daniel, el vaquero.
Esta obra tiene una visión negativa de la modernidad; cuando las niñas deben trasladarse a Caracas ocurre una catástrofe física y sentimental que se inicia con la muerte de una de las niñas (Aurora). La ciudad invierte los valores y caracteres de Piedra Azul: la libertad y abundancia se tornan encierro y estrechez; la «feliz ignorancia» en vandalismo e incultura, los árboles, la vegetación, ceden espacio al cemento, a las tablas o ladrillos. La alegría se muta en melancolía.
Ajena a la modernidad, su obra es una puerta hacia el pasado. Pero no al siniestro pasado de los historiadores, cargado de heroicidades sangrientas, sino a su cuerpo y voz vivos, a los relatos, anécdotas y cuentos familiares.
Además, en una de las cartas de la autora, refiriéndose a Memorias…, escribe lo siguiente:
(…) Para satisfacción suya le diré que mi actual libro será el más criollo de la literatura criolla. Todo pasa en el trapiche, en el río, en el corralón de las vacas, en los ranchos; las seis niñitas que usted ya conoce, corren y se meten en todas partes (…)
Yendo a la premisa de este ensayo: "La obra literaria de Teresa de la Parra se define como criollista aunque ella sea considerada como una de las primeras exponentes de la modernidad en América Latina" Podemos afirmar que la obra Memorias de… se define como una obra criollista, sin embargo, el estilo literario de Teresa de la Parra no es modernista, tuvo influencias de esta corriente, pero su estilo se concibe más como un estilo criollista, veamos porque.
Teresa de la Parra escribe a Rafael Carías en una carta fechada el 5 de marzo de 1927 lo siguiente:
"Yo no me siento capaz hoy en día de escribir sino cosas criollas (…) una novela escrita por mí que ocurriese en París, sería tan lamentable que no la acabaría nunca"
La autora manifiesta abiertamente su acercamiento al criollismo, el cual demuestra en su obra Ifigenia, así como también en Memorias…, donde muestra una visión criollista de la vida.
Cuando nos adentramos en Ifigenia, podemos notar el acercamiento criollista: el primer contacto que tiene María Eugenia con tierras venezolanas al llegar de París es negativo; a la libertad que para ella significa París, se oponen unos lazos familiares, evidentemente opresivos, desde un principio y una sensación que se transmite también a la realidad exterior, a esa Caracas, en donde el tiempo parece detenido y anclado en su pasado colonial. La novela sin embargo, mostrará el visible proceso de cambio que se hace notar en el ánimo de María Eugenia, su aceptación de esa sociedad colonial y por consiguiente el encuentro con lo bello de esas calles coloniales, de sus ventanas enrejadas y todo ese heredado ambiente del pasado.
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